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lunes, 5 de agosto de 2013

Los dos asnos

Probablemente estos dos jumentos descendían del asno de Buridan que cargado de hambre y sed (no Buridan, sino el asno) y puesto entre un balde de agua y el pienso, no logró de­cidirse nunca, ni por asomos, si comenzaría por el balde o por la alfalfa; y de esa suerte murió de sed y de hambre, víctima de un equilibrio de fuerzas centrífugas contrapuestas en la zona psicológica de la volición.
"¡Señor cuentero, señor cuentero, no le entiendo más, y sepa que hace rato que está usando unas palabrotas que ni Mandinga que las cale. Me parece que olvida el refrán: "no tan calvo que se le vean los sesos ni tan peludo que no se le vean los ojos..." Recuerde que, por más Lince que uno sea, hay cosas que...
-"Lo sé, muchacho, lo sé: pero ¿quién te impide leer a los 80 años lo que, pinto el caso, no calas a los diez de tu edad? Con sólo anotar en tu cédula de identidad: Ojear y hojear el año 2000 la cuarta serie, estarás al cabo de la calle".
Y prosigo con los dos pollinos. El caso es rigurosamente histórico, como de ello se cerciorará el curioso que consulte "La Vida Fraternal" N° 10 - Registro de Propiedad Intelec­tual Nº 044897 - Correo Argen-tino, Tarifa reducida Nº 4215 - Escobar F. C. C. A. - U. T. 38. ¡Adelante con los pollinos! Eran, al parecer, mellizos o gemelos a juzgar por los documen­tos gráficos, y su edad no llegaba ciertamente a la de Matu­salén. El patrón de estos borricos debió de ser hombre de ra­zonable entendimiento -probablemente profesor de Psicología comparada en alguna universidad del viejo o del nuevo mundo-­ y se ve a la legua que intentó verificar por partida doble el ex­perimento de Buridán (que por desgracia nada nos ha dejado escrito acerca de este particular).
Están ambos jumentos amarrados por el cuello con un ca­ble resistente, pero elástico hasta cierto punto, y tienen a al­guna distancia sendos fardos de bucólica cuyo relente, al dar en las dilatadas narices de los cuadrúpedos, provoca una acción reactiva químico-fisio-psicológica sobre el trigémino (teoría de Asuero) que se extiende a los lóbulos frontales donde tiene su asiento la volición (teoría de Büchner y Cía.), irradia por la periferia de la masa encefálica y la corteza de la substancia gris (teoría de Moleschott y Cía.) se corre con la rapidez del rayo o de la corriente eléctrica por el espinazo hasta la punta del dedo gordo del pie -que se identifica en los asnos de cua­tro patas con el casco herrado, o bien al natural- sigue las es­taciones somáticas: cabeza, nuca, hombro, espalda, cintura, muslo, corva, pantorrilla, pierna, codopié, tobillo y talón (teoría personal que me propongo presentar en la Conferencia Inter­nacional de Psicología Comparada para el fomento de las rela­ciones antropo-zoológicas).
Conforme se realizó el fenómeno arriba descrito, los dos jumentos realizaron sincrónicamente un movimiento de flanco, el uno a su derecha, el otro a su izquierda, encontrándose así frente por frente con el objeto que había impresionado por onda o por vibración (averígüelo Vargas) el trigémino de am­bos sujetos. La vista del pienso reforzó la acción del relente, y los dos asnos, dilatando ojos y narices y parando las orejas, dieron en direcciones opuestas sendos tirones, llegando a me­dio metro de sus fardos respectivos. La vecindad tantálica del objeto que no pudieron alcanzar ni uno ni otro, a causa del ca­ble y del equilibrio de las fuerzas accionantes, aumenta más y más la tensión de la maroma semi-elástica, pero el máximum alcanzado deja todavía los morros asimismo a diez centímetros de la alfalfa. Un supremo tirón en que los dos jumentos quedan can rabos, ancas y patas traseras en alto, les convence de que la soga ni se estirará más ni se romperá.
Evidentemente, el profesor que había planeado su experi­mento era, no sólo un psicólogo de vanguardia, sino un mate­mático fuera de concurso; vamos, un Aristóteles y un Newton del porvenir.

