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lunes, 5 de agosto de 2013

La cigüeña y el zorro candileja

Después de la aventura sin ventura que se topó Candileja con toparse una tarde a Cocoroquito perchado sobre un árbol, acaecióle un percance que hubo de costarle la vida, de no haber acudido a tiempo doña Grulla o misia Cigüeña (que en esto hay distintos pareceres).
Es el caso que acababa una de las dos de recibir su diploma de cirujana por la universidad de Pansofía, Facultad de Medi­cina, y se había instalado en las cercanías de Chascomús.
La zorrería tuvo barruntos de una expedición que se ar­mabaa contra ellos desde La Plata, y resolvió levantar campa­mento para emigrar a Gurrumalán. Sabiendo por experiencia que "tripas llevan corazón y no corazón tripas", acordaron ini­ciar la marcha con una cena histórica. La noche era de las más románticas de Primavera: luna llena, céfiro blanco, perfumes nuevos, quietud soberana.
Candileja que traía hambre atrasada se puso a engullir tan aceleradamente que, a poco andar, un hueso astillado se le atravesó en el pasapán tan bien que el desdichado creyó real y verdaderamente llegada su última hora. Avisan a doña Grulla que acude de un vuelo, seguida de su practicante la Espátula. Estaba el accidentado patas arriba y casi sin resuello. La prac­ticante le abre la boca introduciendo la cuña de su pico, y la Grulla especulando una y otra vez con el claro de luna alcanza a ver el hueso clavado en lo hondo del gaznate. Con toda delica­deza lleva la punta de su pico al lugar clínico, aferra la canilla de conejo incrustada, y la retira suavemente.
Vuelto en sí el glotón, preséntale la cirujana sus plácemes:
-"¡De buena se ha librado y escapado, don Candileja; si tardan diez minutos más en avisarme, esta es la noche que usted se encontraba con Morisqueta en la Luna! Me alegro de haber, intervenido a tiempo ¡vaya!"
-"¡Más me alegro yo, mi doctora! ¡Maldito gazapo!"
Era el momento de presentar la cuenta, y misia Grulla se la tendió a Candileja.
-"¡A mí con cuentas! Pero, comadre, ¿me quiere tomar el pelo? ¿Cree que no me di cuenta del momento en que su prac­ticante y usted misma tenían la cabeza dentro de mi boca? Si llego a apretar las quijadas en ese momento... Así que esta­mos a mano. Váyase norabuena, y recuerde que no soy deudor sino acreedor de la doctora Grulla y de su simpática practicante damisela Espátula".

"Quien con prepotentes y villanos trata, aténgase no sólo a la ingratitud, mas también a la befa; si es que no lo acusan, además, de algún delito por sus buenas obras".

1.087. Deimiles (Ham) - 021

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