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martes, 18 de junio de 2013

Una semana en casa de peseta escoba

Cualquier parecido con la realidad es simple coincidencia. Todo es pura imaginación del autor.
-Acaba de llegar una carta de tu hijo -Era la Señora Escoba quien hablaba
-¿Que se cuenta? -contestó Peseta Escoba  sin dar muestra de interés
-Es preferible que la leas tú -dijo su esposa
-¡Esta bien! ¿Dónde esta esa carta?
-En tu despacho. Debajo del caballo de malaquita que te regalé por tu ultimo cumpleaños -le explicó pausadamente-
Peseta Escoba no espero más en el vestíbulo, se dirigió como un autómata hacia su despacho. Cuando cogió el sobre de avión matasellado en la república de la India, con fecha de unos meses atrás noto que el pulso le temblaba. Todavía en pie leyó con profunda atención.
"Querida familia: Desde mi salida de casa y posterior llegada a este país de muerte, no he dejado de vivir. Y como me he hartado de vivir, he decidido, poner fin a mi existencia..."
Peseta dejo de leer unos instantes. Notó que, una bola de saliva le obstruía la  garganta. Le costo tragar, pero al fin pudo mandar lo segregado a sus entrañas. Siguió leyendo.
"...Solo os pido que enmarquéis este pensamiento mío que he ido plasmando en el papel a lo largo de caminos de arena y olor a opio."
Dando la vuelta al fino papel. Peseta Escoba siguió leyendo los párrafos que ahora aparecían escritos en verso

"...Nunca me dejas tranquilo,
siempre me estás empujando.
¡Esta vida es un infierno!
Por más que lo intento,
jamás logré terminar
mi perfecta ejecución.
Cuando estoy apunto de descansar
tras el esfuerzo no escatimado,
algo me da por detrás.
¡Mi hermana!
Y para colmo de males, grita
poseída por una fuerza extraña:
¡Que voy! ¡Que voy! ¡No retrocedas!
Quiero inundar el pedazo de tierra
que me mandó mi madre naturaleza
y mi dios Universo.
Ser felices. Yo ya lo soy."
Yak.