Pasemos a la segunda parte del experimento. ¿Vamos a asistir a la manifestación del centro O en los cuadrúpedos? La teoría de Grasset ha sido combatida, aun tratándose del ser racional; con mayor razón si se la quiere aplicar a los asnos. Pero los hechos se comprueban, salvo a explicarlos. Y el hecho es que (siempre según el documento alegado) los dos burros, comprendiendo la inutilidad de sus esfuerzos contrapuestos, vuelven al punto de partida. Sentados frente a frente, can la lengua fuera, las orejas derrotadas, y la mirada romántica y cansina, se ponen a filosofar grave-mente... De súbito se levan­tan, forman de dos en fondo, dan frente a uno de los farditos, llegan a él en cuatro pasos, lo trasegan a sus estómagos en un minuto, dan media vuelta a la izquierda, alcanzan en ocho pasos el montón frontero y, siempre agitando los rabos con evidentes señales de satisfacción, acaban con él.
De las conclusiones que sacó el profesor de este experi­mento, del edificio de Psicología comparada que levantó sobre tal cimiento y con este andamiaje, de los abstrusos problemas que los dibujos plantean, líbrenos Dios de ocuparnos. Allá se lo hayan, y con su pan se lo coman profesores, dibujantes y borricos. Como historiador, sólo debo relatar los acontecimien­tos, sin apartarme un ápice de la realidad objetiva. ¡Que es bastante incomprensible, caramba!

Por ejemplo: otros dos asnos, que denominaremos para mayor claridad Vadius y Trissotin. Con ellos me encontré en el parque Chacabuco, exactamente en la esquina de Campana y Curapaligüe. Iban con mucha prosopopeya, incensándose al­ternativa y mutua-mente, y se reían a mandíbula batiente de nosotros.
-"No has remarcado, Trissotin, como son de cuadrúpedos los hombres, y cuán injustos hacia los seres que ellos apodwn de irracionales?".
"¡Y cómo si lo he remarcado! Vadius, y te aseguro que cuando asisto a esas ceremonias tan tocantes que realizan maes­tros y alumnos en el parque, y oigo aplicar nuestro augusto nombre de asno a todo títere idiota, cretino, ignorante o sandio, las orejas se me fruncen de indignación, y la cabeza me hace mal".
"¿Para qué nos tomarán esos groseros !No somos de su linaje infeliz ¡voto a Sancho Panza! Tratan de rebuznos nues­tros coloquios y carcajadas, cuando ni los grillos ignoran que no hay tipos más rebuznadores que los hombres, sobre todo cuando se juntan en tropillas para perorar".
-"¡Bien dicho, Vadius, bien replicado! ¡Se necesita ser hombre para caer en el error grotesco de creerse superior a nosotros! ¡Habla tú, y callen esos botarates aulladores; sus mugidos, cacareos y rebuznos ahuyentan hasta los murciélagos de las cornizas y las arañas de los ventanales ¡voto a Tomé Cecial!
"Pues no han dado en la flor esos mentecatos de tomar a risa la aventura del rebuzno, donde Sancho Panza recibió la granizada de estacazos por no haber sabido apreciar aque­llos rústicos orejudos la maravillosa melodía que cantaba el es­cudero andante? Tú me entiendes, Vadius, y yo te entiendo. Basta".
"Cotejado con tu cantar, Trissotin, el canto de Filomena es apenas un ensayo de principiante..."
-"No conozco esa Filomena, caro Vadius".
-"Es el nombre griego del ruiseñor, amigo aparcero. ¿Te das cuenta? ¡Y después se ufanan ellos con un Caruso, una Barrientos ! Tú los dejas, Trissotin, a mil leguas..."
"Caro Vadius, créeme que si bien canta el abad no le va en zaga el sacristán, quiero decir que las mismas perfeccio­nes admiro en ti".
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

No quise oír más disparates, y me entré por el parque umbrío, otrora emplazamiento de un polvorín ante el cual tan­tas veces había pasado con mis condiscípulos allá por los años 1899-1903.
Supe más tarde que los dos jumentos, después de haberse rascado mutua-mente en la forma descrita, se entraron por Caballito, Floresta, Villa Soldati, Flores y otros suburbios po­pulosos, haciendo cada cual el panegírico del otro, con el lau­dable fin de realizar un buen negocio, ya que cuanto bien pu­dieran predicar de los asnos otro tanto cosecharían para sí.

"Como en otras edades, sobran hoy los enanos que presu­men de gigantes, los profesores que se desesperan por demos­trar que el hombre es un puro animal, y los asnos que se creen a pie juntillas maestros de los sabios".

1.087. Deimiles (Ham) - 021

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