Erase un terrible perseguidor de animales que sembraba
el terror en toda la comarca boscosa de Auvernia y sus serranías. A su lado,
Tartarin de Tarascón era un pigmeo. Pero hubo alguien que lo desafió, robándole
uno de los mejores perros de caza. ¡Válgame Dios! y ¿quién será aquel que
buenamente pueda contar ahora la rabia que entró en el corazón del nuestro
Nemrod, viéndose sin el valiente dogo! No se diga más sino que fué de suerte
que, armándose de punta en blanco, y llevando balas bastantes a acabar con todo
un regimiento, se puso luego, luego en campaña, mascullando maldiciones y
amenazando contra el que sospechaba que había trasegado a su panza el can.
-"Al osito ese lo hago yo papilla a balazos ¡voto
al Monte Blanco! ¡Matarme y comerme el Hurán! ¡El mejor perro de mi jauría!
Papilla lo hago ya a ese osito después de coserlo a puñaladas ¡cuerpo de un
mamut!".
Y realmente daba miedo verlo cargado de hierro como un
guerrero de la Edad Media ,
y lanzando llamas por los ojos inyectadas de sangre.
El asunto se iba a liquidar en las pintorescas
estribaciones de los volcanes apagados. Llega allí el bravucón y, tendiendo la
mirada a la redonda, columbra un pastor de ovejas en las proximidades de un
cañadón; a grandes zancadas, y haciendo resonar con reciedumbre toda la
ferretería que carga, allégase al zagal:
-"Indícame, rústico pastor, dónde se guarece el
oso que me ha robado el mejor perro de caza que crió Auvernia. ¡Lo voy hacer
hervir a balazos, y su piel hecha, criba servirá de alfombra a la
perrera!".
Miróle asombrado el pastorcico, pues nunca había visto
tanta arma y, tendiendo el brazo, respondió:
-"Hacia esa montaña es adonde se retira el oso. Para
mí es persona muy tratable; por sólo entregarle mensualmente una res, déjame
ir y venir a mi arbitrio con el ganado en el monte y en el llano, y hasta me
defiende de los lobos; así que mi vida es muy descansada".
-"¡Más descansada va a ser la de ese plantigrado
ladrón de perros y de colmenas,, porque tan cierto como me llamo Jacques Le
Tas le ha llegado su R. I. P. o, como dicen en América su Q. E. P. D.".
-"¡No. le entiendo, señor cazador!".
-"¡Pues, pronto entenderás!", replicó
enarbolando el arma de fuego y blandiendo el enorme cuchillo de caza, "porque
ahora mismo lo busco, lo encuentro y lo mando al otro mundo, como me llamo Le
Tás!"
Mientras se pronunciaban las anteriores frases, el
oso, que oteaba sus dominios desde la cueva, y había visto al extraño pastor
tan cargado de hierro, bajó al cañadón, y se venía con un trotecito acelerado
al grupo.
Verlo venir el bravucón, arrojar sus armas y toda la
impedimenta, echar a correr como un galgo, encomendándose a Mandinga, fué cosa
de un instante.
"El
verdadero valor se muestra en el peligro presente, que es su piedra de toque:
hablando, todos somos héroes, en la práctica y viendo la muerte al ojo,
preferimos la retirada estratégica".
1.087. Deimiles (Ham) - 021
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