Eranse un
zar y su esposa que tuvieron un hijo.
Habiéndose
ausentado el zar, mientras estaba fuera ocurrió una desgracia: desapareció el
zarévich. Le buscaron a más y mejor por todas partes, pero fue como si se le
hubiera tragado la tierra. Nadie encontró ni huella de él.
El zar y
su esposa le lloraron mucho tiempo.
Transcurrieron
así quince años y entonces le llegó al zar la noticia de que, en cierta aldea,
un campesino había encontrado a un niño que era un prodigio de hermosura y de
inteligencia.
El zar
ordenó que trajeran inmediatamente a aquel hombre. Ya en palacio empezaron a
preguntarle cuándo y dónde había encontrado a aquel niño. El campesino contestó
que lo había encontrado quince años atrás en un redil, envuelto en lujosos
pañales.
Según
todos los indicios, aquél era el hijo del zar.
Conque le
mandó el zar al campesino:
-Dile al
muchacho que encontraste que venga a verme: ni desnudo ni vestido, ni a pie ni
a caballo, ni de día ni de noche, sin entrar en el patio ni quedarse en la
calle.
El
campesino regresó a su casa llorando y le preguntó al muchacho cómo podría
hacer aquello.
-La cosa
no tiene mucha picardía -contestó el chico. Se le puede encontrar solución.
Conque se
desnudó de pies a cabeza, se echó por encima una red, montó en un macho cabrío,
llegó a palacio al atardecer y traspuso el portón montado en el macho cabrío de
modo que las patas de delante estaban dentro del patio y las de atrás en la
calle.
-¡Este es
mi hijo! -exclamó el zar al verle.
Cuento popular ruso
1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)
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