Aquí empieza el
cuento del mayordomo
Por Trumpington, no
lejos de Cambridge, pasa un riachuelo, y sobre éste hay un puente; junto al
arroyo se ve un molino. Y. cuenta que todo que os digo es la verdad misma.
Hacía mucho tiempo que lo habitaba un molinero, que era orgulloso y lascivo
como un pavo real. Sabía tocar la gaita, pescar, componer redes, tornear
vasijas, luchar y tirar bien con el arco. Llevaba en su cinturón un largo
cuchillo y una espada con la hoja muy afilada; en la faltriquera un lindo
puñalito, y en sus calzas una navaja de Sheffield. No había hombre alguno que
se atreviera a tocarle de miedo. Su cara era redonda, y chata su nariz. Tenía
la cabeza tan pelada como un mono. Era un completo jaque de plazuela. Nadie se
aventuraba a poner la mano sobre él, pues al punto juraba se las habría de
pagar, no tardando. Era, en realidad, un
ladrón de grano y harina, astuto avezado al robo. Le llamaban Simoncín [1] el desdeñoso. Tenía una mujer de ilustre origen,
pues su padre era el cura de la
ciudad. Con el objeto de que Simoncín se uniera a su linaje,
ofrecióle aquél al mismo tiempo que su
hija, gran cantidad de vajilla de bronce. Se había educado ella en un convento
de monjas; porque era lo que decía Simoncín: yo no quiero por esposa sino a una
doncella de buena crianza, capaz de mantener su condición de hacendada. Era
orgullosa y atrevida como una picaza. Ambos ofrecían hermoso espectáculo: los
días de fiesta iba él delante con su esclavina prendida alrededor del cuello, y
ella le seguía con traje encarnado, llevando Simoncín unas calzas de lo mismo.
Nadie se atrevía llamarla sino «señora». Ninguno había tan osado que, al ir por
su camino, se atreviera a retozar o bromear con ella tan sólo una vez, a no ser
que pretendiera morir bajo el cuchillo, el puñal o la daga de Simoncín..Porque
los hombres celosos son peligrosos siempre; a lo menos quieren que sus mujeres
lo crean así. Por otra parte, a causa de estar ella algún tanto manchada en su
reputación, era tan repulsiva como el agua estancada, y llena de insolencia y
desdén en su conducta. Pensaba que toda señora debía ceder ante ella, en vista
de su linaje y de la educación que había recibido en el convento.
Ambos tenían sólo una
hija de veinte años y un niño de seis meses, hermoso muchacho de cuna. La moza,
fuerte y bien desarrollada, tenía la nariz roma y los ojos grises como el
vidrio, anchas las cadera y los pechos redondos y abultados; sus cabellos eran
realmente muy hermosos.
En vista de su belleza,
el cura de la ciudad formó el propósito de instituirla heredera, tanto de sus
bienes como de su casa, mostrándose exigente para su matrimonio. Su deseo era
colocarla en elevada clase, uniéndola a sangre digna y de buena alcurnia;
porque los bienes de la
santa Iglesia deben ser empleados en la sangre que de ella
desciende. Por consiguiente, él quería honrar su santa sangre aunque hubiera de
devorar a la santa
Iglesia.
El molinero tenía, sin
duda, buenos derechos de molienda con el trigo y la cebada de todas las tierras
del contorno. Había, particular-mente, un gran colegio en Cambridge, que se
llamaba Soler-Hall, cuya cebada y cuyo trigo se llevaban a moler allí. Cierto
día sucedió que el ecónomo.se puso enfermo de repente con un mal que le dio,
llegándose a creer que moriría de seguro, por lo cual el molinero robó harina y
grano al mismo tiempo, y cien veces más que antes, pues si bien en un principio
robaba con miramiento, ahora, en cambio, era ladrón desaforado, por cuyo motivo
el director le reprendía y le amenazaba. Pero al molinero no le importaba un
comino [2] y decía y juraba descaradamente en alta voz
que eso no era cierto.
En el colegio del que
os acabo de hablar residían en aquella ocasión dos jóvenes estudiantes pobres.
Eran decididos y amigos de divertirse, y sólo por buen humor y por jarana
rogaron con insistencia al director les diese permiso, no más que por breve
tiempo, para ir al molino y presenciar la molienda del grano; y con valor se
atrevieron a poner su cuello a que el molinero no les robaría media cuartilla
de grano, ni con astucia ni por la fuerza. El director, por fin, les concedió
licencia. Juan se llamaba el uno y Alano el otro: ambos habían nacido en, una
ciudad denominada Strother, allá en el Norte, no sé en qué lugar.
