Allá en
tiempos remotos y años lejanos, en la hermosa primavera y el verano caluroso,
padeció el mundo una plaga a la que nadie escapaba: nubes de mosquitos
arremetían contra la gente y a picotazos hacían correr su sangre.
Pero una
brava araña mizguir, que apareció por
allí, empezó a mover las patas, muy diligente, y con gran habilidad fue
colocando redes en los sitios por donde moscas y mosquitos solían revolotear.
La sucia
mosca, animal asqueroso, echó a volar, tropezó, y fue a parar a la red del mizguir, que se puso a pegarla,
vapulearla y estrangularla.
-¡Bátiushka mizguir! -suplicó
la mosca. No me mates. Dejaría a muchos huerfanitos que tendrían que ir
pidiendo de casa en casa, perseguidos por los perros.
El mizguir la soltó. Ella echó a volar,
zumbando, y avisó a todos los mosquitos y moscas.
-¡Escuchadme!
Escondeos bajo la corteza del pobo: ha aparecido un mizguir, ha comenzado a mover las patas, muy diligente, y con gran
habilidad ha ido colocando redes en los sitios por donde moscas y mosquitos
solemos revolotear.
Todos se
escondieron bajo la corteza del pobo, y allí se quedaron como si estuvieran
muertos.
El mizguir echó a andar y encontró a un
grillo, una cucaracha y una chinche. Les dijo:
-Tú,
grillo, súbete a una pella de tierra a fumar tabaco; tú, cucaracha, toca el
tambor y tú, chinche, métete bajo la corteza del pobo y haz correr la voz de
que el mizguir, el valiente y apuesto
mozo, ha perdido la vida; que le mandaron a Kazán y allí le cortaron la cabeza
de un golpe tan tremendo que se partió el tajo.
El grillo
se subió a una pella de tierra a fumar tabaco, la cucaracha tocó el tambor, la
chinche se metió bajo la corteza del pobo y dijo:
-¿Qué
hacéis ahí, encogidos como si estuvierais muertos? Habéis de saber que el mizguír, el valiente mozo, ha perdido la
vida: le mandaron a Kazán y allí le cortaron la cabeza de un golpe tan tremendo
que se partió el tajo.
Todos se
alegraron mucho, se santiguaron tres veces y echaron a volar, pero tropezaron
y fueron a parar a la red del mizguir, que dijo:
-¡Qué
pequeñitos sois! Debíais venir a verme más a menudo. ¡Ojalá vinierais por aquí
más a menudo, a beber cerveza y vino, sin olvidarse de los demás!
Cuento popular ruso
1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)
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