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domingo, 11 de agosto de 2013

Foma Berennikov (1)

Erase una vieja que tenía un hijo tuerto llamado Fomá Berénnikov.
Un día fue Fomá a labrar. Viendo el jamelgo tan escuálido que tenía, le entró pena y se sentó muy cabizbajo... Allí cerca había un montón de estiércol y las moscas se arremolinaban encima zumbando. Fomá agarró una vara, pegó con ella en el estiércol y luego se puso a contar cuántas moscas había matado. Contó hasta quinientas, pero aún quedaban muchas. Fomá decidió que era imposible contarlas.
Fue hacia su caballo. Se habían posado en él doce tábanos. Fomá los mató a todos.
Regresó entonces Fomá Berénnikov donde su madre para pedirle su más devota bendición.
-De tropa menuda, he matado un número incalculable. Y, además, a doce recios bogatires. Déjame que emprenda grandes hazañas, mátushka. En cuanto a labrar la tierra, eso no es cosa de bogatires, sino de campesinos.
La madre le dio su bendición para grandes proezas y hazañas de bogatir.
Fomá se echó a la espalda una hoz mellada y del cinto se colgó un cuchillo, también mellado, dentro dé una funda de esparto.
Caminando por tierras desconocidas se encontró Fomá frente a un poste. Rebuscó en el bolsillo, donde no llevaba oro ni plata, pero sí un trozo de yeso y escribió en el poste: «Por aquí pasó el bogatir Fomá Berénnikov, que de un golpe mata a doce recios bogatires, sin contar un número infinito de gente menuda.» Luego siguió adelante.
Acertó a pasar por aquel camino Ilyá Múromets. Al leer lo que había escrito en el poste, dijo:
-Se ve la garra del bogatir: no gasta oro ni plata, sino yeso.
Entonces escribió él con plata: «Después de Fomá Berénnikov pasó por aquí el bogatir Ilyá Múromets.» Se conoce que aquellas palabras escritas con yeso le asustaron porque, cuando dio alcance a Fomá Berénnikov, le preguntó:
-¿Cómo debo caminar, recio bogatir Fomá Berénnikov? ¿Delante o detrás?
-Sigue detrás -contestó Fomá.
También llevaba el mismo camino Aliosha Popóvich. Divisó el poste desde lejos y la inscripción que fulguraba en él. Cuando leyó lo que habían escrito Fomá Berénnikov e Ilyá Múromets, sacó oro puro del bolsillo y añadió: «Después de Ilyá Múromets pasó por aquí Aliosha Popóvich el joven.» Luego dio alcance a Ilyá Múromets y le preguntó:
-Dime, Ilyá Múromets, dime: ¿debo caminar delante o detrás?
-Eso no me lo preguntes a mí, sino a Fomá Berénnikov, que es el hermano mayor.
Se adelantó Aliosha Popóvich el joven hasta Fomá Berénnikov:
-Bizarro guerrero Fomá Berénnikov: ¿dónde ordenas que vaya Aliosha Popóvich?
-Ve detrás.
De este modo fueron caminando por tierras desconocidas hasta llegar a unos vergeles. Ilyá Múromets y Aliosha Popóvich montaron sus blancas tiendas y Fomá Berénnikov colgó unos calzones.
Aquellos vergeles eran propiedad de un zar -zar de Prusia-, a quien había declarado la guerra el rey de China con seis recios bogatires. Conque el zar de Prusia le mandó a Fomá Barénnikov un despacho donde decía:
-A nos, zar de Prusia, ha declarado la guerra el rey de China. ¿Puedo contar con vuestra ayuda?
Fomá, que no andaba muy bien de letra y escritura, echó una ojeada al despacho, sacudió la cabeza y dijo:
-Está bien.
En esto, el rey chino había llegado ya muy cerca de la ciudad. Ilyá Múromets y Aliosha Popóvich, el joven, acudieron a Fomá Berénnikov:
-Ya está cerca de la ciudad para atacar al zar. Hay que ayudarlo. ¿Vas tú o nos mandas a nosotros?
-Ve tú solo, Ilyá.
