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jueves, 10 de abril de 2014

La anciana mendiga

Erase una vez una anciana, ya habrás visto antes a alguna anciana mendigar, ¿verdad? Pues bien, esta mujer mendigaba también, y cuando le daban algo, entonces decía: «Que Dios os lo pague.» La mendiga se acercó a la puerta, y he ahí que había un simpáti­co diablillo de muchacho delante del fuego que se estaba calentando. Amablemente el muchacho le dijo a la pobre anciana que estaba temblando ante la puerta: «Pasad, abuela, y calentaros.» Se acercó ella, pero fue a arrimarse tanto al fuego que sus viejos harapos comenzaron a arder, sin que ella se diera cuenta. El muchacho estaba allí parado y lo veía, de­bería haberlo apagado, ¿verdad? ¿Verdad que debe­ría haberlo apagado? Y si le hubiese faltado el agua, debería haber reunido todo el agua de su cuerpo y haberla vertido en forma de lágrimas a través de sus ojos, ello habría dado dos hermosos arroyos para apagarlo.

1.018. Grimm (Jacob y Wilhem) - 038

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