Alano preparó todos los
arreos, y colocó en seguida el saco en un caballo, e inmediatamente partieron
los dos estudiantes, llevando buena espada y adarga al flanco. Juan sabía el
camino; así que no necesitaron guía, y al llegar al molino descargó el saco.
Alano fue el primero que habló.
-«¡Salud, Simón! ¿Cómo.
están tu hermosa hija y tu mujer?»
-«¡Bien venido, Alano,
por mi vida! -dijo Simoncín, y Juan también. ¿Qué bueno os trae ahora por
aquí? »
-«Por Dios, Simón dijo
Juan-, no hay nada como la necesidad; preciso es que se sirva a sí mismo el que
no tiene criado, o de otro modo es un loco, como dicen los doctos. Nuestro
ecónomo me temo que muera: de tal modo le están doliendo siempre las muelas.
Por esta razón venimos Alano y y yo, para moler nuestro grano y llevarlo a casa
de nuevo. Te ruego nos despaches cuanto antes. »
-«Así se hará, a fe mía
-respondió Simoncín.
¿Y qué vais a hacer
vosotros mientras se termina?»
-«¡Por Dios -dijo
Juan, yo me pondré muy cerca de la tolva, para ver cómo entra el grano; pues,
por mi padre, aun no he visto el vaivén de aquélla.» Y Alano dijo:
-Si tú quieres hacer
eso, Juan, entonces yo y ¡por la coronilla de mi cabeza¡, me colocaré debajo, y
veré cómo cae en el dornajo la harina; esa será mi diversión. Porque créeme,
Juan, estoy como tú estás, y soy tan mal molinero como tú.
El molinero sonrió al
ver su simplicidad, y pensó: «Todo esto no es sino artificio; ellos imaginan
que nadie puede engañarles; pero, con todo, si me sale bien, yo ofuscaré su
vista, a pesar de todos los planes de su filosofía. Cuanto más peregrinas sean
las invenciones que ellos pongan por
obra, tanto más robaré yo cuando cobre. En vez de harina les voy a dar salvado.
«Los mejores escolares no son los hombres más sabios», como en otro tiempo dijo
la yegua al lobo, «y a toda su arte no le doy el valor de una simiente de
cizaña.»
Cuando le pareció
tiempo oportuno, salió afuera muy callada y secretamente; miró por una y otra
parte, hasta que dio con el caballo. de los estudiantes que estaba atado detrás
del molino, bajo un emparrado, y hacia él se encaminó alegre Y decidido.
Despojóle rápidamente de la brida, y apenas el caballo se vio libre echó a
andar en dirección a la laguna, por donde corren las yeguas salvajes, y se
alejó relinchando a través de los descampados y de la espesura.
El molinero volvió y no
dijo una sola palabra, sino que concluyó su tarea y se puso a bromear Con los
estudiantes, hasta que su grano estuvo bien y perfectamente molido. Y luego que
hubo metido la harina en el saco y atado éste, salió Juan; mas al ver que su
caballo se había escapado, empezó a gritar:
-«¡Auxilio! ¡Ay de mí!
¡Nuestro caballo,se ha perdido! ¡Alano, por los huesos de Dios, anda, hombre,
adelántate en seguida¡ ¡Ay, nuestro director ha perdido su corcel»
Alano olvidó por
completo el grano y la harina su economía se le fue de la imaginación.
-«Pero ¿qué camino ha
tomado?» -gritó.
La mujer llegó jadeando
en una carrera, y exclamó:
-«¡Eh, vuestro caballo
se ha ido al pantano con las yeguas salvajes, tan deprisa como ha podido!
¡Maldita la mano que le ató de esa manera y que pudo haber anudado mejor la
rienda¡
-«¡Ay de mi! -dijo
Juan-. ¡Alano, por la pasión de Cristo, quítate la espada, que yo me
desprenderé también de la mía¡ Bien sabe Dios que soy tan ligero como un corzo.
¡Por el corazón de Dios, no se nos escapará¡ ¿Por qué no llevaste la jaca al
granero? ¡Qué mala suerte, por Dios! ¡Alano, eres un idiota!»
