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martes, 18 de junio de 2013

Doctora carlota adams - Consulta del paciente R-23-T

-Doctora, me siento triste, infinitamente triste. Un amigo me comentó que usted puede de alguna manera ayudarme a recuperar la alegría perdida. Yo hace unos años era una persona que siempre reía, hoy míreme. Hasta las arrugas de la risa han desaparecido de mi rostro.
-Cálmese Señor R-23-T, le aseguro que después de nuestra platica esas arrugas tan simpáticas que le marcaban la cara, volverá ha verlas reflejadas en las claras aguas ?????.
-Pero para que eso suceda, primero tiene que contarme lo mas sinceramente que pueda. Si, lo mas sinceramente posible, que le ha echo decidirse a venir ha mi clínica. Y sí es que lo sabe, cual es el motivo de la profunda tristeza en la que se encuentra.
-Doctora Carlota le hablare sinceramente. Sin duda sé la causa que me condujo a perder la alegría. Y además sé que es increíble, podría decirse que hasta mágico, pero también y me cuesta admitirlo, absurdo. Yo siempre fui alegre como le dije. Vivo y fuerte. Pero aquellas palabras que escuche en una emisora de radio cuando estaba a punto de dormirme, me llevaron increíblemente ha este estado de tristeza profunda por no decir enfermiza.
-Vamos ha ver señor R-23-T, palabras enigmáticas sin duda tuvieron que ser para trasformar su alegría en tristeza he incluso borrar las arrugas de felicidad en su rostro. Veamos, recuerda exactamente como fueron.
-Como no voy ha recordarlas, sé hasta el timbre de voz de aquel mago. Pues sin duda es un mago, por no calificarle de algo mas... usted me entiende, ¿verdad doctora?.
-Por supuesto, por su puesto. Siga, que palabras fueron esas.
-Después de un día alegre como siempre me tumbe en la cama para que el divino sueño me envolviera.  Instantes antes, aquella voz que salía de la radio atrajo toda mi atención. Era una voz agradable y escuche lo siguiente:
-Yo mi amigo, que desde tu lecho escuchas, antes era como un árbol fuerte y orgulloso y nada quería de los demás. Así que cuando llego un viento furioso me arranco de cuajo y hasta mis raíces se separaron de la fértil tierra. Nada quería de la sociedad y nada daba y así la tierra me expulso. Ahora soy como un junco, mantengo mis ideas pero acepto y comparto las de los demás aunque estas vengan disfrazadas de vientos huracanados. Me doblaran como ha un junco, pero una vez pasado el viento volveré ha ser yo mismo.
-Frase enigmática sin duda Señor R-23-T. Mas diría yo frase absurda y dacha por un profesional del tono y sin duda seudo poeta conceptual. Tengo que decirle que usted tiene lo que en psiquiatría llamamos " Vicio de tristeza". Usted sin duda es un hombre que carece de vicios digamos mayores, solo tengo que mirarle para saberlo, por esa razón la alegría le acompañaba hace años. Pero, cuando escucho aquellas palabras, los entes del vicio de la tristeza inundaron sus sentidos con tanta agresividad que se lo diré en términos coloquiales, cayo mentalmente enfermo. No es así Señor R-23-T?
-Tiene toda la razón Doctora Carlota. Tiene toda la razón, me siento realmente enfermo, enfermo y triste.
-Vamos ha ver entonces. Intente escúchame con la misma atención que aquel despreciable locutor de radio. Usted se lo aseguro sale de esta clínica con una sonrisa en la cara como yo me llamo Carlota. De lo contrario no le cobrare mis honorarios que como usted sabe no son moco de pavo.
-Me temo doctora que en este instante la risa para mí es un imposible.
-Tengo que decirle señor R-23-T que es usted un ingrato. No escúcheme. Un perfecto ingrato. Usted olvido que hace cuarenta y nueve años que es la edad que pone en su ficha medica era un simple espermatozoide. Si ha oído bien un espermatozoide. Y ese espermatozoide era un espermatozoide simpático, incluso agradable. Y ahora mire en que se ha convertido en un  aburrido y triste hombre. Que triste verdad. Claro que es muy triste, se mira y ve tristeza, pero si mira mas lejos, que ve. Eh, Alegría. Recuerde con que alegría recorrió aquel durísimo camino que le conduzco al óvulo, recuerde cuantos espermatozoides como usted quedaron en el camino. Sus caras eran tristes, pero tristes de verdad. Usted, si usted, cuando llego a la meta, porque cree que el óvulo le dejo entrar. ¿Porque era más guapo y más listo que sus hermanos? No señor R-23-T fecundo al óvulo porque su alegría le hizo gracia. Solo, por eso. La alegría le dio la vida y no crea que entre sus competidores no había espermatozoides alegres y vivarachos, claro que los había y por millones, pero solo usted, solo, me ha entendido, solo usted con su maravillosa alegría consiguió seducir al óvulo y estar hoy aquí contándome que es el hombre mas triste de la tierra. Es usted y permítame que se lo diga un ingrato con la naturaleza, un vicioso convulsivo, pues, el mayor de los vicios es el que ahora le atenaza,  la tristeza.
-Doctora no se ponga así, me incomoda.
-Ay Dios mío señor R-23-T. Me dan ganas de estirarle la cara para sacarle una sonrisa, pero con eso, solo conseguiría cobra mis honorarios.
-Doctora Carlota si usted quiere yo me estiro un poco la cara haber si consigo sonreír. Mire, así.
-Un poco más, hasta dar con los labios en las orejas.
-¿Así?
-Si, si, y ahora, piense cuando era un simpático espermatozoide y recuerde las aventuras que vivió por esas trompas de nombre tan enrevesado.
-Para mi doctora lo que me pide es un imposible.
-No hay imposibles que valgan. Su caso requiere un esfuerzo adicional. Piense, profundice en su pasado. Siga, siga simulando la risa aunque se tenga que ayudar con las manos, concéntrese y recorra su mente hasta dar con el estanco adecuado. Aparte las telarañas que encuentre en el laberinto de su mente. Ya esta, ya se ve espermatozoide. Estupendo. No ve que hermoso y alegre era. Fíjese que colita tan vivaracha. Es realmente divertido.
-Creo ver algo Doctora, creo ver, en serio creo ver algo realmente. Ahora lo veo. No puedo creerlo. Realmente fui yo así cuando era espermatozoide. Pero si no paraba de reírme. Doctora que ha sido de mí. Soy un ingrato, si un ingrato y tengo el vicio de tristeza.
-Perfecto, perfecto señor R-23-T. Siga así. Unos instantes mas y podrá bajar las manos. Cuando esto ocurra, tiene por Dios que reírse, de acuerdo.
-De acuerdo Doctora, de acuerdo. Ay va.
-Míreme ahora y ríase.
-JA, JA, JA.

FINAL DE LA CONSULTA DEL PACIENTE R-23-T

1.010. Mingo (Eusebius)

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