Una vez tío Conejo cogió una
cosecha que consistía en una fanega de maíz y otra de frijoles y como era tan
maldito, se propuso sacar de eso todo lo que pudiera.
Pues bueno, un miércoles
muy de mañana se puso su gran sombrero de pita, se echó el chaquetón al hombro
y cogió el camino. Llegó donde tía Cucaracha y tun, tun. Tía Cucaracha, que
estaba tostando café, salió cobijándose con su pañuelo para no pasmarse.
-¿Quién es? ¡Adiós
trabajos! ¡si es tío Conejo! ¿Qué se le ofrece? Pase pa dentro y se sienta -y
tía Cucaracha limpió la punta de la banca con su delantal.
-Aquí no más -contestó tío
Conejo- si vengo de pasadita a ver si quiere que tratemos. ¿Qué le parece que
vendo una fanega de maíz y otra de frijoles en una onza y media? ¡Báileme ese
trompo en la uña! Regaladas, tía Cucaracha, pero la necesidá tiene cara de
caballo.
-Pues ai vamos a ver, tío
Conejo. Si me decido, allá llego.
-No, no, tía Cucaracha. Si
se decide es ya, porque si no voy a buscar otro. Vine aquí de primero por ser
usté. Y si se decide, llegue a casa el sábado como a las siete de la mañana,
porque yo tengo que bajar a la ciudá.
-¡Qué caray! Hago el trato
y allá llego el sábado con mi carreta. Pero no se vaya. Ahorita está el café y
tengo un tamal asado que acabo de sacar.
Tío Conejo se sentó y al
poco rato estaba allí tía Cucaracha con un buen jarro de café acabadito de
chorrear y una gran ración de tamal asado.
Con ese puntalito entre el
estómago, siguió tío Conejo su camino. Llegó donde tía Gallina y tun, tun.
-¿Quién es? gritó desde
adentro tía Gallina, que estaba enredada con el almuerzo.
-Yo, tío Conejo, que vengo
a ver si hacemos un trato.
-Pase pa dentro y se
sienta. A ver, ¿qué es el trato?
-Es que vendo una fanega
de maíz y otra de frijoles en onza y media. ¡Vea qué mamada! Como quien dice,
echar el maicillo y los frijoles a la calle... Pero estoy en un gran aprieto y tengo
que venderlos por esa miseria. Me vine derecho a buscarla, tía Gallina, porque
al fin y al cabo somos buenos amigos y uno debe preferir a los amigos.
Tía Gallina fue a volver
la tortilla al comal, y mientras fue y vino, pensó que era un buen negocio y
prometió a tío Conejo ir el sábado como a las ocho con su carreta, por el maíz
y los frijoles. También le dió un queso hecho en la casa para que probara.
Tío Conejo siguió su
camino y llegó donde tía Zorra que estaba pelando unos pollos.
-¡Hola, tía Zorra! ¿Qué
hace Dios de esa vida?
-¡Pero hombre, tío Conejo!
¡Buenas patas tiene su caballo! Pase adelante, pase adelante y ahorita
almorzamos.
Tío Conejo entró y propuso
el negocio del maíz y de los frijoles a tía Zorra, metiéndole una larga y otra
corta: que la había preferido a todos y que por aquí y por allá, y que si se
decidía, llegara como a las nueve el sábado, porque él tenía que bajar a la ciudad. Tía Zorra
dijo que bueno, y prometió llegar el sábado con su onza y media donde tío
Conejo.
Después que dió una gran
almorzada, tío Conejo se despidió y siguió su camino. Llegó donde tío Coyote,
que estaba quitando del fuego una gran olla de conserva de chiverre.
-¡Upe! Tío Coyote. ¿Cómo
le va yendo?
-¡Dichosos ojos, tío
Conejo! Vale más llegar a tiempo que ser convidado. Entre pa dentro y prueba
esta conservita que está muy rica.
Mientras se comía su plato
de conserva, tío Conejo ofreció sus fanegas de maíz y de frijoles a tío Coyote
por onza y media. En seguida cerraron el trato y tío Coyote quedó en llegar por
ellas el sábado como a las diez de la mañana, con su carreta.
Tío Conejo se despidió y
siguió adelante. Llegó a casa de tío Tirador, que estaba en el corredor
aceitando su escopeta.
-Tío Tirador, aquí vengo a
que crea que he perdido los bartolos, a ofrecerle una fanega de maíz y otra de
frijoles en onza y media. ¡Un disparate! Pero es que ando cogiéndolas del rabo
con una jaranilla que me ha caído encima.
Tío Tirador trató, y quedó
de llegar el sábado con sus dos mulas, por el maíz y los frijoles. Tío Conejo
le propuso que llegara como a medio día, porque en la mañana tenía que estar en
la ciudad, de precisa, y no volvería a casa sino hasta por ahí de la una.
Luego tío Conejo regresó a
su casa. El sábado se levantó de mañanita y se sentó en la tranquera. Apenas
había salido el sol, cuando vió venir a tía Cucaracha con su carreta.
Tío Conejo la hizo llevar
la carreta detrás de la casa.
Le enseñó el maíz y los frijoles; tía Cucaracha sacó del seno
el pañuelo en que traía anudado el dinero, lo desanudó y puso en manos del
vendedor la onza y media.