Los inocentes
estudiantes Alano y Juan echaron a correr muy deprisa hacia la laguna. Y cuando el
molinero vio que habían desaparecido, cogió media fanega de su harina y mandó a
su mujer que amasara con ella una torta, añadiendo: «Me parece que los
estudiantes estaban recelosos; sin embargo, un
molinero puede hacer la barba a un estudiante, a pesar de toda su
malicia. Déjales ahora que sigan su camino. Mira por donde van ellos. Sí, que
se diviertan los niños. No lo recuperan tan fácilmente, ¡por mi coronilla!»
Los pobres estudiantes
corrían en todas direcciones, gritando: «¡Cuidado, cuidado¡ ¡Quieto, quietos
¡Por aquí abajo! ¡Atención por detrás! ¡Ve y silba tú, que yo lo aguardaré
aquí!-En resumen: aunque ellos hicieron grandes esfuerzos, no pudieron recobrar
su jaca hasta muy entrada la
noche. Corría velozmente sin cesar; pero en una zanja la
cogieron por fin.
Cansado y chorreando,
como . animal bajo la lluvia, volvía el pobre Juan, y con él Alano.
-«¡Ay! -exclamaba
aquél-: ¡desdichado el día en que nací! Ahora seremos blanco de desprecio y de la chacota. Nos han
robado el grano; nos tendrán por tontos el director y todos nuestros compañeros
y especialmente el molinero, ¡ah!.
Así se lamentaba Juan,
mientras iba camino al molino, llevando con su mano a Bayardo. Encontró al
molinero sentado junto al fuego, y como era de noche y no podían seguir
adelante, le pidieron por amor de Dios, alojamiento y cama a cambio de su
dinero.
El molinero les dijo:
-Si alguno hay,
cualquiera que sea Mi casa es pequeña; pero vosotros habéis aprendido ciencias
y con vuestros argumentos podéis convertir un espacio de veinte pies de ancho
en un lugar de mil. Veamos ahora si aquel espacio les puede bastar o habrá que
hacerlo capaz con discursos, según vuestra costumbre.»
-«¡Bien, Simón! -dijo
Juan-.. ¡Por San Cubertino3[3] , siempre estás de buen
humor! He ahí una hermosa respuesta. Yo he oído decir que se debe elegir una de
estas dos cosas: o tomar lo que se encuentra!: o lo que se trae. Pero sobre
todo te ruego, querido huésped, que nos pongas algo de comer y dé beber. y nos
des conversación; pues de veras que te pagaremos bien. Con las manos vacías no
se puede atraer al halcón: he aquí nuestra plata, dispuesta a que se le dé
salida.»
El molinero envió a su
hija a la ciudad por pan y cerveza, les
asó un ganso, amarró su caballo de modo que no pudiera soltarse, y en su misma
habitación les aderezó una cama, con sábanas y mantas bien dispuestas.
puestas, a diez o doce
pasos de su propio lecho. Precisamente en el mismo cuarto estaba la cama de su.
hija. para ella sola, al lado de la anterior; no podía ser de otro modo, por
razón de que allí no había estancia más espaciosa. Cenaron y charlaron para
distraerse, sin dejar de beber cerveza fuerte a más y mejor, y hacia la
medianoche se retiraron a descansar.
Bien barnizó el
molinero su cara: de tan bebido estaba pálido, y no encarnado. Hipaba y hablaba
por la nariz, como si tuviera ronquera o resfriado de cabeza. Metióse en el
lecho, y con él su mujer, la cual estaba tan juguetona y vivaracha como una
urraca: de tal manera había humedecido su alegre gargüero. La cuna fue colocada
a los pies de su lecho para mecer y dar de mamar al niño. Y una vez apurado
todo el contenido del jarro, se fue en seguida a la cama la muchacha, y al
lecho fuéronse también Alano y Juan. Y no hubo más; ellos no necesitaban
soporífero.
Tanta cerveza había
trincado el molinero, que durante su sueño roncaba como un caballo, y no se
preocupaba de su cola de detrás4[4]. Su mujer llevaba el
acompañamiento con gran brío, y su ronquido se podía oir a dos estadios. La
muchacha roncaba también par compagnie.
