Translate

lunes, 5 de agosto de 2013

El perro viudo y su compadre

Cierto podenco, que más tenía de galgo y de lagarto que de fiel y sincero, se quedó viudo como aquel labrador que sos­tenía que, de no habérsele muerto la mujer, o mejor dicho, de no habérsela asesinado un mal médico, de ninguna manera ha­bría él quedado viudo, y acabó por sacar de quicios al Gober­nador Sancho Panza haciendo la pintura de la familia y pidién­dole a quemarropa seiscientos ducador... "y apenas dijo esto, cuando levantándose en pie el Gobernador, asió de la silla en que estaba sentado, y dijo: "¡Voto a tal, don patán, rústico y mal mirado, que si no os apartáis y escondéis luego de mi pre­sencia, que con esta silla os rompa y abra la cabeza! ¡Hideperra bellaco, pintor del mesmo demonio! y ¿a estas horas te vienes a pedirme seiscientos ducados? Y ¿dónde los tengo yo, hedion­do? Y ¿por qué te los había de dar, aunque los tuviera, soca­rrón y mentecato? Y ¿qué se me da a mi de Miguel Turra ni de todo el linaje de los Perlerines? Va de mí, digo; si no, por vida del Duque, mi señor, que haga lo que tengo dicho. Tú no debes de ser de Miguel Turra, sino algún socarrón, que para tentarme te ha enviado aquí el infierno. Dime, desalmado: aún no ha medio día que tengo el gobierno, y¡ya quieres que tenga seiscientos ducados!"
Habiéndose quedado, pues, viudo el podenco, quedaron huérfanos de madre cuatro cachorritos que seguían al ataru­gado progenitor rabo entre piernas un día de lluvia en busca de domicilio. Toparon en el basurero con otro perro cazador, de esos de nariz partida que, al parecer, poseen un fMísimo "sulfa­to", como decía un diputado de tierra adentro. Esta vez, sin em­bargo, le falló por completo el olfato al can porque ... (ya vere­mos por qué).

-"¡Hola! ¿Tú por aquí, Cómodo?...
-"Yo mismo, Lagarto, huyendo de una mano de coces y otra de leña que me iba a dar Toribio Cascarrabias ¡guau!"
-"Siempre, compañero, me ha parecido tu amo un Robes­pierre para nuestra raza ¡voto a Cancerbero! Y con todo me voy a animar a pedirte prestado por ocho días tu casilla: ¿no ves cómo tiritan de frío estos cuatro pobrecillos?".
-"¡Hombre! no había parado mientes en tu progenitura; ¿y tu costilla?".
-"Pero, Cómodo, ¿no ves que llevamos luto los cinco? Mi buena compañera fué asesinada por el patrón la semana pasada en una cacería de perdices: ¡figúrate que ese cuadrúpedo la confundió con una liebre y le atracó la carga de los dos caños ¡que cañoneado lo vea yo por toda la artillería de Europa!".
-"¡Mis pésames, che Lagarto. Puedes disponer de mi ca­silla, que yo me largo..."
No se lo dijo ni a sordo ni a perezoso, porque el podenco, con un trote muy parecido a carrera, seguido de los cuatro ca­chorrillos que corrían que se las pelaban dando débiles ladri­dos para que el padre !os esperase, llegó en cinco minutos al cubil holgado, bien provisto de paja y comida. Cómodo, que los observaba desde el mantón de desperdicios, no pudo menos de repetir perrunamente la copla popular:

¡Cómo corre, cómo trota
Un pobre tras una torta!
¡Cómo trota, cómo corre
Detrás de una torta un pobre!

Entran jadeando los pequeños y se tienden, sacando Ia lengua, en la tibia cama; Lagarto se va al tarro de la bucólica y les trae su buen can qué, y todos dando gruñiditos de satis­facción se entregan al gandeamus que Cómodo les proporciona con su bienhadada huída.

Al cabo de algunas semanas, volvió a la querencia el due­ño de la casilla:
-"¿Qué tal, Lagarto, se te va pasando la pena de tu des­gracia? ¿Y los chicos?"
-"Ya lo ves, Cómodo, tirando adelante. Los muchachos buenos. ¿Y tú?"
-"Yo vengo muerto de hambre, molido a palos, y comido de pulgas... Mucho te agradecería me dejases hoy la casa"
-"¡Pero, Cómodo, siquiera una quincena más, caramba! No te la vamos a comer ¡guau!..."
Cómodo se llenó la panza con lo que halló a mano, y se fué a buscar aventuras por quince días más. Aquella noche el muy lagarto del intruso recordaba, sonriendo, a sus cachorros una copla que repetía don Toribio:

"¡Qué dulce es dormir en calma
Cuando a lo lejos susurran
Los álamos que se mecen,
Las aguas que se derrumban!

Cascarrabias se había ido a la Granja, y el quintero, hom­bre compasivo con los animales, traía abundante comida para los cinco canes. Comenzaban los grandes fríos, y el cubil era holgado y muy abrigado, en verdad. Un atardecer de invierno volvió el dueño del mismo con las orejas gachas y, tiritando de fría y de hambre, le pide a Lagarto la casa, la pieza, la cama que necesita inmediatamente. El otro, gruñendo y mostrando los dientes, le responde: "Estoy listo para salir con toda mi jauría, si tienes agallas para sacarnos ¡cascajo!".
Los cachorros ya eran casi tan grandes y tan fuertes como el padre.
Y se realizó lo de siempre:

No hay amigo para amigo,
Las cañas se vuelven lanzas.

Mientras Cómodo se iba para el galpón haciendo amargas reflexiones sobre los falsos amigos, recordó que Lagarto había, tenido antaño oficio de guardián en cierta cárcel sobre cuya eficacia corría la siguiente copla:

"En el patio de la cárcel
Hay escrito con carbón:
"Aquí el bueno se hace malo
Y el malo se hace peor".

“¡Tuve yo el presentimiento el día aquel que lo ví par­tir como flecha seguido de sus cuatro aprovechados retoños ¡canejo! ¡Como para fiarse de amigos o esperar agradecimien­te de nadie ¡cuerpo de un gato!"

"Hacer bien a los pillos es favorecer el mal y darles alas para que engañen a otros: la experiencia lo demuestra. "Haz bien, y no mires a quien", dice el refrán. Sí, con tal que se haga un bien, y no un mal. ¡Cuánto pobre vergonzante sufre hambre y frío mientras los embaucadores y osados desvalijan a sus bienhechores mismos!"

1.087. Deimiles (Ham) - 021

No hay comentarios:

Publicar un comentario