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lunes, 5 de agosto de 2013

El lobo pastor de ovejas

Aquel lobo que se graduó, por sí y ante sí, de veterinario, y quiso curar un caballo percherón de quien recibió tal patada que no le dejó diente ni muela en su lugar, tuvo un descendiente de aspiraciones más modestas.
-"Mi bisabuelo quiso hacerse pasar por médico", pensaba para su cogote, "pero picó muy alto". Además cometió la impru­dencia de presentarse al supuesto enfermo sin el botiquín y la cédula de identidad, y ¡claro! el enfermo lo madrugó, y cuando lo tuvo al alcance, lo puso patas arriba. Yo quiero hacerme pa­sar hoy por pastor de ganado, y la cosa no va a ser más difícil que comerme un gato, o no me llamaré Mascarón".
Efectivamente, el animalejo se disfrazó maravillosamente:

Col bastone in man, col fiasco al tergo
E con la tibia pastorale al fianco...

como escribe Verdizotti. Un buen pellico, zaragüelles, bastón de duro acebo, cantimplora y dulzaina hicieron del zorro el ros­tro mismo, la misma figura, el mismo aspecto, la misma fisono­mía, la misma efigie, la perspectiva misma de Tilingo, el pastor del rebaño.
Puesto en dos patas, apoyados los pies delanteros en el ca­yado, el Mascarón se acerca a la grey. Era la hora bochornosa que en verano sigue al mediodía, hora de silencio, hora del demonio meridiano, hora en que se ama la

"Augusta soledad del bosque umbrío
Que da y protege el álamo frondoso".

Todos dormían: Tilingo, émulo de Salicio y Nemoroso, ron­caba recostado.

"Al pie de una alta haya en la verdura
Por donde un agua clara con sonido
Atravesaba el fresco y verde prado.

El perro, cansado de correr tras.el lobo de noche, y tras las ovejas durante el día, también dormía su siesta; el rebaño des­cansaba bajo la arboleda en cuyas ramas chirriaban sin parar las chicharras...
-"¡Ahora o nunca!" gruñe Mascarón acercándose más a las ovejas. Pero, en esto, le asalta una terrible duda: ¿cómo arrear a la espesura del bosque la grey, sin hablarle al modo pastoril? Recordando entonces la voz de Tilingo quiere reme­darla; lo que brota de su gaznate es un aullido tal que retumban el valle y el bosque...
Salta el pastor azorado, salta el perro furioso, saltan las ovejas y los corderos presas del pánico... y el Mascarón, en­vuelto y revuelto en el pellico y los zaragüelles, caída la mon­tera que le cubría las orejas, tropezando en el cayado, se encuen­tra, en menos tiempo que canta un gallo, rodeado, molido a palos y maniatado.
Su voz le vendió, como las orejas al asno disfrazado de ja­guar, y las plumas de pavo real al carancho.

"No hay por qué disfrazarse: todo el año es carnaval, y lo mejor es que guarde cada uno el papel que le corresponde; ¿que, ganamos con trocar la indumentaria? El maula y el trapacero siempre serán descubiertos por algún lado".

1.087. Deimiles (Ham) - 021

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