Eranse un hombre y una mujer que
tenían tres hijos: dos listos y el otro tonto. Este se llamaba Iván, y de apodo
Ceniza. Había estado tendido doce años sobre las cenizas. Cuando al fin se levantó
y se sacudió, de él se desprendieron seis puds de cenizas.
En el reino donde vivía Iván
siempre era de noche por el maleficio de un culebrón. Conque Iván decidió
destruir a aquel culebrón y le dijo a su padre:
-Hazme una estaca de cinco puds.
Iván agarró la estaca, salió al
campo, la lanzó al aire y volvió a su casa. Al día siguiente fue Iván al campo,
al mismo sitio donde había lanzado la estaca al aire, levantó la cabeza y,
cuando la estaca cayó desde lo alto, le pegó en la frente y se partió en dos.
Iván regresó a su casa y le dijo al padre:
-Hazme otra estaca, pero de diez puds.
Iván agarró la estaca, salió al
campo, la lanzó al aire y la estaca estuvo volando tres días y tres noches. Al
cuarto día volvió Iván al mismo sitio y, cuando vio que la estaca bajaba
volando, adelantó una rodilla: la estaca se partió en tres pedazos. De vuelta
a su casa, Iván hizo que su padre le cortara otra estaca, pero de quince puds.
Luego la agarró, fue al campo y la lanzó al aire. Esta estaca estuvo volando
seis días. Al séptimo marchó Iván al mismo sitio: la estaca bajaba volando, y
le pegó en la frente tan fuerte que se la abolló.
Esta servirá contra el culebrón -dijo entonces Iván.
Hizo sus preparativos y marchó con
sus hermanos a luchar contra el culebrón. Anda que te anda, llegaron hasta una
casa con patas de gallina, que era donde vivía el culebrón. Se detuvieron allí
cerca. Iván colgó sus manoplas y les dijo a los hermanos:
-Cuando veáis que mana sangre de
mis manoplas, acudid en seguida en mi ayuda.
Luego fue hacia la casa y se
escondió debajo de un puente. En esto llegó un culebrón de tres cabezas. El
caballo tropezó, el perro ladró y el halcón aleteó.
-¿Por qué tropiezas, caballo, por
qué ladra el perro y aletea el halcón? -preguntó el culebrón.
-¿Cómo no voy a tropezar -contestó
el caballo, si debajo del puente está Iván Ceniza?
-Sal de ahí, Iván -dijo entonces el
culebrón: vamos a medir nuestras fuerzas.
Iván salió y empezaron a pelear.
Iván mató al culebrón y se escondió otra vez. En esto llegó otro culebrón, éste
de seis cabezas, y también lo mató; pero, ya llegaba otro, de doce cabezas.
Iván se puso a pelear con él y le cortó nueve cabezas: al culebrón se le
agotaron las fuerzas. Pero vieron un cuervo que venía volando y gritando:
«¡Sangre! ¡Sangre!». El culebrón le dijo:
-Vuela donde está mi mujer, y ella
devorará a Iván Ceniza.
Pero él le dijo:
-Vuela donde están mis hermanos y
diles que vengan. Nosotros mataremos a este culebrón y te daremos su carne.
El cuervo hizo caso a Iván, corrió
donde estaban sus hermanos y se puso a graznar sobre sus cabezas. Los hermanos
se despertaron al oír el grito del cuervo y corrieron en ayuda de Iván.
Mataron al culebrón, agarraron una de sus cabezas y entraron con ella en su
casa. Allí partieron el cráneo, y entonces se hizo de día en todo el reino.
Después de matar al culebrón, Iván
partió para su casa con sus hermanos, pero se le habían olvidado las manoplas.
Les pidió a sus hermanos que le esperaran un poco, y volvió a buscarlas. Cerca
ya de la casa vio que la mujer y las hijas del culebrón estaban hablando entre
ellas. Se transformó en gato, empezó a maullar al lado de la puerta y ellas le
dejaron entrar, de manera que se enteró de todo lo que decían. Luego agarró
las manoplas, escapó de allí y se reunió con sus hermanos. Iban galopando
cuando, de pronto, apareció una pradera verde y, en la pradera, unos cojines
de seda.
-Vamos a dejar que los caballos
pasten un poco mientras nosotros descansamos -dijeron los hermanos.
-Esperad un poco -advirtió Iván.
Agarró la estaca y la descargó sobre los cojines, de los que empezó a fluir
sangre.
Siguieron su camino hasta
encontrarse delante de un manzano cuyos frutos eran de plata y de oro.
-Vamos a comernos una manzana cada
uno -dijeron los hermanos.
-Esperad que pruebe yo -advirtió
Iván. Agarró la estaca y la descargó sobre el manzano, del que empezó a fluir
sangre.
Continuaron adelante hasta que se
encontraron delante de una fuente.
-Bebamos de este agua -dijeron los
hermanos.
-Esperad, hermanos míos -advirtió
Iván. Agarró la estaca y pegó con ella en la fuente, cuya agua se convirtió en
sangre.
Porque el prado, los cojines, el
manzano y la fuente eran las hijas del culebrón.
Después de matar a las hijas del
culebrón, Iván y sus hermanos siguieron camino de casa, cuando vieron que los
perseguía la serpiente. Llegaba volando, con las fauces abiertas desde el
cielo hasta la tierra, y quería engullir a Iván. Iván y sus hermanos le arrojaron
tres puds de sal: Ella se los tragó, pensando que era Iván Ceniza. Pero, al
notar por el sabor que la habían engañado, se lanzó con más furia detrás de
ellos.
Viendo que ya iba a alcanzarle,
Iván soltó a su caballo y se escondió detrás de doce puertas en la herrería de
Kuzma y Damián. La serpiente llegó volando y exigió:
-Entregadme a Iván Ceniza.
-Atraviesa con tu lengua las doce
puertas y llévatelo -contestaron los herreros.
La serpiente se puso a lamer las
puertas. Mientras, ellos calentaron pinzas al rojo vivo y, en cuanto asomó la
lengua, la agarron y se pusieron a darle de martillazos.
Después de matar a la serpiente,
los hermanos la quemaron, esparcieron sus cenizas al viento y regresaron a su
casa. Vivieron felices y contentos, festejando y divirtiéndose, bebiendo vino e
hidromiel. Yo estuve allí, también bebí, y aunque en la boca no me entró, por
la barba chorreó.
Cuento popular ruso
1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)
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