Nuestro Superior, el padre Andrés, es un gentilhombre
campechano y piadoso. Nuestros hermanos viven en completa armonía. No son
ociosos, ni mundanos o soberbios. Son personas sobrias, que tampoco se dejan
seducir excesivamente por los placeres de la mesa. Se trata de una moderación
digna de elogio, ya que la comarca entera, a lo ancho y a lo largo, sus cerros
y valles, el río y el bosque y todo cuanto contiene, pertenece al
monasterio. Los bosques están llenos de la más variada caza: las más selectas
son servidas en nuestra mesa, y nosotros las apreciamos en toda su maravilla.
En nuestro monasterio se confecciona una bebida con malta y cebada, de
sabor fuerte y amargo, aunque muy refrescante cuando uno se encuentra exhausto
o fatigado; a pesar de lo cual, no le resulta muy agradable a mi paladar.
La característica más llamativa de esta región son
sus minas de sal. Me han comentado que las montañas se encuentran repletas de
este mineral; ¡qué mag níficas son
las obras del Señor! En busca de este condimento, el Hombre ha penetrado
profundamente en las entrañas de la tierra, excavando pozos y túneles y
sacando a la luz del sol las amargas vísceras de estos cerros.
Yo mismo he visto esos cristalillos rojizos,
amarillos o tostados. Excavaciones que dan trabajo a nuestros campesinos y a
sus hijos, así como a algunos trabajadores de otras regiones; todos a las
órdenes de un funcionario conocido como «el Administrador de la Sal ». Se trata de un individuo
inflexible y de gran poder, a pesar de que nuestro Superior y los demás
hermanos no hablan muy bien de él. Comentarios que no obedecen a la falta de
espíritu cristiano, sino a la perversidad de las acciones de este hombre. El
Administrador sólo tiene un hijo, llamado Roque, que es un joven gallardo, aunque
irritable y malvado.
1.007. Briece (Ambrose)
No hay comentarios:
Publicar un comentario