Translate

viernes, 27 de diciembre de 2013

Historia de mi vida - Cap. XIV

Mi hermana vivía su vida y me la ocultaba cuidadosamente. Solía hablar con Macha en voz baja para que no la oyese yo. Cuando me acercaba a ella experimentaba una visible turbación y se diría que se esforzaba en cerrar su corazón ante  mí.  Me  miraba  con  ojos  suplicantes  y  al mismo tiempo culpables. No me cabía duda de que pasaba por una grave crisis y le daba el decírmelo  vergüenza  o  miedo.  Evitaba  quedarse sola conmigo, y siempre estaba al lado de Macha, de modo que yo no tenía casi nunca ocasión de hablarle.
Una  noche,  al  volver  de  Kurilovka,  donde había pasado la tarde vigilando la edificación de la escuela, pasé por el jardín. Aunque lo envolvían ya las tinieblas, vi a mi hermana no lejos de un viejo manzano, paseándose sin ruido como un espectro; vestía de negro, andaba y desandaba nerviosamente un corto trecho, con los ojos bajos, y parecía sumida en una honda preocupación. Como cayese una manzana del árbol cercano, se estremeció al oír el ruido, se detuvo y se oprimió con ambas manos la cabeza, con un ademán doloroso.
Me acerqué a ella.
Una gran ternura había invadido de repente mi corazón. No sé por qué me acordé en aquel momento  de  nuestra  pobre  madre,  de  nuestra niñez, y se me arrasaron los ojos en lágrimas.
Abracé a mi hermana, la besé y la estreché contra mi pecho.
-¿Qué te pasa? -le pregunté. Veo que sufres. Hace mucho tiempo que lo veo. Dime lo que te pasa.
-¡Tengo miedo! -contestó, temblando de pies a cabeza.
-¿Pero de qué? ¿Qué ocurre? ¡Te ruego que no me ocultes nada!
-Bueno, te lo diré todo, toda la verdad. Hace mucho  tiempo  que  deseaba  hablarte.  ¡Sufría tanto callando!...
Enmudeció un instante, como para hacer un acopio de fuerzas, y continuó, en voz queda:
-Misail... Yo amo... Sí, amo; pero ¿por qué el terror invade mi alma?
En  aquel  momento  se  oyó  ruido  de  pasos.
Entre  los  árboles  apareció  el  doctor  Blagovo.
Llevaba  una  blusa  de  seda  y  botas  altas.  Sin duda, allí, junto al manzano, se habían dado una cita.
Al ver al doctor, mi hermana se abalanzó a él,  como  un  niño  perdido  que  encuentra  a  su madre por fin y teme que vuelva a desaparecer.
-¡Vladimiro, Vladimiro!
Se abrazó a él y le miró a los ojos ávidamente. Observé que la pobre había enflaquecido y se había puesto más pálida en aquellos últimos días.  El  cuello  de  encaje  que  llevaba  siempre parecía demasiado grande para ella.
El  doctor  estaba  un  poco  turbado,  pero  no tardó en recobrar su tranquilidad.
-¡Vamos, querida, cálmate! -le dijo a Cleopatra, acariciándole los cabellos. ¿Por qué estás tan nerviosa? ¡Ya me tienes aquí!
Hubo un silencio. Yo evitaba mirar a Blagovo.
Momentos después nos encaminamos a casa.
El doctor empezó a teorizar.
-La vida civilizada no ha empezado aún entre nosotros -decía, dirigiéndose a mí-. Los viejos aseguran que, en otro tiempo, hace cuarenta o cincuenta años, la vida era mucho más interesante, mucho más espiritual. Quizá sea verdad; pero a nosotros los jóvenes ni siquiera nos cabe el consuelo de recordar el pasado. No podemos hacernos  ilusiones.  Rusia,  según  nos  aseguran los libros de historia, comenzó a existir en 862; mas la Rusia civilizada, en mi sentir, todavía no existe.
Yo casi no prestaba atención a lo que decía.
Sólo pensaba en el secreto que acababa de descubrir. ¡Me parecía tan extraño que mi hermana Cleopatra estuviera enamorada, que abrazase a aquel  hombre  que  algún  tiempo  antes  le  era indiferente, y le mirase a los ojos llena de ternura!... ¡Mi hermana, un ser tímido, indolente, sin voluntad y sin valor, amaba a un hombre casado y con hijos!
Mi corazón se llenó de tristeza. Presentía que aquel amor no haría feliz a mi hermana.

1.014. Chejov (Anton)

No hay comentarios:

Publicar un comentario