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domingo, 19 de enero de 2014

El monje y la hija del verdugo - Cap. XXXIII

Me encuentro de nuevo en mi hogar montañés, aun­que mañana debo abandonarlo definitivamente. Pero, ¿por qué me siento tan infeliz? ¿Es que no me espera la mayor de las alegrías? ¿Acaso no esperaba siempre con ansia el momento en que iba a ser consagrado sacerdo­te, convencido de que sería la mayor dicha de mi exis­tencia? Y ahora en que el gozoso momento parece cer­cano, mi tristeza parece superar cualquier límite.
¿Es que puedo acercarme al altar de mi Salvador con una mentira en la boca? ¿Acaso puedo permitirme recibir el santo sacramento como un mentiroso? Cuan­do sea ungido con el santo óleo, mi frente arderá con un fuego, y el sagrado líquido me abrasará el cerebro y me condenará eterna-mente.
Debería arrodillarme ante el Obispo y pedirle: «Ex­pulsadme, porque no persigo el amor de Cristo, ni fi­nes santos y celestiales; persigo cosas que son de este mundo».
Si hablase de este modo sería inmediatamente casti­gado, pero soportaría mi penitencia sin proferir una queja.
Si mi alma estuviese limpia de pecados y yo pudie­ra, en derecho, ordenarme sacerdote, podría serle muy útil a la desgraciada niña. Estaría en condiciones de po­der darle infinitas bendiciones y palabras de consuelo. Sería su confesor y la absolvería de cualquier falta, y si viviese más que ella -¡Dios no lo quiera!- podría inclu­so contribuir a redimirla del Purgatorio con mis ora­ciones. Podría también rezar misas por las almas de sus desgraciados padres, que ahora sufren las torturas in­fernales.
Sobre todo, si consiguiera salvarla de ese único y destructor pecado que secretamente desea cometer, y si pudiese cargarla conmigo y colocarla bajo tu protec­ción, ¡oh, Santísima Madre de Dios!, eso sí que sería para mí la mayor de las alegrías.
Pero, ¿qué santuario aceptaría a la hija de un verdu­go? Sé perfectamente lo que ocurrirá: en cuanto me marche de esta región prevalecerá el Maligno bajo la victoriosa figura que ha elegido, y ella estará perdida en el tiempo y para siempre.

1.007. Briece (Ambrose)

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