Luego mi mano con la suya, aprieta,
y me dice: -Señor, yo soy Fulano:
vuesa merced me tenga por poeta.
y que a Boscán estimo en una paja,
porque entiendo un poquito de
Toscano.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Poeta soy también, y estimo el
sello.
más que un oidor reciente su
garnacha.
(D. ESTEBAN MANUEL DE VILLEGAS.)
al escribir, Manuel, aquella carta
con tanto ripio y tanta grosería.
Ya vi que de tu mente no se aparta
cierta broma ligera, donde digo
que es fuerza que tu ingenio se nos
parta;
Pues la musa no en todo esta
contigo,
eres mitad poeta, a lo que
entiendo,
mitad me fuiste mal amigo.)
Libro que me regalan, no lo vendo,
por más que muchas veces no lo lea,
y a la cortés dedicatoria atiendo
Del tomo que mi orgullo lisonjea,
en que me ofreces de tu musa el
fruto,
olvidando mi broma y la pele
Allí supones que placer disfruto
de tus versos buscando la lectura,
y a tal supuesto callo, y no
refuto.
Mas luego dices que mi prosa dura
(dura la llamo yo) también te
agrada,
y esto lisonja ya se me figura.
-Porque del libro aquel no escribí
nada,
porque la adulación eché en olvido,
según costumbre mía inveterada,
¿Vuelvo a ser mal clarín, vate
manido,
y todo lo peor que me dijiste
primero de llevar tu merecido?
Si perdonar no sabes, ¿por qué
diste
a olvido peligroso aquel soneto
del gran Quevedo, en que tu imagen
viste?
¿Y ahora quieres tratarme con
respeto?
¡y me llamas poeta detestable
y clarín destemplado y mal sujeto!
Purga de tu memoria deleznable
la culpa grave de tener en cuenta
de mis versos el fruto miserable,
Y olvidar el soneto que comenta,
con ayuda del numen de Quevedo,
milagros de aquel santo y su parienta!
-Mucho me temo que me tengas miedo
adulándome en libros que regalas,
y después atacando sin denuedo.
Miedo a que aplique a tus mediocres
alas
-que al cielo, según dices, no han
subido-
las tijeras que cortan falsas galas
De errores de gramática y sentido;
de errores como aquellos que
chorrea
la epístola que a tantos has leído.
No cabe en rima, aunque tan mala
sea
como ésta que por broma te
enderezo,
corregir de tus ripios la ralea;
Ni mostrarte, al pasar, cada
tropiezo
de esas tus alas que, esquivando el
lodo,
-conforme en esa epístola lo rezo-
Como pies de aguador, lo pisan
todo;
mas todo lo andaremos en las notas,
donde a tu musa até codo con codo.
Pues, tal como hay galeotes, hay galeotas;
y galeota fue tu musa impía;
que hoy se visten de musas muchas
sotas.
Loco por la citada filautía,
-palabra del hermano de Lupercio,
y que fuera muy culta siendo mía,
Aunque yo te mejoro en quinto y
tercio,
llamándote poeta por quebrados
(Gaspar, Ramón y tú sois un
sestercio);
Loco de vanidad, por tus pecados,
hablas de inspiración y de
Hipocrenes,
y juras que sesteas en los prados
Donde brota Aganipe, y de allá
vienes;
y metiendo el incesto en lo divino
-santa ignorancia por disculpa
tienes-
Sin sospechar siquiera el desatino,
das por hecho que el hijo de Latona
enlaza al de Talía su destino!
Y aún la quieres echar de gran
persona,
y de Helicón, al presumir,
grotesco,
la vanidad vecino te pregona;
¡Y no sabes siquiera el parentesco
que ligaba al de Claros con
Talía!...
-¡Hipocrenes a mí! ¡Pues estás
fresco!
Conmigo no te sirve la osadía,
y he de decirte, ya que lo
prefieres,
lo que vale tu pobre chirimía.
Tú mismo nos declaras que no eres
digno de levantar al alto cielo
alas, que cerca de la tierra
quieres.
Gallináceo no más tienes el vuelo:
no es la tuya la musa verdadera,
no amiga de sonaja y morteruelo;
La poesía que llamó sincera
Cervantes inmortal, la que no halla
vestida de
color de primavera;
La que no
sirve nunca a la canalla;
no la populachera y maldiciente,
que es la que mas ignora y menos calla,
Y clava en el honor su único
diente;
como la tuya, falsa, torpe y vieja,
que con sonetos paga el
aguardiente,
Y ni tabanco ni taberna deja;
grande amiga de bodas y bautismos,
trovadora, maligna y trafalmeja.
