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viernes, 27 de diciembre de 2013

Kashtanka - Cap III. Una nueva amistad, que resulta muy agradable

Cuando Kashtanka se despertó había ya luz y desde la calle llegaban ruidos que únicamente se oyen de día. En la habitación no había ni un alma.
Kashtanka se estiró, bostezó y, enfadado y sombrío, dio unas vueltas por la pieza. Olisqueó los rincones y los muebles, se asomó a la entrada y no encontró nada interesante. Además de la puerta que daba al recibidor, había otra. Después de pensarlo, Kashtanka arañó con ambas patas, la abrió y entró en el cuarto siguiente. Allí, en una cama y cubierto con su manta, dormía un cliente que él identificó con el desconocido de la víspera.
-Rrrr... -gruñó, pero, recordando el festín de la víspera, meneó el rabo y se dedicó a olisquear.
Pasó revista a la ropa y a las botas del desconocido y encontró que olían intensamente a caballo.
En el dormitorio había una nueva puerta, que también estaba cerrada.
Kashtanka arañó en ella, empujó con el pecho, la abrió e instantáneamente advirtió un olor extraño, muy sospechoso. Previendo un desagradable encuentro, sin cesar de gruñir y mirando a un lado y a otro, penetró en un pequeño cuarto, cuyas paredes estaban cubiertas por un papel muy sucio, y se hizo atrás, dominado por el miedo.
Había visto algo inesperado y espantoso. Con el cuello y la cabeza casi pegados al suelo, las alas desplegadas y palpando, avanzaba sobre él un ganso de plumaje gris. A un lado, sobre una colchoneta, había un gato blanco; al ver a Kashtanka se puso en pie de un salto, encorvó el espinazo y, con la cola tiesa y el pelo erizado, emitió un bufido.
El perro se asustó de veras, pero, para disimular el miedo que le dominaba, lanzó un sonoro ladrido y se arrojó sobre el gato. Este encorvó todavía más el espinazo, repitió el bufido y dio a Kashtanka un zarpazo en la cabeza.
El perro se hizo atrás de un salto, agachóse, alargó hacia el gato el hocico y ladró con voz lastimera; en este tiempo el ganso se le acercó por detrás y le dio un tremendo picotazo en el lomo.
Kashtanka se arrojó de un salto sobre el gato...
-¿Qué pasa ahí? -se oyó una voz sonora y enfadada, y en el cuarto entró el desconocido de batín y con un cigarro entre los dientes. ¿Qué significa esto? iCada uno a su sitio!
Se acercó al gato, le dio unas palmadas en el encorvado lomo y dijo:
-¿Qué significa esto, Fiódor Timoféich? ¿Os peleabais? iAh, viejo canalla! iÉchate!
Y, volviéndose hacia el ganso, gritó:
-iIván Ivánich, a tu sitio!
El gato se acostó dócilmente en su colchoneta y cerró los ojos. A juzgar por la expresión de su cara y sus bigotes, él mismo estaba descontento de haberse acalorado y de enzarzarse en la riña.
Kashtanka refunfuñó ofendido y el ganso estiró el cuello y empezó a hablar rápidamente, con pasión y vocalizando muy bien, pero sin que se le entendiese nada.
-Bueno, bueno -dijo el amo, bostezando. Hay que vivir en paz y buena amistad.
Hizo una caricia a Kashtanka y prosiguió:
-Y tú, canelo, no tengas miedo... son buena gente, no te harán nada malo. Pero, espera, ¿cómo te vamos a llamar? Porque no puedes estar sin nombre, amigo.
El desconocido lo pensó y dijo:
-Verás... Te vas a llamar Tío... ¿Comprendes? iTío!
Y, después de repetir varias veces la palabra«Tío», salió del cuarto. Kashtanka se sentó y se dedicó a observar. El gato permanecía inmóvil en la colchoneta, haciendo como que dormía. El ganso, con el cuello estirado, se removía en su sitio sin cesar de hablar, con el calor y la rapidez de antes, en su lenguaje. Parecía un ganso muy inteligente; después de cada parrafada se hacía atrás con un gesto de asombro, como admirado de su propio discurso...
Kashtanka lo estuvo escuchando un rato, contestó con un «rrrr...» y se dedicó a oler los rincones. En uno de ellos había un pequeño comedero en el que vio guisantes reblandecidos y unas cortezas de pan de centeno mojado en agua. Probó los guisantes, pero no le agradaron; probó las cortezas y le parecieron buenas. El ganso no se enfadó lo más mínimo al ver que un perro desconocido se comía sus alimentos; al contrario, se puso a hablar con más calor todavía, y para demostrar su confianza, se acercó él mismo al comedero y engulló unos cuantos guisantes.

1.014. Chejov (Anton)

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