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lunes, 5 de agosto de 2013

El puma arrepentido

Por las cercanías de Monteros, provincia de Córdoba, vivía no ha muchos años un Puma a cuyos oídos, por no decir orejas, llegaron ecos de la arenga del Vasco vivillo sobre el "correr del progreso tras la humanidad humanitaria hacia el progreso de indecisos rumbos... " y a tales ecos se sintió lleno de sentimien­tos desconocidos otrora para él: eran sentimientos humanita­rios.
Embargado por ellos, comenzó a pasear por el bosque de talas y algarrobos donde residía, meditando profundamente sobre su crueldad.
-"No hay duda que tengo un corazón de mármol, entra­ñas de bronce y alma de argamasa ¡carape! Los corrales que he salteado son bastante numerosos... ¿quién contará las ove­jas y los corderos que he despanzurrado? Y no ha sido solo por la necesidad de comer sino por el gusto de repartir zarpazos y dejar patas arriba a esos esclavos del hombre ¡recontra! Creo que me odian más que a mi primo el jaguar, aunque yo me guardo muy bien de atacar al hombre. Pero soy cruel, no hay duda. He visto llorar hilo a hilo y madeja a madeja haciendo surcos, carreras y sendas por los hermosos campos de las me­jillas de las puesteras y de las chacareras, como Sancho Panza las de Altisidora, sin moverme a compasión ¡cuartajo! ¡Con razón me odian hasta los tábanos, y asustan las mamás a los chicos diciéndoles que van a llamar al Puma! ¡Mire usted un poco que reputación, caray! Me parece sin embargo, que mis enemigos exageran; y yo también ¡caramba! he exagerado en mi confesión y me he pasado a la otra alforja. Y con todo soy el enemigo público, tengo siempre a la zaga perros y cazadores; y todo ¿por qué? Por comerme algún borrego sarnoso, algún potrillo que no tiene más que la piel y los huesos, algún cán apestado, echado por la gente. ¡Cuánta verdad enseñan los ver­sos que cantan los pescadores de la Mar Chiquita!

"La vida es comparable a una ensalada
En que todo se encuentra sin medida,
Que unas veces resulta desabrida
Y otras hasta el fastidio avinagrada".

Al llegar a estas alturas de su monólogo, recostóse el Puma a la sombra de un tunal, con muestras de gran pesadumbre y pre-ocupación; miraba de repente las tunas y las vainas de los algarrobos, luego azotaba con fuerza sus costados y el suelo con el rabo, después se agazapaba poniendo la cabeza sobre las patas delanteras bien tendidas y clavaba los ojos en una mata de hinojo verde, olía después la tierra como quien busca trufas...
Se levantó, por fin, de un brinco, y recomenzó su paseo, reanudando el interrumpido monólogo:
-"¡Pues bien! Renunciaremos a la carne y al pescado, a las aves, a todo lo que se mueve en la tierra... ¡Alimentémo­nos con frutas, con yerbas, con hongos! Todo es preferible, aun la muerte, a esta existencia odiosa y odiada... ¡Adiós cabritos! ¡Adiós borregos! ¡Adiós mastines descuidados, potrillos mos­trencos, becerras chúcaras, adiós! ¡Para siempre, adiós!"
Y salió del bosque para encaminarse al arroyo cercano.
Un espectáculo edificante se ofrece entonces a su vista: junto a unas carretas, capataces, peones y troperos están de­vorando un cordero bien tostado, mientras los asadores osten­tan medio ternero con cuero y todo, asándose lentamente a la vera de las corrientes aguas.
"¡Cuerpo de un bisonte!" gruñe el Puma para sus zar­pas "¿y estos son los que me han puesto fuera de la ley por comer carne? ¡Entonces en nuestro mundo bellaco son todos unos Tiburcios estos hombres que devoran cuanto yuyo, cuanto grano, cuanta fruta, cuanta ave, cuanto cuadrúpedo, cuanto pescado hay, y piensan que nosotros los carnívoros pódemos vivir papando viento!".
Llegó en dos zancadas al líquido elemento, apagó la sed, por no decir rabia, que le dió ver a hombres y perros engullén­dose tanta carne inocente, ganó a la carrera su bosque donde había jurado vivir como ermitaño, y reanudó su soliloquio:
-"¡Ah fariseos hipócritas! ¡Hombres de entrañas guije­ñas y apedernaladas! ¡Almas de cántaro, corazones de alcor­noque! Se constituyen guardianes del ganado contra nosotros, pero es para comérselo ellos más a su sabor ¡trogloditas! ¡Yo lo creo que pueden esos pobres lanares y vacunos repetir la copla del peruano:

"Salimos de Guate-,mala
Y caímos en Guate-peor:
Cambia él pandero de manos,
Pero de sonidos, no".

"En otro tiempo vivían libres en la pampa sin confín, sólo sujetos a algún zarpazo; buscaron la protección del hombre y ¡hételos en la olla y el asador! ¡Trágico destino!".
Aquí volvió a recostarse el Puma, se rascó ambas orejas con la mirada perdida en las nubes, manoteó y papó el aire para ahuyentar los mamangáes, barrió el suelo con el rabo repetidas veces, frunció el ceño, se pasó la lengua por los morros, y plan­tándose de un brinco en sus cuatro bases, maulló:
-"¡Juro por la Mar Chiquita y todos sus flamencos donde más largamente y profunda se contiene que, de hoy más, así perdonaré cordero, cabrito, perro, oveja que me haga falta para la bucólica, como volverme oso hormiguero! Los hombres que tienen tantas cosas para comer los devoran, y yo que no tengo más que ellos para vivir ¡voy a andar con escrúpulos! ¿No se me estarán reblandeciendo los sesos? Porque ¡mire usted que ha sido buena mi resolución de alimentarme con hierbas, frutas y hongos !La edad de oro ha pasado para los hombres ¡con ma­yor razón para nosotros que hemos nacido antes! ¡Abajo los vegetarianos!".
Esa noche misma, que fué de viento y lluvia, se acercó a tina de las carretas, mentadas por R. E. Molinari,

"que para pasar la noche
estrechó el círculo de defensa
como una isla de madera
en el desierto.

y comprobando que todos dormían, hombres y animales, cargó con un carnero, después de tumbarlo de un sopapo, y se lo llevó para la cana de esa histórica jornada.

"Razón tienen que les sobra Esopo, Hegemon y La Fontaine en reconocer el derecho de los animales a su natural sustento, hállese en campo raso o bajo tutela interesada del hombre. ¡Bueno fuera que leones, panteras, lobos, tuviesen que vivir a pan y agua como los anacoretas, los solitarios, los ermitaños y los contemplativos!".

1.087. Deimiles (Ham) - 021

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