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viernes, 27 de diciembre de 2013

La sala numero 6 - Cap. XIX

A la mañana siguiente le dolía la cabeza, le zumbaban los oídos y sentía malestar general. No le producía vergüenza recordar su debilidad de la víspera.
Se había mostrado pusilánime, se había asustado hasta de la luna y había expresado sinceramente ideas y sentimientos que jamás sospechó en él. Por ejemplo, la idea de la insatisfacción de la morralla filosofante. Pero ahora todo le era lo mismo.
Sin comer ni beber, yacía inmóvil y en silencio.
«Todo me es lo mismo -pensaba cuando le preguntaban algo. No contestaré... Me da igual.»
Después de la comida llegó Mijaíl Averiánich, que le traía un paquete de té y una libra de mermelada.
También estuvo Dáriushka, que permaneció de pie junto a la cama toda una hora con una expresión de sorda amargura en el rostro. Estuvo el doctor Jobótov, quien trajo un frasco de bromuro y ordenó a Nikita que ventilase la sala.
Andrei Efímich murió a media tarde de un ataque de apoplejía. Primero notó grandes escalofríos y náuseas; le pareció que algo repugnante se extendía por todo su cuerpo, hasta por los dedos, algo que, subiendo del estómago, le llegaba hasta la cabeza y le inundaba los ojos y los oídos. Le pareció que lo veía todo verde. Andrei Efímich comprendió que había llegado su fin y recordó que Iván Dmítrich, Mijaíl Averiánich y millones de personas creían en la inmortalidad. ¿Y si de pronto resultaba que existía?
Pero él no la deseaba; sólo pensó en ella un instante.
Una manada de ciervos de excepcional gracia y belleza, cuya descripción había leído la víspera, pasó junto a él; luego una mujer tendió hacia él la mano con una carta certificada... Mijaíl Averiánich dijo algo. Luego desapareció todo y Andrei Efímich perdió la noción de las cosas para siempre.
Llegaron unos mozos del hospital, lo agarraron de los brazos y las piernas y lo llevaron a la capilla.
Allí se quedó sobre una mesa, con los ojos abiertos, iluminado por la luna. Por la mañana acudió Serguei Serguéich, oró devotamente ante el crucifijo y cerró los ojos del que había sido su jefe.
Al otro día se celebró el entierro. Sólo asistieron a él Mijaíl Averiánich y Dáriushka.

1.014. Chejov (Anton)

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