Translate

lunes, 5 de agosto de 2013

El cabrito y el chacal

En un humilde corralito de las cercanías de Hebrón, vivían una cabra hermosa y su cabrito, más listo que una pulga. No era por él por quien cantaban los chicos de la serranía:

"Mi abuela tiene un cabrito,
Dice que lo matará,
Del cuero hará un tamborito
Lo que suene... sonará".

Una mañanita fresca misia Manchada (que así se llamaba por tener la piel negra, blanca y parda) estando por salir, llama a su retoño y con voz grave:
-"Guárdate muy bien, le dice, de abrir a nadie, mientras yo esté paciendo y ramoneando para prepararte el desayuno. Voy a cerrar con el picaporte?".
"¿Y si viene algún pariente, mama?".
"¡A nadie abrirás, hijito, si no te da el santo, la seña y la contra-seña!".
-"¿Cuáles son?".
-"El santo es Jacob, la seña es mata, y la contraseña es el chacal. Todos nuestros parientes conocen y usan estas pala­bras. ¡Mucho cuidado, tesoro, y hasta luego!...
Hay cosas ciertas que tienen toda la apariencia de inve­rosímiles. ¿Quién le hubiera dicho a la Manchada que sus pala­bras podían acarrearle la muerte a su hijo? Así fué, sin em­bargo. En el preciso instante de pronunciar ella la frase sacra­mental, un chacal de muchos meses mayor que el cabrito aso­mó el puntiagudo hocico y paraba las orejas alcanzando a oír las misteriosas palabras...
Rápido se agazapa tras del tunal o chumbera desde don­de observa cómo se aleja misia Cabra casi arrastrando las ubres. Cinco minutos después se acerca a la puerta, golpea, y remedando el acento cabruno, dícele al mamón con voz temblo­rosa: mata el chacal.
Pero el cabrito había parado la oreja, al mismo tiempo que bichaba por una rendija; ni la voz ni el pelaje del visitante le convencían. Recordó entonces el dicho "zanca blanca" que corre entre la gente cabrera, aludiendo a la rareza de tales pa­tas entre lobos y chacales:
-"¡Muéstrame patita blanca, primo, le respondió, si quie­res que levante el picaporte!".
-"¡Caray!", pensó el ladrón, "me olvidé del santo” Por eso desconfiaba el mocoso..." Y con voz más cabruna aún in­sistió:
-"Jacob mata el chacal" -¡Ni por esas! El otro seguía bichando y pidiendo pata blanca. Temeroso, por fin, de ser sorprendido por los pastores, se aleja el merodeador, comido de despecho y saña.

"Una seguridad puede fallar: dos protegen mejor. Cuando la vida está en juego, nada se pierde multiplicando los seguros".

1.087. Deimiles (Ham) - 021

No hay comentarios:

Publicar un comentario