Alano el estudiante,
que escuchaba esta melodía, tocó con el codo ligeramente a Juan, y le dijo:
-«¿Duermes? ¿Has oído
tú jamás, antes de ahora, .canto semejante? ¡Vaya, y qué completas entonan
entre todos! ¡Caiga sobre sus cuerpos una erisipela! ¿Quién escuchó nunca cosa
tan extraña? ¡Sí, tengan ellos el peor fin! En toda la larga noche no podré
descansar. Sin embargo, no importa: no hay mal que por bien no venga. Porque,
Juan -añadió- te juro por mi prosperidad que, como yo Pueda, me he de acostar
con la chica. Alguna
ventaja nos ha dado la ley; pues hay una, Juan, que dice que si algún hombre es
perjudicado en cualquier cosa, será compensado en otra. En suma: no cabe dudar
que nos han robado nuestro grano, y nos han hecho un mal servicio durante todo
el día; y como quiera que yo no he de obtener ninguna indemnización, quiero.
sacar algún provecho a cambio de mi pérdida. ¡Por el alma de Dios, no ha de ser
de otra manera!».
Juan respondió:
-«Alano, ten cuidado;
que el molinero es hombre peligroso, y si despierta de su sueño, puede hacer
con nosotros alguna villanía.»
Alano replicó:
-«No me importa una
mosca.»
Y levantándose, se
deslizó insensiblemente al lado de la muchacha, que estaba echada de espaldas
dormía profundamente, hasta que él se colocó tan cerca, antes que ella pudiese
advertirlo, qué habría sido tarde para gritar. Y dicho sea en pocas palabras
ellos se pusieron de acuerdo. ¡Diviértete, ahora, Alano, que voy a hablar de
Juan!
El cual permaneció
quieto durante breves momentos, quejándose y lamentándose. «¡Ay! -decía-Esto es
una mala chanza; ahora sí que puedo asegurar que no soy más que un necio.
Todavía "mi compañero dispone de algo que alivie su mal, pues tiene entre
sus brazos a la hija del molinero. El se ha arriesgado y ha satisfecho su
deseo, pero yo estoy en la cama como un saco de basura. Y cuando esta burla se
refiera más adelante, me tendrán por tonto, por un pazguato. ¡Por vida mía, voy
a levantarme y a arriesgarme! «Quien no se aventura no pasa la mar»5[5], como suele decirse.»
Y se levantó, y
dirigiéndose calladamente hacia la cuna, la cogió con sus manos y la trasladó
sin armar ruido a los pies de su cama. Poco después la mujer dejó de roncar,
despertóse y se levantó a orinar; mas al volver de nuevo, no acertaba a dar con
la cuna: anduvo a tientas de acá para allí, pero sin encontrarla. «¡Vaya! –dijo-
casi me había perdido; por poco me voy a la cama de los estudiantes. ¡Ah,
benedicte!: buena la hubiera hecho entonces. Y siguió adelante hasta
que encontró la cuna. Y
sin dejar de palpar ante sí con sus manos, dio con la cama, y no pudo sospechar
mal, porque la cuna estaba junto a ella. Por. otra parte, hallábase a oscuras,
y no sabía por dónde andaba; así que, sin recelo y con la mayor tranquilidad,
se metió en la del estudiante y permaneció muy quieta, pretendiendo coger el
sueño. Sin pérdida de tiempo,.Juan el estudiante se incorporó y cayó sobre la
buena mujer. Tan agradable ocasión no se le había presentado a ella hacía
muchos años, y él se portó con la audacia y brutalidad de un loco. Y en esa
diversión perduraron los dos estudiantes, hasta que el gallo cantó tres veces.
Alano sintióse cansado
al apuntar la aurora por sus afanes de aquella larga noche, y así se expresó:
-«¡Adiós, Magdalenita,
dulce criatura! Ha llegado el día, y no puedo permanecer: aquí más tiempo; pero
por siempre jamás, adondequiera que yo vaya, a pie o a caballo, seré tu solo
estudiante: ¡así tenga yo la gloria!»
-«Vete, pues, querido
amigo -dijo ella- ¡Adiós! Pero antes que te vayas, deseo comunicarte una cosa:
cuando te marches a casa y pases junto al molino encontrarás en la parte de
atrás, junto a la puerta de entrada, una torta de media fanega, que está
amasada con tu propia harina, la cual ayudé a robar a mi padre, ¡Buen Amigo,
Dios te salve y te proteja!»
Y al decir estas
palabras, faltó poco para que ella se
echase a llorar.
Alano se levantó
pensando: «Antes que sea de día quiero ir a acostarme con mi compañero.» Y su
mano tropezó de pronto con la cuna.
