Un lobo desgraciado, descendiente en línea recta del
lobo médico y del lobo pastor, había abandonado las aulas, tirado los libros a
las ortigas y dádose a la vida de salteador, como su primo que llamaba salmón
al cordero para comérselo sin infringir el régimen que le había impuesto el
zorro veterinario. Pero la vida de salteador entre los animales no es tan fácil
ni gorda como entre los hombres. De modo y manera que el lobo rabonero pronto
se vió en la piel y los huesos.
Un día gris de otoño, recorriendo los linderos del
bosque, dióse de manos a boca con un dogo humanitario, grande y gordo. que no
quiso deshonrarse clavando sus colmillos en aquella anatomía ambulante. El
lobo fantasma, que se sentía en sus tierras, sospechó como se había extraviado
el perro, y tenía unas ganas feroces de descuartizarlo, pero comprendió que
presentar batalla era lo mismo que suicidarse. Cuando las armas flaquean, se
recurre a la diplomacia, otra arma.
-"¿Por Rómulo, que salud y prosperidad va
mostrando su merced, señor dogo? Créame que lo envidio de todas veras ¡caráfita!
Con la cuarta parte de lo suyo, ya no me llevaría el viento de un lado a otro
como hoja seca..."
"A la mano está el remedio, señor lobo. Querer es
poder; tan lucio, grande y gordo se verá usarced como yo en pocos meses, con
sólo abandonar esta sombría espesura, morada de zaparrastrosos, muertos de
hambre y pobres diablos que no ganan ni para sustos. Créame usiria que sigue
una profesión más estrecha que la de los penitentes y de los caballeros andantes..."
-"No le entiendo, señor dogo..."
-"Me explicaré. Mi amo lee cada día un capítulo
de la historia de un loco sublime que vale él solo más que un millón de cuerdos
insulsos, y cabalmente ayer le oí una parte del capítulo XIII qué se me quedó
grabado a escoplo y martillo, como quien dice. Escuche vuesa merced".
"Por estas razones que dijo, acabaron de
enterarse los caminantes que era Don Quijote falto de juicio, y del género de
locura que le señoreaba, de lo cual recibieron la misma admiración que
recibían todos aquellos que de nuevo venían en conocimiento della. Y Vivaldo,
que era persona muy discreta y de alegre condición, por pasar sin pesadumbre el
poco camino que decían que les faltaba para llegar a la sierra del entierro,
quiso darle ocasión a que pasase más adelante con sus disparates; y así le
dijo: "Paréceme, señor caballero andante que vuestra merced ha profesado
una de las más estrechas profesiones que hay en la tierra, y tengo para mí que
aún la de los frailes Cartujos no es tan estrecha.
-"Tan estrecha bien podrá ser, respondió nuestro
Don Quijote, pero tan necesaria en el mundo, no estoy a dos dedos de ponerlo en
duda; porque, si va a decir verdad, no hace menos el soldado que pone en
ejecución lo que su capitán le manda, que el mesmo capitán que se lo ordena.
Quiero decir que los religiosos, con toda paz y sosiego, piden al cielo el
bien de la tierra; pero los soldados y caballeros ponemos en ejecución lo que
ellos piden, defendiéndola con el valor de nuestros brazos y filos de nuestras
espadas, no debajo de cubierta, sino al cielo abierto, puestos por blanco de
los insufribles rayos del sol en el verrano, y de los erizados hielos del
invierno. Así que, somos ministros de Dios en la tierra, y brazos por quien se
ejecuta en ella su justicia. Y como las cosas de la guerra y los a ella
tocantes y concernientes, no se pueden poner en ejecución sino sudando,
afanando y trabajando excesivamente, síguese que aquellos que la profesan
tienen sin duda mayor trabajo que aquellos que en sosegada paz y reposo están
rogando a Dios favorezca a los que poco pueden. No quiero yo decir, ni me pasa
por pensamiento, que es tan buen estado el de caballero andante como el del encerrado
religioso; solo quiero inferir, por lo que yo padezco, que sin duda es más
trabajoso y más aporreado y más hambriento y sediento, miserable, roto y
piojoso...
-"¡Alto!" aulló a esta sazón el lobo
fantasma: "vuesa merced tiene razón, la vida que yo llevo en el bosque es
cien veces más dura que las descritas en ese libro. Estoy dispuesto a seguirle,
señor dogo. Dígame ahora cuál será mi tarea".
-"Una verdadera sinecura, señor lobo. Pasearse
por la quinta, ahuyentar a los vagamundos, halagar a los criados, festejar al
patrón, y pare usted de contar. Con esto, tendrá habitación seca y sana, y
será tratado a cuerpo de rey; porque ha de saber vuecencia que los pollos,
conejos, pichones y cabritos que pasan por las mesas del amo y de la
servidumbre dejan relieves para hartar una docena de personajes como
usiria".
Mientras el dogo decía esto, el esqueleto lobuno veía
en imaginación montones de vianda, y se forjaba tal felicidad que las lágrimas
le saltaban. Resuelto ya a cambiar de vida, camina con el perro a la vuelta del
poblado. De súbito se detiene clavando los ojos famélicos en el cogote del
can:
"¿Qué significa, le pregunta; esa peladera del
cuello?"
-"¡Nada, hombre! Es la marca del collar".
-"¿Collar? ¿Alguna moda nueva?
-"Así es; se ha puesto de moda atarnos. ¡Cosas de
los hombres!"
-"¿De modo que yo no podré correr donde se me
antoje?"
-"No siempre, en todo caso. Pero ¿qué importa esa
privación al lado de la abundancia!"
-¡Como que importa! Cabalmente recuerdo un latinajo
que oí en las aulas y viene ahora como anillo al dedo: "mi por todo el oro
del mundo se vende bien la libertad". ¡la vendería yo por un plato de
lentejas! Antes morir de hambre ¡por Rómulo!"
Esto dicho, el lobo, rabo entre piernas, toca a
retirada, y da con sus huesos en la selva sin linderos.
"La
cabra tira al monte". "Genio y figura, hasta la sepultura". Lo
estamos viendo cada día.
1.087. Deimiles (Ham) - 021
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