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viernes, 16 de agosto de 2013

La tiznada

Erase un barin que tenía una bondadosa mujer y una hija muy linda llamada Masha. Pero su esposa murió y él se casó de nuevo con una viuda que tenía dos hijas muy malvadas y crueles. Siempre estaban haciendo sufrir a la pobre Masha, la obligaban a servirlas y, cuando no tenía otra faena, le mandaban que estuviera al lado de la estufa sacando la ceniza. Por eso andaba siempre manchada y sucia. Así que le pusieron de mote la Tiznada.
De pronto empezó a decir la gente que el príncipe de aquellos lugares pensaba casarse y que iba a dar una gran fiesta, durante la cual elegiría novia.
Así fue. El príncipe invitó a todo el mundo. También la madrastra se dispuso a ir con sus hijas. Pero no quiso llevar a Masha. Por mucho que ella rogó, se negó en redondo.
Conque partió la madrastra con sus hijas a la fiesta que daba el príncipe, dejándole a la hijastra una medida entera de cebada, harina y hollín mezclados para que lo tuviera todo limpio y separado, grano por grano, cuando ella volviera.
Masha salió al porche y se puso a llorar amargamente. Llegaron volando dos palomos, separaron la cebada, la harina y el hollín, luego se posaron sobre sus hombros y la muchacha se encontró vestida de pronto con un traje nuevo, maravilloso y brillante.
-Ve a la fiesta -le dijeron los palomos-, pero no te quedes allí después de medianoche.
Apenas entró Masha en el palacio, todos se quedaron contemplándola admirados. A quien más le gustó fue al príncipe. En cuanto a la madrastra y sus hijas, no la reconocieron.
Masha disfrutó y se divirtió como las demás jóvenes; pero viendo que pronto iba a ser medianoche, recordó la advertencia de los palomos y escapó corriendo a su casa. El príncipe la siguió para preguntarle quién era, pero ella había desaparecido ya.
Al día siguiente daba otra fiesta el príncipe. Las hijas de la madrastra, muy ocupadas con sus galas, no hacían más que regañar a Masha y darle órdenes.
-¡Eh, Tiznada! Ven a cambiarnos de ropa... Limpia esos vestidos... Prepara la comida...
Masha hizo todo lo que le mandaron. Por la noche se divirtió mucho en la fiesta y escapó a su casa antes de las doce. El príncipe la siguió y estuvo a punto de darle alcance.
Llegó el tercer día, con otra fiesta en el palacio del príncipe. Los palomos vistieron y calzaron a Masha mejor aún que las otras veces. Fue al palacio, disfrutó y se divirtió tanto, que perdió la noción del tiempo. De pronto dieron las cam-panadas de medianoche. Masha escapó corriendo a su casa, pero el príncipe había mandado untar las escaleras con resina y pez. Un zapatito de Masha se quedó allí pegado. El príncipe lo recogió y al día siguiente ordenó buscar a su dueña.
Los enviados del príncipe recorrieron la ciudad entera sin encontrar a nadie que pudiera ponerse el zapatito. Por fin llegaron a casa de la madrastra. Tomó ella el zapatito y se lo probó a la hija mayor. No le entraba: tenía el pie demasiado grande.
-Córtate el dedo gordo -le dijo. Cuando seas princesa, no tendrás que andar a pie.
La hija mayor se cortó el dedo gordo y se calzó el zapato. Los enviados del príncipe iban a conducirla ya a palacio cuando acudieron los palomos y empezaron a zurear:
-Sangra del pie, sangra del pie...
Se fijaron los enviados y, en efecto, rezumaba sangre del zapato.
-No -dijeron. Esta no es.
La madrastra fue a probarle el zapato a la otra hija, pero lo mismo sucedió con ella.
Los enviados del príncipe vieron a Masha y le pidieron que se probara el zapatito. Ella se lo puso, y al instante quedó vestida con un maravilloso traje. Las hermanastras se quedaron con la boca abierta.
Masha fue llevada al palacio del príncipe y al día siguiente se celebró la boda. Cuando estaba casándose con el príncipe, acudieron volando los palomos y se posaron cada uno en uno de sus hombros.
Pero, a la vuelta de la iglesia, los palomos se remontaron, arremetieron contra las hermanastras y les saltaron un ojo a cada una.
La boda se celebró con gran alegría. Yo estuve allí también, bebí vino, bebí hidromiel, por los mostachos me chorreó, pero en la boca no me entró.

Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)

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