Llegó una vez el zorro a un prado en el que había un
grupo de gansos hermosos y gordos. Riendo abiertamente, dijo: «No he podido
venir más a tiempo. Estáis tan bien juntitos que me puedo comer uno tras otro.»
Los gansos cloquearon de miedo, comenzaron a dar saltos y a lamentarse, y
suplicaron amargamente por sus vidas. Mas el zorro no quería saber nada y
dijo: «No hay piedad posible, debéis morir.» Por fin, uno de los gansos juntó
todo su valor y dijo: «Si nosotros, pobres gansos, hemos de perder la vida tan
jóvenes y hermosos, concédenos un último favor y permítenos rezar al menos una
oración, a fin de que no muramos en pecado. Cuando acabemos, nos colocaremos en
fila para que puedas ir escogiendo al más gordo cada vez.» «Bien», dijo el
zorro, «ello es justo y, además, un deseo piadoso. Rezad, que aguardaré hasta
que terminéis.» Entonces el primero comenzó con una oración harto extensa, que
decía siempre: «Clo, clo.» Como no acababu de concluirla, el segundo no esperó
hasta que le llegara su turno, sino que empezó también a exclamar: «Clo, clo.»
Le siguieron el tercero y el cuarto, y no tardaron mucho en estar todos juntos
cloqueando. (Y cuando hayan terminado de rezar, este cuento seguirá; mas ha pasado
el tiempo y aún siguen todos rezando.)
1.018. Grimm (Jacob y Wilhem) - 038
No hay comentarios:
Publicar un comentario