Translate

lunes, 5 de agosto de 2013

El león y el mono pintores

En el Salón ambulante de un Mono titiritero, dueño tam­bién de una linterna mágica último modelo para diapositivas y tarjetas postales, exponíase una pintura en la que el artista había dibujado un leonazo del tamaño de un elefante, tendido en el suelo como camisa al sol, por obra de un solo cazador. Los hombres que pasaban deteníanse absortos, aplaudían, y ponían por las nubes el valor del humano linaje: audax Japeti genus que dijo Horacio.
Acertó a pasar un leoncito que paró la oreja al oír nom­brar su linaje; intrigado por las pasmarotadas colectivas se acercó al cuadro:
-"Bien veo, rugió suavemente después de un momento, que os dáis la victoria aquí; pero el pintor ha fingido doble­mente: en hacernos tan corpulentos, y en dar tan fácilmente la victoria al cazador. El pintamonas de este adefesio hubiera procedido can mayor respeto del arte y de la verdad dándonos menos cuerpo y más victoria".
-"¿Qué entiendes tú, majadero, de arte ni de caza ni de un cuerno!" castañeteó el Mono ambulante. "¿Dónde diablos has visto tú jamás que un león cace a un hombre, mentecato!"
-"Yo no le voy a discutir a maese Mono sus teorías sobre arte y moral... pero si los presentes (dirigiéndose a los papa­natas que miraban. boquiabiertos) esperan cinco minutos les traeré otra pintura tomada del natural..."
La trujo, efectivamente; estaba hecha por un león. (A quien se muestre escéptico en lo que atañe al uso de la linter­na y el discurso del leoncito con el mono y con el crítico de arte, so pretexto que los tiempos de Guisopete y Maricastaña han pasado para siempre y que los animales ya no hablan, le invi­taré sencillamente a darse una vuelta por la plaza y ciertas reuniones públicas). Ahora bien, entre los badulaques que mi­raban había algunos blanqueadores de pared que se creían muy allá en temas de arte pictórico...
-"Jamás me ha gustado esta escuela, decía uno; son bro­chazos crudos, es demasiado natural, falta prolijidad, es un trabajo sin la última mano ¡caray!" Y dirigiéndose despecti­vamente al cachorro:
-"Cuando el León se pone a pintar, incurre a menudo en este absurdo: nos pinta un león bonachón, en actitud tran­quila, ora camine, ora esté sentado, ora echado, y siempre de estatura ordinaria. No lo veréis jamás furioso, ni can la melena encrespada, ni con los ojos inyectados de sangre: os presenta un busto y un rostro natural... y sin embargo ¡voto a Apeles! con sólo verlo os quedáis yerto. Ahora bien, ¿hay nada más falso que un león buenazo!... Y ¿qué me dicen ustedes de un león de tamaño natural, pequeño, como el que se ve aquí pin­tado, que nos deja transidos! ¿Es justo que un leoncito mal brochado haga temblar la mano que se posa en el gatillo ¡cara­pe! y haga enturbiar la mirada que busca el punto de mira?... ¡Eso es absurdo! ¡Créame, el genuino pintor del león es el mono! Vean qué enorme es este león, mírenme esa tupida melena, esas formidables zarpas, esa mirada terrible... Y todos lo podemos contemplar sin que se nos vayan las aguas ¡caramba!"
Así habló el crítico de Salón, bien comido y bebido, y hasta un poco abotagado.

"El valor verdadero es natural, sereno, sin aspavientos; su imponente tranquilidad deja transido y yerto al fanfarrón".

1.087. Deimiles (Ham) - 021

No hay comentarios:

Publicar un comentario