Vivían una vez tres hermanos: dos
eran listos y el otro bobo. Los hermanos listos marcharon a otras ciudades a
realizar ciertas compras. Antes de partir, le dijeron a Emeliá: Obedece a nuestras
esposas y respétalas como se respeta a una madre. Nosotros te compraremos unas
botas rojas, un kaftán rojo y una
camisa rosa.
-Está bien. Así lo haré.
Los hermanos explicaron al bobo
todos los trabajos que debía hacer mientras estuvieran ellos ausentes, y
emprendieron la marcha. Inmediata-mente, el bobo se tumbó a descansar en el
rellano de la estufa.
-¿Qué haces ahí, so tonto? -se
indignaron las cuñadas. Tus hermanos te han dicho que nos obedezcas y que
tengas consideación con nosotras. Y que si te portas bien te traerán regalos.
Eso es lo que han dicho, y no que te estés tumbado sin hacer nada. Trae unos
cubos de agua por lo menos.
El bobo agarró dos cubos y fue al
río. Los llenó y, al sacarlos, vio que había caído un lucio en uno de ellos.
«¡Gracias a Dios! -pensó. Ahora lo guisaré y me regalaré yo solo. Mis cuñadas
no lo van a catar. Estoy enfadado con ellas.»
Pero en esto oyó que le decía el
lucio con palabra humana:
-No hagas eso, Emeliá. Si no me
matas y me echas de nuevo al agua, yo aseguraré tu suerte.
-¿Qué clase de suerte? -quiso saber
el bobo.
-Pues... la suerte de que se
cumplan todos tus deseos. Para que te quede claro, vamos a hacer una prueba.
Repite estas palabras: «Porque así lo manda el lucio, porque así lo quiero
yo... que los cubos vuelvan solos a casa y se pongan en su sitio.»
Apenas pronunció el bobo estas
palabras, los cubos volvieron solos a la casa y se colocaron en su sitio. Las
cuñadas se quedaron asombradas al ver aquello.
-¡Y decían que era bobo!
-exclamaron. Este sabe más que nadie. ¿Cómo habrá conseguido que los cubos
vinieran solos y se colocaran en su sitio?
Emeliá-el-Bobo volvió del río y se
tumbó otra vez. Las cuñadas arremetieron de nuevo contra él.
-¿Qué haces ahí tan repantingado?
Se nos ha terminado la leña. Tienes que ir al bosque a cortar más.
El bobo cogió dos hachas, se montó
en el trineo sin enganchar el caballo y murmuró:
-Porque así lo manda el lucio,
porque así lo quiero yo... que vaya el trineo al bosque.
Y el trineo partió tan rápido como
si tirase de él alguna caballería. El bobo tenía que pasar por la ciudad. A la
velocidad que iba el trineo, y sin caballo, atropelló a un montón de gente.
-¡A ése, a ése! -gritaban desde
todas partes, pero sin lograr darle alcance.
El bobo llegó al bosque, se apeó del
trineo y se sentó en un tronco caído.
-Que un hacha abata los árboles
-dijo- y la otra parta la leña.
Así que quedó la leña partida y
apilada en el trineo, murmuró el bobo:
-Que un hacha me corte ahora una
estaca.
Una de las hachas se apartó y le
cortó una estaca. La estaca llegó junto al trineo y se montó en él. El bobo
también se subió al trineo, emprendió el camino de vuelta por la ciudad, pero
se encontró con que la gente se había juntado y estaba acechándole hacía ya
mucho tiempo.
-Porque así lo manda el lucio,
porque así lo quiero yo -dijo entonces el bobo, que la estaca dé una pasada
por esas espaldas.
La estaca se apeó del trineo,
empezó a pegar de plano y de refilón, y dejó derrengadas a muchas personas, que
caían al suelo como fardos. Habiéndose librado así el bobo de los que le acechaban,
llegó a su casa, ordenó a la leña que se apilara en la leñera. y él se subió al
rellano de la estufa.
Las gentes de la ciudad elevaron al
rey una querella contra el bobo, diciendo entre otras cosas:
-Dondequiera que se intente su
captura, habrá de hacerse con astucia y mesura, aunque lo mejor será prometerle
prendas rojas: botas, camisa y kaftán.
Así prevenidos, los guardias reales
que fueron a buscarle dijeron:
-Preséntate al rey, que te quiere
dar unas botas rojas. un kaftán rojo y una camisa roja.
El bobo murmuró entonces:
-Porque así lo manda el lucio,
porque así lo quiero yo, que la estufa me conduzca ante el rey.
La estufa se puso en marcha y
condujo al bobo a presencia del rey. Tenía ya intención el rey de mandarle
ejecutar, pero a la princesa, su hija, le gustó el bobo y pidió a su padre que
la casara con él. Muy enfadado, el rey los casó, pero en seguida dio orden de
que los encerrasen en un barril embreado y echaran el barril al agua. Su orden
fue cumplida.
Llevaba mucho tiempo el barril
flotando sobre el mar, cuando la mujer del bobo acabó rogándole:
-¿No podrías hacer algo para que
este barril salga a la orilla?
Emeliá murmuró:
-Porque así lo manda el lucio,
porque así lo quiero yo, que este barril salga a la orilla y reviente allí.
Cuando salieron del barril, la
mujer de Emeliá empezó a pedirle que construyera una cabaña.
El bobo murmuró:
-Porque así lo manda el lucio,
porque así lo quiero yo, que aparezca un palacio de mármol, precisamente frente
al palacio del rey
Su deseo quedó cumplido al
instante.
Por la mañana, cuando el rey vio
aquel palacio nuevo, mandó a preguntar quién lo habitaba. Enterado de que allí
estaba su hija, en seguida quiso que fuera a verle en compañía de su esposo.
Ellos acudieron y el rey les dio su perdón. Desde entonces vivieron juntos,
felices y en la opulencia.
Cuento popular ruso
1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)
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