Allá una vez hizo la tuerce que tío
Conejo se enamoró de tía Venada al mismo tiempo que tío Tigre. Y tía Venada, yo
no sé si de miedo o porque de veras le gustaba, al que correspondía era a tío
Tigre.
Pero tío Conejo no se
achucuyó ni se dió por medio menos, sino que se puso a idear cómo haría para
quitarle la novia.
Atisbó un día en que tío
Tigre no visitaba a tía Venada y fue llegando:
-Hola, ñatica, ¨qué hay
del amor? Ai andan regando que usté está en grandes con tío Tigre...
Tía Venada se chilló y
quería hablar de otra cosa, pero el muy zángano se puso a echarle pullitas, y
por aquí y por allá, hasta que la otra dijo que sí, y que ya tenían plazo para
casarse.
-¡Hum! ¡Mala la chica!
-pensó tío Conejo y se puso a decir:
-Mire, tía venada. ¿Ud. es
tontica de la cabeza o es que se hace? Quién dispone irse a casar con ese
naguas miadas de tío Tigre... Si ese es un mamita de quien yo haga lo que me da
mi regalada gana. Con decirle que a veces hasta de caballo me sirve.
-Eso sí que no puede ser.
-¿Que no puede ser?
¿Cuánto apostamos, tía Venada?
-Lo que quiera, tío
Conejo.
-Convenido. ¿Si llego un
día de estos montando en tío Tigre nos casamos?
-Convenido.
-Bueno, pues trato hecho
nunca jamás deshecho.
Entonces tío Conejo se le
puso atrás a tío Tigre sin que éste supiera, y un día que lo vió zamparse un
ternero, se tiró en el camino por donde tenía que pasar, y se puso a dar unos
quejidos que llenaban de agua los ojos:
-¡Ay, ay, ay, mi patica de
mi alma! ¡Malahaya sea ese tagarote!
En esto llegó tío Tigre y
como tenía la panza llena, estaba de buenas pulgas.
Se acercó tío Tigre y con
muy buen modo le preguntó:
-¿Idiai viejito, qué es la
cosa, qué le pasa?
-Pues no ve, tío Tigre,
que me agarró un perro y no sé como estoy contando el cuento. Y la cosa es que
iba para donde tía Venada a darle un recadito que precisa.
Al otro se le alegró el
ojo donde le mentaron a tía Venada.
-Adió, tío Conejo, no
faltaba más. ¿Y los amigos para qué somos? Venga, encájese en mí y lo llevo en una
carrerita.
-Dios se lo pague,
estimado. ¿Quién otro lo había de hacer?
Y en un grito se encaramó
en tío Tigre, que lo llevó a casa de tía Venada.
Por supuesto que cuando embocaron
en la calle en que ella vivía, tío Conejo dejó de mariquear y se echó para
atrás con mucho garbo y se puso una mano en el cuadril, y cuando vió a tía
Venada asomarse a la ventana, le hizo de ojos y que se callara.
Bajó de su cabalgadura y
renqueando se acercó a tía Venada como para darle el recado y queditico le
dijo:
-Ve, cholita, como le
cumplí. Pero hágase la tonta, porque ése viene con hambre y cuando está con
hambre no es cómodo. Mejor chito en boca, no vaya a ser cosa que en un momento
de cólera se la coma. Como
es así... Cuando está con hambre no sabe lo que hace...
Tía Venada se quedó
chiquitica y se puso con el corazón que se le salía.
Tío Conejo se volvió a
montar en tío Tigre y se fueron.
Otro día llegó tío Tigre a
ver a tía Venada y aunque era muy mínima, no se quiso quedar con aquello
adentro.
-¿Idiai?, tío Tigre, por
qué andaba sirviéndole de caballo a tío Conejo?
-Pero, hija, si no era de
caballo, sino que esto y esto-. Y tío Tigre le contó lo que había pasado.
-¡Ve lo que es ese lengua
larga!