Peseta Escoba se quedo helado.
Yak había muerto a miles de kilómetros de distancia y ya no le volvería a ver nunca más. Aturdido se dejó caer en la única silla de su despacho. Un sudor frío le envolvió, trato de llorar, pero algo impedía que las lágrimas le corrieran por su bronceado rostro.
Su mujer apoyando la frente en el marco de la puerta, le dijo.
-Le hemos perdido.
-Le perdimos hace tiempo -sentencio Peseta en un suspiro-                  
-Pero ahora es distinto. ¿Que vamos hacer? -pregunto desolada.
-¡No podemos hacer nada!
-¿Y la carta?
-¿Que carta?
-¡Esa que tienes entre tus dedos! -exclamo la mujer al borde de la histeria.
Peseta Escoba se levanto de la silla. Tendió la fina cuartilla sobre su escritorio y dejando escapar un suspiro dijo.
-Haz lo que quieras. iRómpela! ¡Quémala! ¡Enmárcala! Como él pidió, pero, olvidemos esto. No quiero hablar más de esto. No quiero saber más de esta desgracia. Nunca más, entiendes ¡Nunca!
-Tu dolor es mi dolor Peseta. Pero algo tendremos que hacer -le dijo mirándole a los ojos brillantes por esas primeras lágrimas, que aunque se intenten retener, brotan de los ojos por la fuerza del dolor.
Peseta Escoba giró lentamente sobre sí mismo hasta dar la espalda a su mujer. Esta salió corriendo hacia la otra parte de la inmensa casa. Ella se encargaría de comunicárselo a sus hijos. Sólo se enterarían sus hijos, se decía llorando por el pasillo en busca de un rincón donde secar completa-mente el manantial que hacen brotar las lágrimas cuando las emociones nos desbordan.
Los pensamientos de Peseta estaban en Yak. ¿Que, querría decir con esos versos sin pies ni cabeza? ¿Caminos de arena y olor a  opio?. Se preguntaba en él más profundo de  los silencios. ¿Habré sido un buen padre para él? ¿No le dedique suficiente tiempo?. Estas y otras preguntas le atormentaban. Siempre pensó que arto de viajar regresaría a casa. Todos los jóvenes hacían lo mismo. Incluso había libros que hablaban de ello. ¡Dios que he hecho!. Exclamo llevándose las manos a la cara. Notó como su cuerpo se estremecía como  nunca le había ocurrido, y se asustó. Precipitadamente se incorporó y salió de la casa a pasos agigantados. Una vez  en el jardín, grito de rabia y  desesperación. Minutos después, llego a su mente una frase que su hijo escribió en aquella odiosa carta, antes de decidir quitarse la vida. iQue voy! ¡Que voy! ¡No retrocedas!...
Tengo que emborracharme. Se dijo en voz alta. Tengo que emborracharme. Esto ultimo lo pensó y así lo hizo.
Una semana después. Peseta Escoba paraba frente a la verja que cerraba el jardín de su residencia. Pulsó un botón a la izquierda del salpicadero y la verja de hierro empezó a plegarse. Instantes después, el millonario condujo con la habilidad que da la práctica, su automóvil preferido a lo largo de los cincuenta metros del estrecho camino de tierra roja. Una vez en el garaje. Dejo las llaves en el contacto del espléndido coche. Unos minutos después atravesaba el vestíbulo. Eran las nueve cuarenta de la noche. La hora que acostumbraba a llegar cuando dormía en su casa.
Carolina, su hija. Descansaba en el salón azul en compañía de su hermano JR. Este y Carolina en ocasiones, eran los únicos miembros de la familia que ayudaban a su padre en los negocios. Perezosa, la otra hija de Peseta Escoba viajaba continuamente con su madre, y Yak. Yak ya no existía.
-¿Os interrumpo hijos?
-No padre, que va -contesto Carolina mientras se levantaba para darle un beso en la barbilla.
-¿Que tal todo JR? -pregunto Peseta dejándose caer en uno de los sillones del salón.
-Como siempre -dijo encogiéndose de hombros
-Me alegro, me alegro. ¿Y Tú Carolina? ¿Que tal por Europa?
-Todo a pedir de boca.
-Me satisface hija, me satisface, suspiró Peseta
-Te encuentro un poco recaído -dijo Carolina
-Todo bien hija, todo bien, excepto...
Por unos momentos, la conversación se cerró. Carolina y JR veían preocupado a Peseta, pero, no querían entrometerse. Nunca lo habían hecho y nunca lo harían. Peseta Escoba encendió un cigarrillo americano, cambio de postura en su sofá, y dijo.
-Hijos, Tenemos muchas posibilidades de meter las narices en la concesión del casino. Hablé con Martínez esta mañana.
-¿El congresista? -pregunto JR
-El mismo. Y me dijo que las posibilidades son grandes. Si todo sale como tiene que salir. Compraremos el cincuenta y cinco por ciento del negocio. Otros veinte y cinco por ciento un grupo extranjero y el veinte restante se repartirá en pequeños lotes. Es perfecto. El control será nuestro.
-¿Quiénes serán esos pequeños participantes? -se intereso Carolina
-No lo sé por ahora, pero no nos tiene que preocupar.
-¿Y el grupo extranjero? -dijo Jr.
-Buena gente -sentencio Peseta
-¿Que piensas Hacer Padre? -pregunto Carolina cruzándose de piernas
-¡Invertir! Esto puede ser el golpe que esperaba desde hace años. Hijos podremos multiplicar nuestro capital.
JR y Carolina se miraron y sonrieron. El dinero les gustaba tanto como a su padre. Eran conscientes de lo que se podía hacer con él y eso les gustaba.
-Esto hijos. Esto solo lo sabéis vosotros y por supuesto Martínez. Perezosa y vuestra madre, que sigan como están. Ya sabéis como son. Son como... y se calló. Algún pensamiento le llego impidiéndole terminar la frase. Carolina y JR se apercibieron de que Yak había vuelto a la memoria de su padre, pero no dieron muestras de que as¡ fuera.