llyá Múromets los mató a todos. Pero el rey de China volvió con seis bogatires más y un ejército inmenso. Ilyá Múromets y Aliosha Popóvich acudieron a Fomá Berénnikov:
-Dinos, Fomá Berénnikov, dinos, ¿vas tú o nos mandas a nosotros?
-Ve tú, hermano, Aliosha Popóvich el joven.
Fue Aliosha Popóvich el joven, destruyó el inmenso ejército y mató a los otros seis recios bogatires.
Entonces dijo el rey de China:
-Tengo todavía un bogatir. Lo reservaba para que continuara su raza, pero también le haré combatir ahora.
Conque trajo un ejército inmenso y, con él, a un recio bogatir, el que más apreciaba. A él le dijo el rey:
-El bogatir ruso no nos vence por la fuerza, sino por la astucia. Conque tú debes hacer todo lo que haga el bogatir ruso.
Ilyá Múromets y Aliosha Popóvich el joven acudieron a Fomá Berénnikov.
-¿Irás tú al combate o nos mandas a nosotros?
-Iré yo. Traedme mi caballo.
Los corceles de los bogatires andaban por el campo comiendo hierba mientras el jamelgo de Fomá se atiborraba de avena sin moverse del sitio. De tanto comer, ya tenía resabios, y, cuando Ilyá Múromets se acercó, empezó a tirarle coces y a morderle. Tanta rabia le dio a Ilyá Múromets que agarró de la cola al caballo de Fomá y lo arrojó por encima de la cerca.
-¡Cuidado no nos vea Fomá Berénnikov! -advirtió Aliosha Popóvich-. Iba a darnos una buena...
-Has de saber que la fuerza no está en el caballo, sino en el jinete -contestó Ilyá Múromets mientras conducía el jamelgo aquel a Fomá Berénnikov.
Fomá montó a caballo pensando: «Aunque me maten, lo prefiero al deshonor.» A todo esto, cabalgaba pegado a las crines de su montura y con los ojos guiñados.
Recordando las recomendaciones de su rey, el bogatir chino también se inclinó sobre las crines de su montura y guiñó los ojos.
Fomá se apeó del caballo, fue a sentarse encima de una piedra y empezó a afilar su hoz.
El bogatir chino le imitó: bajó de su fuerte corcel y empezó a afilar su sable. En esto vio que Fomá Berénnikov era tuerto de un ojo y pensó: «Si él ha cerrado un ojo, yo seré más listo y cerraré los dos.»
No hizo más que cerrarlos, y Fomá Berénnikov le cortó la cabeza. Luego se apoderó de su fuerte corcel y quiso cabalgarlo, pero no alcanzaba. Fomá lo ató entonces a un roble centenario, trepó por las ramas y se dejó caer desde arriba en la silla.
Al notar el golpe, el caballo pegó una espantada, arrancó el roble de cuajo y emprendió una loca carrera con todas sus fuerzas, arrastrando el roble gigantesco.
Fomá Berénnikov gritaba:
-¡Socorro! ¡Socorro!
Y los tontos de los chinos, que no entendían el ruso, huyeron espantados. En su carrera, el gigantesco caballo los pisoteaba y aplastaba con el roble centenario... ¡Hasta que terminó con todos!
El rey de China le envió entonces a Fomá Berénnikov un despacho diciendo:
-Nunca más guerrearé contra ti.
¿Qué más quería Fomá Berénnikov? En cuanto a Ilyá Múromets y Aliosha Popóvich, estaban admirados de él.
Finalmente se presentó Fomá ante el zar de Prusia.
-¿Qué recompensa prefieres? -le preguntó el zar. Puedo darte cuanto dinero desees o la mitad de mi hermoso reino o a mi hija, una linda princesa.
-Dame a la linda princesa y que asistan a la boda mis hermanos menores Ilyá Múromets y Aliosha Popóvich el joven.
Conque Fomá Berénnikov se casó con la linda princesa. De lo que se desprende que no sólo tienen suerte los bogatires. A menudo, el que más se jacta es el que sale mejor parado.

 Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)

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