Erase una vez una anciana, ya habrás visto antes a
alguna anciana mendigar, ¿verdad? Pues bien, esta mujer mendigaba también, y
cuando le daban algo, entonces decía: «Que Dios os lo pague.» La mendiga se acercó
a la puerta, y he ahí que había un simpático diablillo de muchacho delante del
fuego que se estaba calentando. Amablemente el muchacho le dijo a la pobre
anciana que estaba temblando ante la puerta: «Pasad, abuela, y calentaros.» Se
acercó ella, pero fue a arrimarse tanto al fuego que sus viejos harapos
comenzaron a arder, sin que ella se diera cuenta. El muchacho estaba allí
parado y lo veía, debería haberlo apagado, ¿verdad? ¿Verdad que debería
haberlo apagado? Y si le hubiese faltado el agua, debería haber reunido todo el
agua de su cuerpo y haberla vertido en forma de lágrimas a través de sus ojos,
ello habría dado dos hermosos arroyos para apagarlo.
1.018. Grimm (Jacob y Wilhem) - 038
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