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domingo, 11 de agosto de 2013

El prodigio prodigioso, maravilla maravillosa

Eranse un rico mercader y su esposa. El mercader negociaba en raros y valiosos artículos que llevaba todos los años a otros países. Una de las veces que cargaba su barco para salir de viaje, le preguntó a su mujer:
-Dime, encanto, qué deseas que te traiga de aquellas tierras.
-Me das tantos caprichos -contestó la mujer, que de todo tengo de sobra. Pero, si quieres mimarme todavía más y darme una sorpresa, cómprame un prodigio prodigioso que sea una maravilla maravillosa.
-Bueno. Te lo compraré si lo encuentro.
Embarcó el mercader hacia los confines de la tierra, hacia el más lejano de los países. Atracó junto a una ciudad grande y próspera donde vendió todas sus mercaderías, compró otras que cargó en su barco y echó a andar por las calles preguntándose dónde podría encontrar un prodigio prodigioso que fuera una maravilla maravillosa. En esto, se cruzó con un viejecillo.
-Muy triste y pensativo andas, buen hombre -le dijo.
-Sí que ando triste -contestó el mercader. Quiero comprarle a mi mujer un prodigio prodigioso, maravilla maravillosa, pero no sé dónde encontrarlo.
-¡Haberlo dicho en seguida! Ven conmigo: yo tengo ese prodigio prodigioso, maravilla maravillosa y te lo venderé, ya que tanto lo deseas.
Juntos fueron hasta casa del viejo.
-¿Ves ese ganso que anda por el patio? -Sí.
-Pues verás lo que pasa con él... ¡Eh, ganso, ven aquí!
El ganso entró en la casa. El viejecillo agarró una sartén.
-¡Eh, ganso, métete en la sartén!
El ganso se metió en la sartén. El viejecillo lo puso al fuego, lo asó y luego lo llevó a la mesa.
-Vamos, buen hombre, siéntate a comer. Pero no tires los huesos debajo de la mesa. Júntalos aquí todos en un montón.
Se sentaron a la mesa y entre los dos se comieron el ganso entero. El viejecillo recogió los huesos mondos, los envolvió en el mantel y los arrojó al suelo diciendo:
-¡Eh, ganso! Levanta, sacúdete las plumas y sal al patio.
El ganso se levantó, sacudió las plumas y salió al patio como si nunca hubiera estado en la lumbre.
-¡Verdaderamente, tienes un prodigio prodigioso que es una maravilla maravillosa! -exclamó el mercader, que acabó comprándoselo al viejo por un precio muy elevado.
El mercader llevó el ganso al barco y emprendió la vuelta a su tierra.
Ya en su casa, abrazó a su mujer y le entregó el ganso, explicándole que con él se podía comer asado todos los días de balde, porque después de asado revivía.
A la mañana siguiente se marchó el mercader a su tienda, y el amante de la mujer aprovechó para visitarla. Ella, tan contenta de ver al amado de su corazón, quiso ofrecerle un buen asado.
-¡Eh, ganso, ven aquí. -gritó asomándose a la ventana. El ganso entró en la casa.
-¡Eh, ganso, métete en la sartén!
Pero el ganso no obedeció, no se metió en la sartén. Muy enfadada, la mujer le pegó con el mango; pero un extremo del mango quedó inmediata-mente pegado al ganso y el otro extremo a ella, tan fuerte que no había modo de arrancarlo.
-¡Querido mío! -gritó la mujer. Arráncame de este mango de la sartén. Se conoce que ese maldito ganso está hechizado.
El amante agarró a la mercadera con las dos manos para arrancarla del mango de la sartén, pero quedó pegado a ella.
El ganso salió al patio, luego a la calle, tirando de ellos hacia las tiendas. Los dependientes que los vieron corrieron a desprenderlos, pero todo el que los tocaba se quedaba también pegado. La gente comenzó a juntarse alrededor, contemplando aquel prodigio. Como todos, el mercader salió de su tienda y comprendió que algo raro pasaba. ¿Qué hacía aquel hombre pegado a su mujer?
-Dime toda la verdad -exclamó, o te quedarás así para siempre.
La mercadera tuvo que confesar su culpa. El mercader los separó entonces, le dio una paliza al amante y se llevó a la mujer a su casa, donde la molió a golpes diciendo:
-¡Toma prodigio prodigioso! ¡Toma maravilla maravillosa!

Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)

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