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lunes, 15 de septiembre de 2014

Sinfonia de dos novelas - Cap. III

Antonio Reyes era un joven rubio, de lentes, delgado y alto; tosía mucho, pero con gracia; con una especie de modestia de enfermo crónico cansado de molestar al mundo entero. Este modo de toser y la barba de oro fina, aguda y recortada, había llamado la atención de Rita Cofiño en la tertulia de cierto marqués literato, adonde la llevaba de tarde en tarde D. Elías.
«El de la tos» le llamaba ella para sus adentros. Mientras multitud de poetas recitaban versos y el concurso aplaudía, y se hablaba alto, y se reía y gritaba, entre el bullicio Rita percibía la tos de Reyes, y cada vez sentía más simpatía por aquel muchacho, y más deseo de cuidarle aquel catarro en que él parecía no pensar. No sabía por qué, la hija de Cofiño encontraba en aquel ruido seco de la tos algo familiar, algo digno de atención, una cosa mucho más interesante que todas aquellas quejas rimadas con que los poetas se lamentaban entre dos candelabros, como si la tertulia pudiera mejorar su suerte y arreglar el pícaro mundo.
Agapito Milfuegos leía poemas caóticos, de los que resultaba que el universo era una broma de mala ley inventada por Dios para mortificarle a él, al mísero Agapito. Restituto Mata se quejaba en sonetos esculturales de una novia de Tierra de Campos, que le había dejado por un cosechero; Roque Sarga lamentaba en romances heroicos (no tan heroicos como los oyentes) la pérdida de la fe, y Pepe Tudela cantaba la electricidad, el descubrimiento del microscopio y la materia radiante. Antonio Reyes tosía.
Rita no habló nunca con Antonio en aquella tertulia. Pocos meses después de haberse fijado ella en él, dejó de sonar allí la tos interesante.
-¿Y Reyes? -dijo cualquiera una noche.
-Se ha ido a París -respondieron.
-¿Quién es ese Reyes? -preguntó Rita a su padre al volver a casa.
-¿Antonio Reyes? Un excéntrico, un holgazán, un muchacho que vale mucho, pero que no quiere trabajar. Es decir... lee... sabe... entiende... pero nadie le conoce. Ahora se ha ido a París de corresponsal de un periódico, de corresponsal político... cualquier cosa... a ganar los garbanzos... es decir, los garbanzos no, porque allí no los comerá... Es lástima; vale, vale... entiende, lee mucho, conoce todo lo moderno... pero no trabaja, no escribe. Es muy orgulloso. Además, está malo; ¿no le oías toser? Un catarro crónico... y la solitaria; además de eso, una tenía... Creo que es gastrónomo... y que come mucho... Es un escéptico, un estómago que piensa.
Rita no volvió a ver a Reyes, ni a oír hablar de él, en mucho tiempo.

1.028. Alas «Clarin» (Leopoldo)

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