(Casi repito tus conceptos mismos,
al decir que gustosa se rebaja
esquivando del cielo los abismos.)
Tu plectro es de Albacete, y pincha
y raja,
y jamás las Piérides amaron
forminge que se tañe con navaja.
En cambio, ¡cuántos vulgos te
alabaron!
Baco, donde tú estás, su gusto anuncia,
y tus sonetos fáciles brotaron
Donde hay mantel y brindis se
pronuncia.
-Tu musa es el factor de toda
fiesta,
y nunca a que improvises se
renuncia
Allí do calla inspiración honesta,
que no admite por premio la pitanza
del fúcar, que antes de dormir la
siesta,
Cual pudiera pedir o juego o danza,
a tu musa demanda el digestivo;
y todo viene a ser de panza a
panza.
Fueras menos fecundo y más altivo,
y no harías sonetos-gallardetes
de feria, ni emularas al tío vivo.
Tus versos más que rimas son
cohetes,
tapiz de procesión, o campanadas
con que en todo jolgorio1 te nos metes.
Y menos mal que ya las asonadas
no celebras, después de
victoriosas,
persiguiendo al vencido a sonetadas.
¡Oh ironía terrible de las cosas!
Diatribas, diplomático te hicieron,
y tus mismas canciones afrentosas
Plenipotencia de insultar te dieron;
pues medraste al amparo del caído,
cuando otra vez en alto le
pusieron.
Todo es historia lo que va
advertido;
tú cantaste flaquezas de una dama,
a quien razón de Estado habrá
impedido
Buscar un paladín para su fama;
tú fingiste que amar la patria era
repetir en estilo de soflama
Sinónimos sin cuento de ramera;
y después que el triunfar los
liberales
te sacó de lo humilde de tu esfera,
Primero que volver a tantos males
como causan la inopia y el
destierro,
serviste a enemigos naturales.
-Tú me hablabas de paja; yo del
perro
te quiero hablar a ti, que si se
humilla
y lame alegre a su cadena el
hierro,
Es fiel a su señor y a la traílla;
y si sigue el olor de la ralea,
no es sólo esclavo del botín que
pilla,
-¡Y tú me vienes con cantar la
idea!
Tus versos son mejores que los
míos,
mas tu pecho es difícil que lo sea.
Los pocos versos que hice eran muy
fríos,
abstractos y premiosos, de un
profano,
producto, al fin, de olímpicos
desvíos.
Por eso los quemé; y, en castellano
que procuro pulir, escribo en
prosa,
libre de ripios y en estilo llano.
-¡Qué lejos ya la adolescencia
hermosa,
en que fueron tristezas, ilusiones,
cantos y soledad, todo una cosa!
Tú no sabes, Manuel, de estas
regiones,
en que escondí los hondos
sentimientos,
causa un día de tímidas canciones.
Yo no canté el dolor con
aspavientos,
yo no lo publiqué por cuatro
reales,
ni pedí inspiración a los
fermentos.
Mis penas a mi amor fueron leales,
y cuando en este valle las evoco,
aún me alivian del llanto los
cristales.
No tengo lira, al menos no la toco;
pero tengo unos bosques y colinas
donde sembré mis sueños, casi loco;
Y en laureles y en álamos y encinas
de la edad de mi Arcadia, deletreo
lo que dije a las Piérides divinas.
Mas... de eso, ¿tú qué sabes? el
deseo
siempre te dio acicate con la fama,
que a la larga no es más que
devaneo.
Tú no conoces la escondida llama
y desprecias lo tibio del rescoldo
que con ruido y fulgores no se
inflama.
En él buscas... un ripio de Leopoldo;
mas yo quiero el rescoldo de la
prosa,
y a vanos consonantes no la amoldo.
Porque el versificar es brava cosa;
pero cabe también la poesía
sin el run-run de frase cadenciosa.
-Y en una soledad como la mía,
que tengo en lo más verde de mi
España,
si no en la forma de mis versos,
fría,
(Y que ya de escribir perdí la
maña)
en la dulce pasión con que la
adoro,
con amor silencioso que no engaña,
Naturaleza, mi mejor tesoro,
recibe el homenaje de mi pecho,
y sabe, por las lágrimas que lloro
Sobre las hojas que me prestan
lecho,
contemplando el misterio de la
vida,
que va su encanto al corazón
derecho...
Y, aunque no lo merezcas, te
convida
de este sano retiro a los placeres,
quien, ahora que se acuerda, ya se
olvida
de estas vanas disputas de mujeres.
Guimarán 15 de Junio de 1889.
1.028. Alas «Clarin» (Leopoldo)
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