Malo es
para una mujer joven tener un marido viejo. Y malo es para un viejo tener una
mujer joven. Todo lo que él dice le entra por un oído y le sale por el otro. Es
capaz de embaucarle en su propia cara, de salir seca del agua clara. Y aunque
el marido conozca todas sus mañas, siempre es ella quien le engaña.
A un buen
viejo le tocó en suerte una mujer joven y muy pícara. A la menor reprimenda,
ella contestaba:
-¡El
viejo gandul! A ti no habría que darte de comer ni de beber ni camisa limpia
que poner.
Y si no
se aguantaba, si intentaba protestar, era peor todavía. Conque quiso
escarmentarla. Fue al bosque, volvió con un haz de leña y dijo:
-¡Qué
cosas tan asombrosas ocurren en el mundo! Hay en el bosque un viejo roble que
me ha adivinado todo lo pasado y que me ha dicho, además, lo que aún me
ocurrirá.
-¡Ay,
también quiero ir yo! Ya sabes, viejo, que se nos mueren las gallinas, que los
otros animales no engordan... Voy a charlar con el roble a ver qué me dice.
-Pues
date prisa. Aprovecha que ahora habla, porque, cuando se calle no habrá manera
de sacarle una palabra más.
Mientras
se preparaba la mujer, el viejo se le adelantó para esperarla metido en un
agujero del roble.
Llegó la
mujer, se hincó de rodillas delante del roble y empezó a rogarle y suplicarle:
-Roble
frondoso del bosque, roble adivino y parlante: dime lo que debo hacer. Yo no
quiero amar a un viejo. Yo le quiero dejar ciego. ¿Qué pócima servirá para que
llegue a cegar?
-Deja los
mejunjes, que nunca han servido -contestó el roble, pero abre el ojo para la
comida. Ponle una gallina asada, y con crema aderezada..No escatimes nada. Que
coma todo cuanto quiera y tú a la mesa ni te sientes siquiera. Dale arroz con
leche, y que esté bien dulce. Que coma, no te preocupes. Luego, una fuente de
rosquillas hechas con mantequilla... Que coma, que coma a su antojo, y verás
cómo ciegan sus ojos.
Volvió la
mujer a su casa y encontró al marido quejándose en el rellano de la estufa.
-¿Qué te
pasa, viejecito mío? ¿Te duele algo otra vez? ¿Otra vez te has puesto enfermo?
¿Quieres que ase una gallina y amase unas rosquillas hechas con mantequilla?
¿Te parece bien?
-Pues sí
que me gustaría; pero, ¿no está la despensa vacía?
-Tú no te
apures por eso. Mira que aunque no lo creas, me preocupas de veras. Come y bebe
cuanto quieras.
-Siéntate
y come también.
-¡Deja,
hombre! ¿Para qué? Tú eres quien debe comer. Yo, por mi parte, con un cantero
tengo bastante.
-¡Ay!
Aguarda: dame un vaso de agua.
-Encima
de la mesa está la jarra.
-¿Dónde?
No la veo por aquí.
-Delante
mismo de ti.
-¿Pero
dónde? ¡Si todo es oscuridad!
-Mejor
será que te vuelvas a acostar.
-Y la
estufa, ¿dónde está? Tampoco la puedo encontrar.
El viejo
hizo como si quisiera meterse de cabeza en la boca de la estufa.
-¿Estás
ciego? ¿Qué te pasa?
-¡Ay,
Dios castiga la gula! De tanto comer, he dejado de ver.
-¡Qué
pena me da! Pero acuéstate. Yo voy a un recado; pronto volveré.
Salió
toda presurosa a invitar a sus amistades y se organizó una gran comilona. Tanto
bebieron, además, que el vino llegó a faltar. Corrió la mujer a traer más.
Entonces
el viejo, viendo que no estaba su mujer y que los invitados se habían
adormilado de tanto comer, se bajó del rellano de la estufa y empezó a
atizarles -a unos en la cabeza, a otros en las costillas-, hasta que los dejó
patitiesos. Entonces le metió una rosquilla a cada uno en la boca, como si se
hubieran estrangulado ellos solos al comer, y volvió al rellano de la estufa a
descansar.
La mujer
regresó a casa y se quedó helada al ver aquel cuadro: todos sus amigos yacían
como pajarillos, con una rosquilla entre los dientes. Se puso a buscar una
solución, a cavilar en lo que podría hacer con los cadáveres.
Acertó a
pasar por allí un tonto.
-¡Eh, tú,
escucha! -gritó la mujer-. Toma una moneda de oro y sácanos de este apuro.
El tonto
cogió el dinero y se llevó los cadáveres. A unos los echó al río por un prórub[1], a otros
los recubrió de lodo... En fin, que los hizo desaparecer y borró todas las
huellas.
Cuento popular ruso
1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)
[1] Prórub: Agujero que se abre en el hielo cuando los ríos quedan
totalmente congelados, para poder sacar agua.
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