Entonces tía Venada le
puso en pico las rajonadas con que había llegado el otro.
Tío Tigre se puso muy
ardido de que tío Conejo lo hubiera hecho caer de leva delante de su novia.
-Va a ver ese chachalaca
la que le va a pasar. Conmigo no juega así no más.
Y tío Tigre salió haciendo
feo.
En eso iba pasando tía
Ardilla, que era comadre de tío Conejo, porque tío Conejo le había llevado dos
güirrillos a la pila.
Tía Venada que era muy
lenguona y que no podía quedarse con nada adentro, la lllamó:
-Adiós, niña. ¿Para dónde
la lleva? Venga acá, porque tengo que contarle una cosa.
De veras la otra se acercó
y tía Venada le echó el cuento y que lo que era a tío Conejo se lo iba a llevar
candanga.
Tía Ardilla se despidió y
se fue a buscar a tío Conejo para prevenirlo.
Cuando lo encontró, le
dijo:
-¡Compadrito de Dios, si
no se las menea no doy un cinco por su pellejo!
Y le contó.
-Ajá ¨con que esa nariz de
panecillo fue con el cuento? -dijo tío Conejo. Yo le voy a contar. Y mire,
comadrita, usté me va a ayudar a salir de tío Tigre. Búsqueselo y me le dice
esto y esto, para hacerlo ir al pedrón aquél que está cerca del ojo de agua.
¿Recuerda?
-Sí, cómo no.
-Bueno,pues, cuento con
Ud.
-No tenga cuidado.
De veras, tía Ardilla se
puso a buscar a tío Tigre y al fin dió con él.
Se sentó en una rama bien
alta de un árbol, con la cola derecha que la hacía parecerse a una muñequita
que tuviera mucho pelo y lo llevara suelto, y con una risita muy fregadita,
dijo:
¡Is! Tío Tigre, y Ud.
piensa quedarse así no más con tío Conejo. Ai anda ventiándose la boca con que
usté es uno de sus caballos y dándose taco con que el otro día pasó por donde
tía Venada montado en usté. Yo que usté le ponía la paletilla en su lugar.
-¡Eso dice ese boca
abierta! Ese...
Pero a tío Tigre se le
trabó la lengua de cólera y no pudo decir más.
-No es por nada, tío
Tigre, pero él tiene la cuevilla debajo de aquél pedrón que está cerca del ojo
de agua.
El otro no esperó segundas
razones y cogió para allá.
La tal piedra había estado
metida en un paredón, pero el agua de la lluvia había lavando la tierra y ahora
estaba sostenida, por puro milagro, de unas raicitas y bastaba el esfuerzo de
un ratón para que saliera rodando.
Tío Tigre venía que ni
veía de la rabia y llegó derecho a olisquear debajo de la gran piedra.
Tío Conejo estaba allí
detras esperando, y cuando lo vió, mordisqueó las raicitas y el pedrón rodó y
cogió a tío Tigre que no pudo hacer ni cuío.
Entonces tío Conejo se fue
a buscar a tía Venada y le dijo:
-Venga conmigo, ñatica, y
verá a su querer como está.
De veras, tía Venada fue
con tío Conejo y se va encontrando con tío Tigre hecho una tortilla. Al verlo
cayó con un ataque y cuando volvió en sí, comprendió que de repente se iba a
quedar para vestir santos; entonces con mucha labia le dijo a tío Conejo que si
gustaba de casarse con ella, estaba a su disposición.
Tío Conejo le respondió:
-¡Ich! ¡Ahora sí soy
bueno! Vaya a freir monos, viejita. Yo no quiero nada con gente cavilosa.
¿Quién la tenía yéndole con el cuento al otro, para que me cogiera tirria? Ai
ha tenido que andar a monte, y ni gusto para comer tenía. Cásese si quiere con
la zonta de su agüela.
Y tío Conejo echó a correr
monte adentro y dejó pifiada a tía Venada.
1.040. Lyra (Carmen) - 000
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