El muy labioso de tío
Conejo invitó a entrar a tía Cucaracha, descolgó la hamaca que estaba prendida
de la solera de la sala y le dijo: -Venga, tía Cucaracha, y se da una mecidita
mientras se fuma este puro habano. Y tía Cucaracha se echó en la hamaca y se
puso a fumar.
Tío Conejo estaba para
adentro y para afuera. De pronto apareció con las manos en la cabeza.
-¡Tía Cucaracha de Dios!
Allá viene tía Gallina, y es para acá.
-¡No diga eso, tío Conejo!
-dijo tía Cucaracha tirándose de la hamaca-. ¡Dios libre sepa que estoy aquí!
¡Escóndame por vida suyita, tío Conejo! Ya me parece que estoy en el buche de
tía Gallina.
Tío Conejo la escondió
entre el horno y salió a recibir a tía Gallina, a la que hizo llevar la carreta
al galerón, le enseño las fanegas de maíz y de frijoles y recibió la onza y
media. Después por señas la hizo asomarse al horno y tía Gallina se va
encontrando con mi señora tía Cucaracha, que pasó a su buche en un decir amén.
En seguida la llevó a la sala, la hizo subir a la hamaca y aceptar un puro
habano.
Cuando tía Gallina estaba
en lo mejor, meciéndose y fumando, entró tío Conejo con las manos en la cabeza:
-¿Tía Gallina de Dios? ¿Adivíneme quién viene allí no masito?
-¿Quién, tío Conejo?
-Pues tía Zorra, y no sé
si es por usté o por mí.
-Por mí, tío Conejo. ¿Por
quién había de ser? ¡Escóndame por vida suya! -Y la pobre tía Gallina, más
muerta que viva, corría de aquí y de allá sin saber qué camino tomar.
Tío Conejo la escondió en
el horno y salió a recibir a tía Zorra. La llevó a dejar la carreta en el
potrero, para que no viera las otras, recibió su onza y media y en lo demás
hizo como antes. Le señaló el horno con mil malicias y tía Zorra se zampó a tía
Gallina. Mientras se estaba meciendo en la hamaca y fumándose su puro habano,
tío Conejo estaba como una lanzadero, para adentro y para afuera. En una de
tantas, entró haciéndose el asustado:
-!Tía Zorra de Dios!
¿Adivine quién viene para acá?
Tía Zorra pegó un brinco.
¿Quién, tío Conejo?
-Pues tío Coyote... Y no
se sabe si es por usté o por mí.
-¡Ah, tío Conejo más
sencillo! ¿por quién había de ser si no por mí? ¡Escóndame y Dios quiera no me
huela!
Tío Conejo la escondió en
el horno y salió a recibir a tío Coyote. Después que éste le entregó la onza y
media, lo llevó a la sala.
-Echese en la hamaca, tío
Coyote, y descansa. Mientras tanto fúmese este purito habano.
No hay qye apurarse por nada.
¡Adió! De repente, cuando uno menos lo piensa llega la Pelona y adiós mis
flores, se acabó quien te quería. Yo por eso nunca me apuro por nada.
Así que se fumó el puro,
tío Conejo le dijo al oido:
-Vaya y dese una asomadita al horno y verá la que
le tengo allí.
-Fue tío Coyote y halló a tía Zorra haciendo zorro. En un
momento la dejó difunta y se la comió. Estaba todavía relamiéndose, cuando entró
tío Conejo:
-¡Tío Coyote de Dios!
¿Adivíneme quién viene allí no más?
-Diga, tío Conejo-
contestó tío Coyote asustado al ver la cara que hacía tío Conejo.
-¡Pues tío Tirador, con
así fusil! Y no se sabe si es por usté o por mí.
-¡Ay, tío Conejo! ¡Ese
viene por mí, porque me lleva una gana! Escóndame, por la que más quiera.
-Pues métase entre ese
horno y yo cierro la puerta.
Tío Coyote se metió, con
el corazón que se le salía y tío Conejo se fue a la tranquera a recibir a tío
Tirador.
-Ya creí que no venía, tío
Tirador -dijo el muy sepulcro blanqueado. Pase, pase y descansa en esa hamaca,
que debe de venir muy rendido. Fúmese este purito habano y luego viene a ver su
maíz y sus frijoles.
Cuando tío Tirador hubo
descansado, tío Conejo le dijo al oído:
-Prepare la guápil, tío
Tirador, y vaya a darse una asomadita por el horno.
Así lo hizo tío Tirador,
quien se va hallando con tío Coyote que estaba con las canillas en un temblor.
Tío Tirador apuntó y ¡Pun! ..., ¡Adiós, tío Coyote! ...
Después fueron a cargar en
las mulas el maíz y los frijoles, y así fue como éste fue el único comprador
que recibió la cosecha de tío Conejo, quien cobró sisete onzas y media por una
fanega de maíz y otra de frijoles, y se quedó con cuatro carretas y cuatro
yuntas de bueyes y muy satisfecho de su mala fe.
Cuando terminaba este
cuento la tía Panchita ,
siempre añadía con tristeza:
-¡Achará que tío Conejo fuera a salir con acción
tan fea! Yo más bien creo que fue tía Zorra y que quien me lo contó se
equivocara... porque tío Conejo era amigo de dar qué hacer, pero amigo de la
plata y sin temor de Dios, eso sí que no.
1.040. Lyra (Carmen) - 000
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