Probablemente estos dos jumentos descendían del asno
de Buridan que cargado de hambre y sed (no Buridan, sino el asno) y puesto
entre un balde de agua y el pienso, no logró decidirse nunca, ni por asomos,
si comenzaría por el balde o por la alfalfa; y de esa suerte murió de sed y de
hambre, víctima de un equilibrio de fuerzas centrífugas contrapuestas en la
zona psicológica de la volición.
"¡Señor cuentero, señor cuentero, no le entiendo
más, y sepa que hace rato que está usando unas palabrotas que ni Mandinga que
las cale. Me parece que olvida el refrán: "no tan calvo que se le vean los
sesos ni tan peludo que no se le vean los ojos..." Recuerde que, por más
Lince que uno sea, hay cosas que...
-"Lo sé, muchacho, lo sé: pero ¿quién te impide leer
a los 80 años lo que, pinto el caso, no calas a los diez de tu edad? Con sólo anotar
en tu cédula de identidad: Ojear y hojear
el año 2000 la cuarta serie, estarás al cabo de la calle".
Y prosigo con los dos pollinos. El caso es
rigurosamente histórico, como de ello se cerciorará el curioso que consulte
"La Vida Fraternal "
N° 10 - Registro de Propiedad Intelectual Nº 044897 - Correo Argen-tino,
Tarifa reducida Nº 4215 - Escobar F. C. C. A. - U. T. 38. ¡Adelante con los
pollinos! Eran, al parecer, mellizos o gemelos a juzgar por los documentos
gráficos, y su edad no llegaba ciertamente a la de Matusalén. El patrón de
estos borricos debió de ser hombre de razonable entendimiento -probablemente
profesor de Psicología comparada en alguna universidad del viejo o del nuevo
mundo- y se ve a la legua que intentó verificar por partida doble el experimento
de Buridán (que por desgracia nada nos ha dejado escrito acerca de este
particular).
Están ambos jumentos amarrados por el cuello con un cable
resistente, pero elástico hasta cierto punto, y tienen a alguna distancia
sendos fardos de bucólica cuyo relente, al dar en las dilatadas narices de los
cuadrúpedos, provoca una acción reactiva químico-fisio-psicológica sobre el
trigémino (teoría de Asuero) que se extiende a los lóbulos frontales donde
tiene su asiento la volición (teoría de Büchner y Cía.), irradia por la
periferia de la masa encefálica y la corteza de la substancia gris (teoría de
Moleschott y Cía.) se corre con la rapidez del rayo o de la corriente eléctrica
por el espinazo hasta la punta del dedo gordo del pie -que se identifica en los
asnos de cuatro patas con el casco herrado, o bien al natural- sigue las estaciones
somáticas: cabeza, nuca, hombro, espalda, cintura, muslo, corva, pantorrilla,
pierna, codopié, tobillo y talón (teoría personal que me propongo presentar en la Conferencia Inter nacional
de Psicología Comparada para el fomento de las relaciones antropo-zoológicas).
Conforme se realizó el fenómeno arriba descrito, los
dos jumentos realizaron sincrónicamente un movimiento de flanco, el uno a su
derecha, el otro a su izquierda, encontrándose así frente por frente con el
objeto que había impresionado por onda o por vibración (averígüelo Vargas) el
trigémino de ambos sujetos. La vista del pienso reforzó la acción del relente,
y los dos asnos, dilatando ojos y narices y parando las orejas, dieron en
direcciones opuestas sendos tirones, llegando a medio metro de sus fardos
respectivos. La vecindad tantálica del objeto que no pudieron alcanzar ni uno
ni otro, a causa del cable y del equilibrio de las fuerzas accionantes,
aumenta más y más la tensión de la maroma semi-elástica, pero el máximum
alcanzado deja todavía los morros asimismo a diez centímetros de la alfalfa. Un
supremo tirón en que los dos jumentos quedan can rabos, ancas y patas traseras
en alto, les convence de que la soga ni se estirará más ni se romperá.
Evidentemente, el profesor que había planeado su
experimento era, no sólo un psicólogo de vanguardia, sino un matemático fuera
de concurso; vamos, un Aristóteles y un Newton del porvenir.
