A
la mañana siguiente le dolía la cabeza, le zumbaban los oídos y sentía malestar
general. No le producía vergüenza recordar su debilidad de la víspera.
Se
había mostrado pusilánime, se había asustado hasta de la luna y había expresado
sinceramente ideas y sentimientos que jamás sospechó en él. Por ejemplo, la
idea de la insatisfacción de la morralla filosofante. Pero ahora todo le era lo
mismo.
Sin
comer ni beber, yacía inmóvil y en silencio.
«Todo
me es lo mismo -pensaba cuando le preguntaban algo. No contestaré... Me da
igual.»
Después
de la comida llegó Mijaíl Averiánich, que le traía un paquete de té y una libra
de mermelada.
También
estuvo Dáriushka, que permaneció de pie junto a la cama toda una hora con una
expresión de sorda amargura en el rostro. Estuvo el doctor Jobótov, quien trajo
un frasco de bromuro y ordenó a Nikita que ventilase la sala.
Andrei
Efímich murió a media tarde de un ataque de apoplejía. Primero notó grandes
escalofríos y náuseas; le pareció que algo repugnante se extendía por todo su
cuerpo, hasta por los dedos, algo que, subiendo del estómago, le llegaba hasta
la cabeza y le inundaba los ojos y los oídos. Le pareció que lo veía todo
verde. Andrei Efímich comprendió que había llegado su fin y recordó que Iván
Dmítrich, Mijaíl Averiánich y millones de personas creían en la inmortalidad.
¿Y si de pronto resultaba que existía?
Pero
él no la deseaba; sólo pensó en ella un instante.
Una
manada de ciervos de excepcional gracia y belleza, cuya descripción había leído
la víspera, pasó junto a él; luego una mujer tendió hacia él la mano con una
carta certificada... Mijaíl Averiánich dijo algo. Luego desapareció todo y
Andrei Efímich perdió la noción de las cosas para siempre.
Llegaron
unos mozos del hospital, lo agarraron de los brazos y las piernas y lo llevaron
a la capilla.
Allí
se quedó sobre una mesa, con los ojos abiertos, iluminado por la luna. Por la
mañana acudió Serguei Serguéich, oró devotamente ante el crucifijo y cerró los
ojos del que había sido su jefe.
Al
otro día se celebró el entierro. Sólo asistieron a él Mijaíl Averiánich y
Dáriushka.
1.014. Chejov (Anton)
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