Translate

miércoles, 15 de enero de 2014

Cuidado que anda suelto

Era sábado. Durante las vacaciones de invierno. Yo cursaba cuarto año del normal. Vivía en Lomas de Zamora y esa tarde, al llegar a Constitución, busqué un teléfono público para llamar a una compañera con la que tenía pensado encontrarme. Estaba bastante aburrida, desganada. Me puse en la cola, detrás de un pibe que colgó en seguida. Cuando me disponía a agarrar el tubo un tipo me dijo si por favor lo dejaba hablar un minuto, que era urgente. Le dije que sí. Yo no tenía ningún apuro.

Creí que no te iba a encontrar. Hablaba a los gritos y me sacó de mi distracción. ¿A qué hora salís para el aeropuerto? Disculpame viejito pero no voy a poder ir a despedirte ... No. Lo que pasa es que venía de Mar del Plata y me di el tortazo en Chascomús... Sí... Con el Chevy... Destrozado, hecho pelota... Sí, con el nuevo, veinte mil kilómetros... Quedó para tirar a la basura... Pero eso no importa ahora. Dos asuntos: Recibí el giro. Veinte mil dólares, así que el negocio se hace. Mañana mismo doy la seña... Yo, mientras esperaba, me puse a calcular cuánta plata significaban en pesos veinte mil dólares. Una fortuna.
Sí Coco, yo mientras voy organizando todo y cuando vuelvas de Europa le damos los toques finales. Dejalo todo en mis manos... Coco, estoy en un teléfono público y hay gente esperando... Sí, ya vamos a solucionar todo. Escuchame, otra cosa: yo la semana que viene inauguro la oficina en el centro. Vos conocías a una piba que quería trabajar... Sí... Cuatro horas nada más. Si no sabe máquina no importa, es para atender a la gente y un poco el teléfono, una especie de recepcionista... Sí, el sueldo como si trabajara todo el día, y un poco más, no nos vamos. a fijar en pavadas... Tendría que ser de 15 a 19... Ah, no... ¿Va a la Facultad de tarde? Negativo viejito... Sí, yo la necesito de tarde. No importa querido, olvidate del asunto, pongo un aviso y listo...
El tipo siguió hablando pero yo ya no lo escuchaba. El asunto del empleo me daba vueltas en la cabeza. Las cosas andaban mal en casa y precisamente había estado pensando que tenía que conseguirme un trabajo, pero como no sabía nada, ni escribir a máquina, creía que me iba a resultar imposible. En la escuela tenía el turno de mañana. Decidí que no podía dejar pasar esa oportunidad.
Cuando colgó saqué fuerzas no sé de dónde y le dije que yo podía ocupar el puesto.
Me invitó a tomar un café. En seguida dejamos arreglado lo del empleo, empezaría la semana siguiente. Después me invitó al departamento, a escuchar discos y tomar unos whiskis, para festejar, me dijo. Yo no me engañaba. Varios muchachos con los que había salido me habían propuesto que me acostara con ellos, pero siempre me había negado. Consideraba que tenía que estar realmente enamorada para llegar a eso. Pero el caso era distinto. Iba a empezar una nueva vida. Acababa de conseguir un empleo en el que ganaría un disparate. Ya tenía 17 años. Y no era cuestión de que el individuo ese pensara que era una chiquilina. Le dije que sí con aire mundano.
Cuando salimos del bar se agarró la cabeza. Me dijo que había dejado en el coche accidentado las llaves del departamento. Fuimos a uno de los tantos hoteles para parejas que hay por Constitución.
De lo que pasó en el hotel lo que más recuerdo es la sensación de dolor. Y de repugnancia. En el techo había un gran espejo que reflejaba toda la cama. Casi me muero cuando me vi desnuda al lado del tipo que era gordo y tenía un bigotito negro. Olía a transpiración. Y cómo pesaba arriba mío.
Aunque parezca mentira quedé embarazada. Por supuesto que al tipo no lo volví a ver. Cuando lo llamé al teléfono que me había dado, resultó que allí no conocían a nadie con el nombre que dijo tener. Era un número cualquiera.
En casa se armó el gran escándalo. Para pagar los gastos del aborto mis viejos tuvieron que endeudarse. Y nunca me perdonaron. Me miraban como si fuera una asesina.
No sé por qué te cuento todo esto, flaco. Será por la cara de ángel que tenés. Uy, mirá la hora que es. Al final con vos pierdo plata. El tiempo es oro, querido. Vestite ligerito y nos tomamos el raje.

Bogomolny, René Jorge - 1.000.,