Por las cercanías de Monteros, provincia de Córdoba,
vivía no ha muchos años un Puma a cuyos oídos, por no decir orejas, llegaron
ecos de la arenga del Vasco vivillo
sobre el "correr del progreso tras la humanidad humanitaria hacia el progreso
de indecisos rumbos... " y a tales ecos se sintió lleno de sentimientos
desconocidos otrora para él: eran sentimientos humanitarios.
Embargado por ellos, comenzó a pasear por el bosque de
talas y algarrobos donde residía, meditando profundamente sobre su crueldad.
-"No hay duda que tengo un corazón de mármol,
entrañas de bronce y alma de argamasa ¡carape! Los corrales que he salteado
son bastante numerosos... ¿quién contará las ovejas y los corderos que he
despanzurrado? Y no ha sido solo por la necesidad de comer sino por el gusto de
repartir zarpazos y dejar patas arriba a esos esclavos del hombre ¡recontra!
Creo que me odian más que a mi primo el jaguar, aunque yo me guardo muy bien de
atacar al hombre. Pero soy cruel, no hay duda. He visto llorar hilo a hilo y
madeja a madeja haciendo surcos, carreras y sendas por los hermosos campos de
las mejillas de las puesteras y de las chacareras, como Sancho Panza las de
Altisidora, sin moverme a compasión ¡cuartajo! ¡Con razón me odian hasta los
tábanos, y asustan las mamás a los chicos diciéndoles que van a llamar al Puma!
¡Mire usted un poco que reputación, caray! Me parece sin embargo, que mis
enemigos exageran; y yo también ¡caramba! he exagerado en mi confesión y me he
pasado a la otra alforja. Y con todo soy el enemigo público, tengo siempre a la
zaga perros y cazadores; y todo ¿por qué? Por comerme algún borrego sarnoso,
algún potrillo que no tiene más que la piel y los huesos, algún cán apestado,
echado por la gente. ¡Cuánta verdad enseñan los versos que cantan los
pescadores de la Mar
Chiquita !
"La
vida es comparable a una ensalada
En que todo
se encuentra sin medida,
Que unas
veces resulta desabrida
Y otras
hasta el fastidio avinagrada".
Al llegar a estas alturas de su monólogo, recostóse el
Puma a la sombra de un tunal, con muestras de gran pesadumbre y pre-ocupación;
miraba de repente las tunas y las vainas de los algarrobos, luego azotaba con
fuerza sus costados y el suelo con el rabo, después se agazapaba poniendo la
cabeza sobre las patas delanteras bien tendidas y clavaba los ojos en una mata
de hinojo verde, olía después la tierra como quien busca trufas...
Se levantó, por fin, de un brinco, y recomenzó su
paseo, reanudando el interrumpido monólogo:
-"¡Pues bien! Renunciaremos a la carne y al
pescado, a las aves, a todo lo que se mueve en la tierra... ¡Alimentémonos con
frutas, con yerbas, con hongos! Todo es preferible, aun la muerte, a esta existencia
odiosa y odiada... ¡Adiós cabritos! ¡Adiós borregos! ¡Adiós mastines
descuidados, potrillos mostrencos, becerras chúcaras, adiós! ¡Para siempre,
adiós!"
Y salió del bosque para encaminarse al arroyo cercano.
Un espectáculo edificante se ofrece entonces a su
vista: junto a unas carretas, capataces, peones y troperos están devorando un
cordero bien tostado, mientras los asadores ostentan medio ternero con cuero y
todo, asándose lentamente a la vera de las corrientes aguas.
"¡Cuerpo de un bisonte!" gruñe el Puma para
sus zarpas "¿y estos son los que me han puesto fuera de la ley por comer
carne? ¡Entonces en nuestro mundo bellaco son todos unos Tiburcios estos
hombres que devoran cuanto yuyo, cuanto grano, cuanta fruta, cuanta ave, cuanto
cuadrúpedo, cuanto pescado hay, y piensan que nosotros los carnívoros pódemos
vivir papando viento!".
Llegó en dos zancadas al líquido elemento, apagó la
sed, por no decir rabia, que le dió ver a hombres y perros engulléndose tanta
carne inocente, ganó a la carrera su bosque donde había jurado vivir como
ermitaño, y reanudó su soliloquio:
-"¡Ah fariseos hipócritas! ¡Hombres de entrañas
guijeñas y apedernaladas! ¡Almas de cántaro, corazones de alcornoque! Se
constituyen guardianes del ganado contra nosotros, pero es para comérselo ellos
más a su sabor ¡trogloditas! ¡Yo lo creo que pueden esos pobres lanares y vacunos
repetir la copla del peruano:
"Salimos
de Guate-,mala
Y caímos en
Guate-peor:
Cambia él
pandero de manos,
Pero de
sonidos, no".
"En otro tiempo vivían libres en la pampa sin confín,
sólo sujetos a algún zarpazo; buscaron la protección del hombre y ¡hételos en
la olla y el asador! ¡Trágico destino!".
Aquí volvió a recostarse el Puma, se rascó ambas
orejas con la mirada perdida en las nubes, manoteó y papó el aire para
ahuyentar los mamangáes, barrió el suelo con el rabo repetidas veces, frunció
el ceño, se pasó la lengua por los morros, y plantándose de un brinco en sus
cuatro bases, maulló:
-"¡Juro por la Mar Chiquita y todos
sus flamencos donde más largamente y profunda se contiene que, de hoy más, así
perdonaré cordero, cabrito, perro, oveja que me haga falta para la bucólica,
como volverme oso hormiguero! Los hombres que tienen tantas cosas para comer
los devoran, y yo que no tengo más que ellos para vivir ¡voy a andar con
escrúpulos! ¿No se me estarán reblandeciendo los sesos? Porque ¡mire usted que
ha sido buena mi resolución de alimentarme con hierbas, frutas y hongos !La
edad de oro ha pasado para los hombres ¡con mayor razón para nosotros que
hemos nacido antes! ¡Abajo los vegetarianos!".
Esa noche misma, que fué de viento y lluvia, se acercó
a tina de las carretas, mentadas por R. E. Molinari,
"que
para pasar la noche
estrechó el
círculo de defensa
como una
isla de madera
en el
desierto.
y comprobando que todos dormían, hombres y animales,
cargó con un carnero, después de tumbarlo de un sopapo, y se lo llevó para la
cana de esa histórica jornada.
"Razón
tienen que les sobra Esopo, Hegemon y La Fontaine en reconocer el derecho de los animales
a su natural sustento, hállese en campo raso o bajo tutela interesada del
hombre. ¡Bueno fuera que leones, panteras, lobos, tuviesen que vivir a pan y
agua como los anacoretas, los solitarios, los ermitaños y los
contemplativos!".
1.087. Deimiles (Ham) - 021
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