Una madre
tenía tres hijos. Dos eran listos, pero el tercero no; y le llamaban Ivánushka
el bobalicón. Los listos estaban siempre ocupados: cazaban con cepos y con
lazo. Una vez trajeron muchos animales. El bobalicón se bajó entonces del
rellano de la estufa y gritó:
-¡Pero si
yo también he cazado un zorro, hermanos!
-¿Y dónde
está?
-Ahí en
el corral.
Se
asomaron los hermanos y vieron que había una pobre vieja muerta, atrapada en un
cepo.
Le
regañaron mucho, pero ya se sabe que regañar a un tonto es tiempo perdido.
Al poco
tiempo pensó casarse el mayor de los hermanos. Como los listos estaban siempre
ocupados y el bobalicón se pasaba el tiempo tumbado, le mandaron a él a comprar
todo lo necesario para la boda en el mercado del pueblo vecino.
El
bobalicón compró sal, carne y unos cinco o seis pucheros.
Regresaba
a su casa cuando vio a un perro bebiendo agua del río.
-¡Pobrecito!
-exclamó el bobalicón. Está bebiendo agua sin salar.
Agarró y
echó al río toda la sal que había comprado.
Siguió su
camino y unos cuervos, que vieron la carne, empezaron a girar sobre él
graznando. El bobalicón pensó que le saludaban. Cogió la carne y se la echó
diciendo:
-Tomad y
que os aproveche.
Anda que
te anda, se fijó de pronto en los postes que señalaban las verstas del camino.
-¡Infelices!
Estarán pasando frío, ahí parados, sin gorro... -se compadeció el bobalicón, y
los fue cubriendo con los pucheros.
Volvió
donde sus hermanos y les refirió todo lo que había hecho.
Los
hermanos se indignaron con él y le mandaron que no se moviera de casa.
-Eres tan
bobalicón, que no sirves para nada.
Llegó el
momento de que los novios fueran a recibir las bendiciones. El bobalicón se
quedó solo en la casa. Entonces cerró la puerta, volcó una barrica de kvas, se
metió en una artesa y, Iuánushka el bobalicón empuñando una espumadera, empezó
a bogar por la casa diciendo:
-A ver si
llego a tierra...
Regresaron
los recién casados de la iglesia y llamaron a la puerta:
-Abre,
bobalicón, que somos nosotros...
-Esperad
a que llegue a la orilla -contestó.
Los otros
no tuvieron más remedio que romper la puerta. En cuanto abrieron brotó el kuas
con tanta fuerza que los tiró al suelo...
Cuento popular ruso
1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)
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