Cuán afortunado es el amo, y cuánto provecho ha de
conocer su propiedad, si dispone de un mozo sabio que escucha sus palabras,
pero que no actúa en consecuencia, sino que hace lo que su propia sabiduría le
dicta. Un tal Juan así de sabio fue una vez enviado por su amo a buscar una
vaca que se le había perdido. Mucho tardaba en regresar y el amo pensó: «Este
fiel Juan se toma las cosas con calma en su trabajo.» Pero cuando ya parecía
que no iba a volver nunca, el amo temió que algo le hubiese ocurrido, y se puso
personalmente en camino para ver lo que le había sucedido. Largo rato tuvo que
estarle buscando, hasta que por fin le vislumbró corriendo de un lado a otro
de un gran campo. «Bien, querido Juan», dijo el amo, una vez le hubo alcanzado,
«¿has encontrado a la vaca que te he mandado buscar?» «No, mi amo», contestó
él, «la vaca no la he encontrado, ni tampoco la he buscado.» «¿Qué es lo que
has estado buscando entonces, Juan?» «Algo mejor, y eso sí lo he encontrado,
afortunadamente.» «¿Y ello qué es, Juan?» «Tres mirlos», respondió el mozo. «¿Y
dónde están», preguntó el amo. «A uno lo estoy viendo, al otro lo oigo, y al
tercero lo estoy persiguiendo», contestó el mozo sabio.
Tomad ejemplo de ello, no os preocupéis por vuestro
amo o por sus órdenes; mejor haced aquello que se os ocurra y que os apetezca,
que entonces actuaréis con tanta sapiencia como el sabio Juan.
1.018. Grimm (Jacob y Wilhem) - 038
No hay comentarios:
Publicar un comentario