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lunes, 5 de agosto de 2013

El lobo y el perro flaco

Ratoncito orador no logró, a pesar de su elocuencia, con­vencer a Micifuz de que le concediese una prórroga para poder engordar. La gente gatuna se atiene, por lo general, a los re­franes dictados por la experiencia, entre los cuales hay uno que dice: "más vale pajarito en la mano que buitre volando". No reza con ella el proverbio: "más vale buena esperanza que ruin posesión". Ratoncito tenía ciertamente razón en su alegato: Micifuz era un escéptico acerca de lo futuro.
Veamos ahora como procedió un lobo novel en condiciones análogas. Merodeaba por los aledaños del villorrio cierto atar­decer brumoso, cuando tropezó con un mastín tan flaco como el lobo rabonero; iba a cargar can él para llevárselo al bosque, mas el can le dijo:
-"Sin duda vuesa merced, señor lobo, no alcanza, por la hora y la bruma, a verme tal cual soy. Sepa que no tengo sino la piel y los huesos, gracias a una peste de la cual convalezco por milagro. Míreme bien y pálpeme usiria, verá que digo ia pura verdad".
El lobo se frotó los ojos, examinó el perro de los morros al rabo, palpó sus costados esqueléticos, y se convenció.
-"No le conviene a su merced llevarme ahora, insistió el can; concédame algunos días para engordar. Cabalmente ten­dremos en el pueblo ferias y batifondós políticos por tres sema­nas: aunque no quiera tendré que ponerme gordo como uiia nutría..."
El lobo novicio cree a pie juntillas el cuento de la feria, el lobo licencia al perro, y el lobo se vuelve al bosque a esperar que el mastín engorde.
Cuando el plazo tocaba a su término, el lobo, relamiéndose de gusto, se vino de un trote a ver como andaba de carnes su mastín. No hallándolo en el lugar de la cita, esperó una hora más y, a noche cerrada, se trasladó a la quinta del amo. Viólo venir el perro socarrón, y acercándose muy cortés, por el tejido de alambre le dice:
-"¿No te lo decía yo, lobito, que me iba a poner como un carpincho? Mírame bien: son cuarenta kilos de carne bien con­tados..."
-"No veo bien por la neblina, amigo, y este tejido no me deja palparte..."
-"Para todo hay remedio, lobito, si no es para la muerte, Enseguida salgo. Voy a hablar con el portero".
-Este era un dogo como un ternero, capaz de estrangular a media docena de lobos. El visitante sospechó alguna desgracia.
-"¡No te muevas!" le respondió, "no hay aptaro; otro día volveré".
Y con las orejas gachas, rabo entre piernas, comenzó a co­rrer por aquellos campos que no le alcanzara el viento.

"Anduvo muy crédulo el lobo; el perro no razonó tan mal" Cada uno se las arregla como puede para salvar la vida; y de corsario a corsario sólo se pierden los barriles".


1.087. Deimiles (Ham) - 021

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