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domingo, 11 de agosto de 2013

El soldado y el bandolero

Eranse un hombre y una mujer. El hombre se dedicaba a asaltar a la gente por los caminos, y su mujer le ayudaba. Un día que se marchó él a robar como siempre, la mujer se quedó sola en casa. Precisamente entonces pasaba por la aldea un soldado. Llamó a la ventana pidiendo:
-¿Podría pasar aquí la noche, buena mujer?
-Pasa.
El soldado entró en la casa, se quitó la mochila y se acostó. Al poco rato volvió el marido. Al ver al soldado, dijo:
-Gracias a Dios, se ha entrado por la puerta lo que no he encontrado en el gran camino.
Se sentó a cenar y le mandó a la mujer:
-Despierta al soldado. Quiero que cene conmigo.
Conque el soldado se sentó a la mesa. El hombre le sirvió un vaso de vino, que él se bebió, luego le sirvió otro que también se bebió, pero al tercero se negó a seguir bebiendo.
-¡Déjate de artimañas! Bebas o no bebas, de todas formas morirás -advirtió el hombre.
Luego sacó un hacha de debajo de la mesa y dijo:
-Encomiéndate a Dios, soldado, porque poco te queda de vida.
El soldado se puso a pedir y a suplicar casi de rodillas que no lo matara, pero el otro no se ablandaba. Entonces cayó de hinojos ante los santos iconos y empezó a rezar con gran celo y devoción, arrepintiéndose de todos sus pecados.
-Termina de rezar, que ya es hora.
Pero el soldado continuaba con sus oraciones.
Alguien golpeó de pronto en la ventana, y una voz desconocida gritó:
-¡Eh, soldado! ¿Por qué tardas tanto? Llevo mucho tiempo esperándote.
El hombre soltó el hacha del susto. Entonces el soldado se puso la mochila, salió al porche, donde encontró una carreta tirada por tres recios caballos que arrancaron en cuanto subió él y, en nada de tiempo, lo dejaron delante de la casa de su padre. Carreta y caballos desaparecieron entonces como por ensalmo.
El soldado dio las gracias a Dios por haberle salvado.Entró en la casa. El padre y la madre se llevaron una gran alegría al verle. Todo se les hacía poco para agasajarle.
Llevaba dos días el soldado en casa de sus padres cuando, al tercero, llegó el mismo hombre que había querido matarle. Resultó que aquel bandolero estaba casado con una hermana del soldado, pero éste no lo sabía ni ella le había reconocido.
La madre puso en seguida la mesa, empezaron a comer, a beber... Pero el bandolero comprendió que las cosas se ponían feas para él y no probaba la bebida que le ofrecía el soldado. Entonces dijo éste:
-Bebas o no bebas, de todas formas morirás.
  ¡Por Dios santo, hijo! ¿A qué vienen esas amenazas? -le reprendieron el padre y la madre.
El soldado les refirió todo lo ocurrido. Entonces agarraron al bandolero, le pusieron grilletes y le mandaron a la cárcel.

Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)

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