-¿Para cuando seria todo esto? Tengo algunas cosas pendientes y son importantes -dijo Carolina
-No te preocupes. Te avisare con tiempo -Carolina sonrió- En cuanto a ti JR. Me gustaría que dejaras ese asusto del azúcar. Pon a un hombre de tu confianza y así estarás conmigo desde el principio. Quiero tenerte a mi lado desde y -Y se rió- En esto nos jugamos mucho. No se nos puede escapar el más mínimo detalle.
-Como quieras -dijo JR- La verdad me apetece la idea. Y trabajar a tu lado será fantástico.
-Me alegra JR -dijo Peseta- De todas formas tenemos que esperar las noticias de Martínez.
-Y yo a esperar -dijo Carolina con la sonrisa en el rostro
-Tu Carolina serás la responsable del departamento de publicidad. Aparte de pertenecer al consejo de administración.
-¡Estupendo! Presiento que todo ya ha salir a las mil maravillas.
-Eso espero porque sino...
-No te quejes. Siempre te salieron las cosas bien. ¿No? -dijo Carolina
-Carolina hija cada día estas más guapa. Exclamo Peseta
-Eso ya lo sé -contestó levantando los brazos en divertida pose- Los hombres me avasallan.
Y era cierto. Sus encantos le hacían irresistible. Los hombres la deseaban nada más verla y las mujeres pocas veces la rechazaban. A sus veinte y ocho años gozaba de la vitalidad de una quinceañera y su elegancia competía con la de las más gentiles diosas griegas.
El timbre sonó al otro lado de la casa.
-¡Alguien llamó! -exclamo Carolina
-¿Esperas visita?
-Si Padre -afirmo Carolina y mirando su reloj de pulsera, dio un grito de sorpresa. Son las once. Tengo que ducharme.
Ligón Ligones se presentó en el salón azul acompañado por una doncella pulcramente uniformada. Peseta miró al recién llegado y este dijo.
-¿Que tal JR?
-Como siempre. ¿Y tu Ligón?
-Muy bien, estupendamente -Y sé rió. Hace tiempo que deseaba hablar con Carolina y parece que mi sueño se hará realidad. Espero tenerla esta noche solo para mí.
-Pues es un triunfo -dijo Peseta escoba
-Ni que lo diga -dijo ligón
-Llévala a un restaurante tranquilo -le propuso JR
-He pensado en uno de la parte vieja de la ciudad. Allí estaremos tranquilos. Pero ya se sabe lo difícil que es llevar la iniciativa con Carolina.
-Tesón amigo -dijo Peseta. -Los escoba tenemos tesón y mira como nos va.
-Ligón Ligones sonrió. Había oído hablar del millonario, unas veces para bien y otras no tan bien. Pero a él no le caía nada simpático. Ligón no quería exteriorizar sus pensamientos y menos en aquel momento. Carolina le interesaba demasiado y ella adoraba a su padre, por lo que seria estúpido ponerse en contra. Algún día quizás confesaría sus sentimientos.
La gruesa y corrediza puerta de madera noble gruño. Los tres hombres miraron a Carolina. Estaba espléndida. Ligón se precipito y la beso en la mejilla.
-¿Cómo estas? Pregunto tímidamente Ligón
-¡Guapísima! Exclamo Peseta mirando con el rabillo del ojo a ligón Ligones-.
-Gracias -dijo Carolina mirando a su padre Bueno ¿Nos vamos?.
Nada más cruzar la puerta, Carolina, dijo a Ligón Ligones.
-Si quieres seguir viéndome, deja de enrollarte con mi familia como lo haces.
-No entiendo -exclamo ligón
-Muy mal Ligón, muy mal.
-Carolina. ¿Por qué no dejamos la cena para otro día? Pareces cansada.
-¡Alto! Habíamos quedado para hoy ¿No?
-De acuerdo que estoy cansada, pero no voy a dejarte ir solo.
-Prefiero ir solo a verse toda la noche expuesto a tus prontos familiares.
-¿Prontos familiares?
-¡Sí! Prontos familiares -repitió Ligón. Todavía en el vestíbulo de la casa.
-Mira Ligón, Vámonos porque...
En el salón azul seguían JR y su padre, Peseta Escoba en abierta conversación.
-¿Que tal es ese Ligón, JR?
-No tiene un duro, si es a eso a lo que té refieres -exclamo Carolina desde la soberbia puerta corredera. Su discusión con Ligón terminó mandando al traste la salida para cenar.
-¿No os ibais a no sé dónde? -pregunto Peseta, alegrándose de volver a ver a Carolina. Sin esperar contestación, siguió diciendo -mejor. Ese amigo tuyo no me gusta.
-Ni a mí -mintió Carolina. Bueno me voy a la cama. Y desapareció.
-¿Sabes que es periodista? -dijo JR.
-Peor me cae entonces -JR estallo en carcajada al escuchar la contestación de su padre
-No sé porque te preocupas tanto padre. Carolina desde hace tiempo se sabe cuidar.
-Las mujeres nunca saben cuidarse lo suficiente -dijo convencido Peseta
-Carolina sí. Es inteligente.
-De eso no te quepa duda. Después de todo es un Escoba.
-Me das la razón entonces- Dijo JR levantándose del floreado sillón. Dando un profundo suspiro se despidió diciendo. 
-Mañana tengo que estar fresco. Quiero que cuando empiece todo el jaleo este todo controlado.
Peseta Escoba quedó en soledad. Miraba a uno de sus cuadros preferidos, un Goya casi desconocido de la última época del genial pintor de Fuentetodos. En la media hora que tardó en decidirse ir a acostarse, no le llegó a la memoria ningún recuerdo de su mujer ni de Perezosa, su hija menor. Ni de Yak, el hijo que no supo demostrarle su cariño. Una vez solamente, Ligón Ligones ocupó su atención. Ese hombre no le gustaba y lo que era peor, estaba convencido de que su hija preferida, su maravillosa Carolina, no compartía su misma opinión.

FINAL

1.010. Mingo (Eusebius)

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