Ratoncito orador no logró, a pesar de su elocuencia,
convencer a Micifuz de que le concediese una prórroga para poder engordar. La gente gatuna se atiene, por lo general, a los refranes dictados por la
experiencia, entre los cuales hay uno que dice: "más vale pajarito en la
mano que buitre volando". No reza con ella el proverbio: "más vale
buena esperanza que ruin posesión". Ratoncito tenía ciertamente razón en
su alegato: Micifuz era un escéptico acerca de lo futuro.
Veamos ahora como procedió un lobo novel en
condiciones análogas. Merodeaba por los aledaños del villorrio cierto atardecer
brumoso, cuando tropezó con un mastín tan flaco como el lobo rabonero; iba a
cargar can él para llevárselo al bosque, mas el can le dijo:
-"Sin duda vuesa merced, señor lobo, no alcanza,
por la hora y la bruma, a verme tal cual soy. Sepa que no tengo sino la piel y
los huesos, gracias a una peste de la cual convalezco por milagro. Míreme bien
y pálpeme usiria, verá que digo ia pura verdad".
El lobo se frotó los ojos, examinó el perro de los
morros al rabo, palpó sus costados esqueléticos, y se convenció.
-"No le conviene a su merced llevarme ahora,
insistió el can; concédame algunos días para engordar. Cabalmente tendremos en
el pueblo ferias y batifondós políticos por tres semanas: aunque no quiera
tendré que ponerme gordo como uiia nutría..."
El lobo novicio cree a pie juntillas el cuento de la
feria, el lobo licencia al perro, y el lobo se vuelve al bosque a esperar que
el mastín engorde.
Cuando el plazo tocaba a su término, el lobo,
relamiéndose de gusto, se vino de un trote a ver como andaba de carnes su
mastín. No hallándolo en el lugar de la cita, esperó una hora más y, a noche
cerrada, se trasladó a la quinta del amo. Viólo venir el perro socarrón, y
acercándose muy cortés, por el tejido de alambre le dice:
-"¿No te lo decía yo, lobito, que me iba a poner
como un carpincho? Mírame bien: son cuarenta kilos de carne bien contados..."
-"No veo bien por la neblina, amigo, y este
tejido no me deja palparte..."
-"Para todo hay remedio, lobito, si no es para la
muerte, Enseguida salgo. Voy a hablar con el portero".
-Este era un dogo como un ternero, capaz de
estrangular a media docena de lobos. El visitante sospechó alguna desgracia.
-"¡No te muevas!" le respondió, "no hay
aptaro; otro día volveré".
Y con las orejas gachas, rabo entre piernas, comenzó a
correr por aquellos campos que no le alcanzara el viento.
"Anduvo
muy crédulo el lobo; el perro no razonó tan mal" Cada uno se las arregla
como puede para salvar la vida; y de corsario a corsario sólo se pierden los
barriles".
1.087. Deimiles (Ham) - 021
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