-«¡Por Dios! -se dijo-,
voy completamente extraviado; tengo la cabeza desvanecida por las fatigas de
esta noche, y he aquí la causa de que no camine derecho. La cuna bien me indica
que voy perdido; aquí están el molinero y su mujer.»
Y siguió avanzando
-¡por vida de veinte diablos!-hacia el lecho donde el molinero yacía. El creyó
deslizarse junto a su compañero Juan; pero se acomodó de seguida al lado del
molinero, y cogiéndole por el cuello, le dijo en voz baja:
-«Tú, Juan: despierta,
mentecato, por el alma de Cristo, y escucha una buena diversión; pues, por el
señor que se llama Santiago, que en esta breve noche he gozado tres veces de la
hija del molinero, que se hallaba echada de espaldas, mientras tú has estado
temeroso como un cobarde.»
-«¿De veras, falso
bribón, has hecho eso? -chilló el molinero-. ¡Ah, pérfido traidor, falso
estudiante -exclamó-: ¡tú morirás, por la Divina Majestad!
¿Quién ha sido el audaz que se ha atrevido a deshonrar a mi hija, que procede
de tal linaje?
Y cogió a Alano por la
nuez de su garganta, y éste, a su vez, le agarró colérico y le asestó un
puñetazo en la nariz.
Corrió un río de sangre por su pecho, y ambos, con boca y
narices magulladas, rodaron por el suelo como dos cerdos dentro de un saco. Se
levantaron para volver a revolcarse en seguida, hasta que el molinero resbaló
en una piedra y cayó de espaldas sobre su mujer, que nada sabía de esta loca
pelea, pues se había quedado dormida hacía un momento con Juan el estudiante,
que veló toda la noche. mas con la caída despertó sobresaltada, y
-«¡Socorro, Santa Cruz de Bromholm!6[6] -gritó-. ¡In manus
tuas! ¡Señor, yo te invoco¡ ¡Despierta, Simón! El demonio ha caído sobre
nosotros; mi corazón está destrozado. ¡Auxilio! ¡Yo me muero¡ Alguien hay aquí
sobre mi vientre y sobre mi cabeza. ¡Socorro, Simoncín, que los pérfidos
estudiantes se pelean!»
Juan saltó del lecho
tan rápidamente como pudo, y púsose a palpar las paredes en todas direcciones
para buscar algún palo; ella brincó también, y como conocía los rincones mejor
que Juan, encontró al instante un palo junto a la pared. Vio el ligero
resplandor de una luz, pues a través de una abertura entraba la claridad de la
luna, merced a la cual vislumbró a los dos, aunque sin poder distinguirlos
separadamente. Notó, sin embargo, que sus ojos veían cierta cosa blanca, y
cuando ella trató de inquirir qué sería, vínole a las mientes que el estudiante
tenía puesto un gorro de dormir. Y armada con el se fue acercando, acercando, y
cuando creyó tener bien a su alcance a Alano, descargó tales en el pelado
cráneo del molinero, que cayó éste gritando: «¡Socorro! ¡muerto soy!»
Los estudiantes le
zurraron a su sabor, dejándole en tierra; se vistieron, tomaron su caballo sin
tardanza, juntamente con la harina, y emprendieron su camino, sin olvidarse de
coger en el molino la torta de media fanega de harina, que estaba muy bien
cocida. Así fue apaleado el orgulloso molinero y perdió la molienda del trigo,
y pagó toda la cena de Alano y Juan, quienes le vapulearon de lo lindo; su
mujer fue deshonrada, y su hija ni más ni menos. ¡Ved que aconteció a un
molinero por falso¡ Porque es muy verdadero el proverbio que dice: «haces. mal:
espera otro tal», y «el que va por lana, vuelve trasquilado.
¡Y Dios, que se sienta
con majestad en lo alto, guarde a toda esta compañía, así a grandes como a
pequeños!
De este modo he pagado
al molinero con mi cuento.
Aquí termina el
cuento del Mayordomo
1.008. Chaucer (Geoffrey),
[1] El texto: Simkin, diminutivo de simón
[2] El texto: Tare , especie de cizaña
[3] Santo del norte de Inglaterra, de donde
eran los estudiantes
[4] Por las ventosidades que dejaba
escapar.
[5] Con este refrán castellano hemos traducido el adagio inglés Unhardy
is unsely (el cobarde, el tímido es
desventurado).
[6] En Norfolk, donde se guardaba un trozo del lignum crucis.