Pasemos a la segunda parte del experimento. ¿Vamos a
asistir a la manifestación del centro O en los cuadrúpedos? La teoría de
Grasset ha sido combatida, aun tratándose del ser racional; con mayor razón si
se la quiere aplicar a los asnos. Pero los hechos se comprueban, salvo a
explicarlos. Y el hecho es que (siempre según el documento alegado) los dos
burros, comprendiendo la inutilidad de sus esfuerzos contrapuestos, vuelven al
punto de partida. Sentados frente a frente, can la lengua fuera, las orejas
derrotadas, y la mirada romántica y cansina, se ponen a filosofar grave-mente...
De súbito se levantan, forman de dos en fondo, dan frente a uno de los
farditos, llegan a él en cuatro pasos, lo trasegan a sus estómagos en un
minuto, dan media vuelta a la izquierda, alcanzan en ocho pasos el montón
frontero y, siempre agitando los rabos con evidentes señales de satisfacción,
acaban con él.
De las conclusiones que sacó el profesor de este
experimento, del edificio de Psicología comparada que levantó sobre tal
cimiento y con este andamiaje, de los abstrusos problemas que los dibujos
plantean, líbrenos Dios de ocuparnos. Allá se lo hayan, y con su pan se lo
coman profesores, dibujantes y borricos. Como historiador, sólo debo relatar
los acontecimientos, sin apartarme un ápice de la realidad objetiva. ¡Que es bastante
incomprensible, caramba!
Por ejemplo: otros dos asnos, que denominaremos para
mayor claridad Vadius y Trissotin. Con ellos me encontré en el parque
Chacabuco, exactamente en la esquina de Campana y Curapaligüe. Iban con mucha
prosopopeya, incensándose alternativa y mutua-mente, y se reían a mandíbula
batiente de nosotros.
-"No has remarcado,
Trissotin, como son de cuadrúpedos los hombres, y cuán injustos hacia los seres
que ellos apodwn de irracionales?".
"¡Y cómo si lo he remarcado! Vadius, y te aseguro que cuando asisto a esas ceremonias
tan tocantes que realizan maestros y
alumnos en el parque, y oigo aplicar nuestro augusto nombre de asno a todo
títere idiota, cretino, ignorante o sandio, las orejas se me fruncen de indignación,
y la cabeza me hace mal".
"¿Para qué
nos tomarán esos groseros !No somos de su linaje infeliz ¡voto a Sancho Panza!
Tratan de rebuznos nuestros coloquios y carcajadas, cuando ni los grillos
ignoran que no hay tipos más rebuznadores que los hombres, sobre todo cuando se
juntan en tropillas para perorar".
-"¡Bien dicho, Vadius, bien replicado! ¡Se
necesita ser hombre para caer en el error grotesco de creerse superior a
nosotros! ¡Habla tú, y callen esos botarates aulladores; sus mugidos, cacareos
y rebuznos ahuyentan hasta los murciélagos de las cornizas y las arañas de los
ventanales ¡voto a Tomé Cecial!
"Pues no han dado en la flor esos mentecatos de
tomar a risa la aventura del rebuzno, donde Sancho Panza recibió la granizada
de estacazos por no haber sabido apreciar aquellos rústicos orejudos la
maravillosa melodía que cantaba el escudero andante? Tú me entiendes, Vadius,
y yo te entiendo. Basta".
"Cotejado con tu cantar, Trissotin, el canto de
Filomena es apenas un ensayo de principiante..."
-"No conozco esa Filomena, caro Vadius".
-"Es el nombre griego del ruiseñor, amigo
aparcero. ¿Te das cuenta? ¡Y después se ufanan ellos con un Caruso, una
Barrientos ! Tú los dejas, Trissotin, a mil leguas..."
"Caro Vadius, créeme que si bien canta el abad no
le va en zaga el sacristán, quiero decir que las mismas perfecciones admiro en
ti".
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
No quise oír más disparates, y me entré por el parque
umbrío, otrora emplazamiento de un polvorín ante el cual tantas veces había
pasado con mis condiscípulos allá por los años 1899-1903.
Supe más tarde que los dos jumentos, después de haberse
rascado mutua-mente en la forma descrita, se entraron por Caballito, Floresta,
Villa Soldati, Flores y otros suburbios populosos, haciendo cada cual el
panegírico del otro, con el laudable fin de realizar un buen negocio, ya que
cuanto bien pudieran predicar de los asnos otro tanto cosecharían para sí.
"Como
en otras edades, sobran hoy los enanos que presumen de gigantes, los
profesores que se desesperan por demostrar que el hombre es un puro animal, y
los asnos que se creen a pie juntillas maestros de los sabios".
1.087. Deimiles (Ham) - 021
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