En la región montuosa que se extiende de Hodeida a
Moka en la Arabia
bañada por el Mar Rojo, iba a cumplir cinco años un león valiente y ladino con
sus puntas y ribetes de bromista y socarrón. Sus vasallos acudieron presurosos a
presentarle sus plácemes y sus regalos, deseándole mil años de vida (¡cuesta
tan poco! Es como dar un millón de
gracias). Entre los últimos llegó el borrico, de asáz mal talante y meditabundo
por no haber haber sabido dar con algún regalo conveniente: "Tampoco sería
prudente llevarle un fardo de graminea ¡jinojo!" rebuznó entre sí.
"Si aquel desconfiado borrego, mi vecino, me hubiese acompañado hasta aquí,
otro gallo me cantaría... ¡Paciencia! Y ¡adelante! que buen corazón quebranta
mala fortuna".
Con esto entró en la corte, anunciándose con tal
trompetazo (exactamente Sí becuadro -
Fa) que casi se produce un desbande
de la tupida concurrencia. Estuvo en un triz que el rey no lo mandase al diablo
de un zarpaso en los morros; y el lobo y el chacal estaban atisbando por si les
hiciese la menor señal de saltarle encima. Pero las cosas no pasaron de allí,
porque el león, sin duda inspirado por el estentóreo rebuzno, resolvió dar por
concluido el besamano, invitando a los presentes a un colosal banquete que se
celebraría el día siguiente.
Salieron todos del aula regia (que no tenía que
envidiar a la que describimos en otra ocasión) donde hubiera hecho buena falta
un perro como Leal; y en las afueras dieron un concierto que ¡me río yo de
Burrinsky y de todos los talleres metalúrgicos! La voz del asno haciendo el pizzicato de contrabajo fué algo
formidable.
Concluída la sinfonía animal, llamó el león al burro y
le dijo:
"Hoy te vienes conrhigo al bosque ; me ayudarás a
cazar..."
-"¡Por vida de mi padre!" rebuznó el pollino
talludo. "¿Lo ha pensado bien su majestad? ¡Porque fuera de ser cazada yo
por los lobos, jamás he servido para cazar ni un gorrión!..."
-"¡Allá lo veremos ! Vamos andando".
El asno no las tenía todas consigo, y sospechaba si no
lo llevaría el rey a la selva para comérselo crudo y con cuero, sin testigos.
En todo caso, el asunto era grave, porque así como el aguila no caza moscas,
tampoco iba a contentarse el león con cazar pajaritos:
-"Y si se le antoja cazar piezas mayores"
roznaba entre sí el burro, "si apetece carne de jabalí pongo por caso (y
los hay en este bosque como rinocerontes) ¿dónde habrá costillas que puedan
aguantar sus topetazos, y cuero que resista a tales colmillos!"
En esto habían llegado a un lugar espeso; el león hizo
señas al borrico, que se acercó temblando y moviendo a compás las diminutas
orejas:
-"Tú te quedas aquí" le ruge en voz baja el
Nemrod cuadrúpedo, "te voy a camuflar,
como dicen los galos, o si prefieres, te mimetizaré,
según los griegos, o hablando en godo te disfrazaré, para que podamos dar el
golpe del siglo ¡voto a san Marcos!".
Y dicho esto, comienza a echarle encima ramas secas,
hojarasca, matas enteras que arranca sin más esfuerzo que si se tratase de una
brizna de perejil. Entre tanto el burro sudaba y trasudaba, mascullando entre
dientes:
-"Este animal me va a asar vivo ¡voto a Sancho
Panza! para poder vana-gloriarse después de haber saboreado un asado can
cuero!"
Pero el león no tenía tan sibaríticas intenciones;
concluido el disfraz del ayudante, le dice, sonriendo un si es no es socarrona-mente:
-.Ahora yo me vuelvo a donde están las redes y las
trampas; en cuanto oigas la señal te metes a rebuznar en tritono perfecto con
intervalos de tritono disminuido o de cuarta (no se dice así, pero poco importa)
tú me entiendes: el sonido alto, lo sostenido de la voz a su tiempo y compás,
los dejos muchos y apresurados..."
Volviósele el alma al cuerpo al asno, y respondió al
rey que descuidase; que él era el Stentor de los rebuznadores y que desafiaba,
no sólo a los dos alcaldes y regidores que topó Don Quijote en la loma del
rebuzno, sino a cincuenta más, con la seguridad de que su voz los cubriría a
todos.
En cuatro prodigiosos saltos ganó el león su puesto
estratégico y dió la convenida señal: un rugido seco, y breve como semifusa. Y
entonces comenzó en el bosque un concierto, una sinfonía, un terremoto tal de
rebuznos que se caín los pajarillos del susto, y las águilas y buitres
ascendieron a las más altas capas de la atmósfera, poniendo la proa al desierto
Roha-el-Chali. No hubo gamo, ciervo, camuza, jabalí, búfalo que pudiese
resistir al pánico que infundía aquel bosque retumbando con tan desaforados
rebuznos, de modo que su majestad el león no se daba manos a repartir zarpazos,
bofetones, dentelladas y otras caricias que dejaron el tendal de piezas
salvajinas en los puestos, paranzas y veredas; entre ellas un desmesurado
jabalí que se había venido contra el león crujiendo dientes y colmillos, y
arrojando espuma por la boca, como el que los Duques y Don Quijote despacharon
en la cacería que tales protestas arrancó a Sancho Panza por el invencible
pánico que le señoreó cuande el bicho vino en su dirección; un búfalo que
ignoraba seguramente lo que es un salto de león estaba tendido allí con la
lengua afuera.
En esto, el burro que en dos corcovos y otros tantos
bativoleos se había descargado del ramaje, llega adjudicándose todo el honor
de la caza:
"¿No he cumplido bien la orden de su magestad?
¡Yo mismo he visto quedar patas arriba a más de uno, al solo trompetazo de mi
broncínea laringe!".
-"Ciertamente puedes darle quince y raya a una
tropilla de rebuznadores, porque para rebuznos han sido los más aterradores
que he oído en mi vida. De no saber que eras tú el que hacía de corno inglés yo
mismo hubiera puesto pies en polvorosa, y no hubiese parado hasta el jardín
zoológico de Adén ¡voto a san Marcos! Si aquel tu pariente, en vez de disfrazarse
con una piel de jaguar, que le dejó asomar la oreja causando su perdición, se
hubiera servido de su voz natural, otro gallo le cantára, y se librara de la granizada
de estacazos que hizo llover sobre él un descomedido peón..."
Aunque borrico, no se lo ocultó al corno inglés el
sarcasmo del león, pero comprendió que mi con los más potentes rebuznos lo iba
a poner patas arriba, y menos aún incrustarlo contra los árboles, como de buena
gana lo hubiese hecho. Así que, cumpliendo la orden del rey, fué a buscar
refuerzos para cargar con todo aquel matadero y trasladarlo a la corte, donde
se armó una comilona que ya la quisieran para sí Gargantúa y Pantagruel.
"Las
fanfarrias ni en el valiente se toleran, ni en el sabio
ni en el artista, ni en el filósofo de positivos méritos. ¿Quién podrá,
pues, aguantar un asno fanfarrón? Tanto más que sería diametralmente opuesto a
carácter de la raza asinina".
1.087. Deimiles (Ham) - 021
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