Aquel lobo que se graduó, por sí y ante sí, de
veterinario, y quiso curar un caballo percherón de quien recibió tal patada que
no le dejó diente ni muela en su lugar, tuvo un descendiente de aspiraciones
más modestas.
-"Mi bisabuelo quiso hacerse pasar por
médico", pensaba para su cogote, "pero picó muy alto". Además
cometió la imprudencia de presentarse al supuesto enfermo sin el botiquín y la
cédula de identidad, y ¡claro! el enfermo lo madrugó, y cuando lo tuvo al
alcance, lo puso patas arriba. Yo quiero hacerme pasar hoy por pastor de
ganado, y la cosa no va a ser más difícil que comerme un gato, o no me llamaré
Mascarón".
Efectivamente, el animalejo se disfrazó
maravillosamente:
Col bastone
in man, col fiasco al tergo
E con la
tibia pastorale al fianco...
como escribe Verdizotti. Un buen pellico, zaragüelles,
bastón de duro acebo, cantimplora y dulzaina hicieron del zorro el rostro
mismo, la misma figura, el mismo aspecto, la misma fisonomía, la misma efigie,
la perspectiva misma de Tilingo, el pastor del rebaño.
Puesto en dos patas, apoyados los pies delanteros en
el cayado, el Mascarón se acerca a la grey. Era la hora bochornosa que en
verano sigue al mediodía, hora de silencio, hora del demonio meridiano, hora en
que se ama la
"Augusta
soledad del bosque umbrío
Que da y
protege el álamo frondoso".
Todos dormían: Tilingo, émulo de Salicio y Nemoroso,
roncaba recostado.
"Al
pie de una alta haya en la verdura
Por donde
un agua clara con sonido
Atravesaba
el fresco y verde prado.
El perro, cansado de correr tras.el lobo de noche, y
tras las ovejas durante el día, también dormía su siesta; el rebaño descansaba
bajo la arboleda en cuyas ramas chirriaban sin parar las chicharras...
-"¡Ahora o nunca!" gruñe Mascarón acercándose
más a las ovejas. Pero, en esto, le asalta una terrible duda: ¿cómo arrear a la
espesura del bosque la grey, sin hablarle al modo pastoril? Recordando entonces
la voz de Tilingo quiere remedarla; lo que brota de su gaznate es un aullido
tal que retumban el valle y el bosque...
Salta el pastor azorado, salta el perro furioso,
saltan las ovejas y los corderos presas del pánico... y el Mascarón, envuelto
y revuelto en el pellico y los zaragüelles, caída la montera que le cubría las
orejas, tropezando en el cayado, se encuentra, en menos tiempo que canta un
gallo, rodeado, molido a palos y maniatado.
Su voz le vendió, como las orejas al asno disfrazado
de jaguar, y las plumas de pavo real al carancho.
"No
hay por qué disfrazarse: todo el año es carnaval, y lo mejor es que guarde cada
uno el papel que le corresponde; ¿que, ganamos con trocar la indumentaria? El
maula y el trapacero siempre serán descubiertos por algún lado".
1.087. Deimiles (Ham) - 021
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