Un
campesino había ido en busca de trabajo a otros lugares, pero no ganó ni un kópek[1] y
regresó a su casa.
Se
aproximaba ya a su aldea preguntándose cómo se presentaba en su casa sin dinero
cuando se cruzó con un rico judío. El campesino le atizó un hachazo, dejándole
en el sitio, se apoderó del dinero que llevaba y escondió el cadáver entre unos
matorrales.
Ya en su
casa, la mujer empezó a preguntarle al ver tanto dinero:
-¿De
dónde has sacado todo eso?
Y al
campesino se le escapó:
-He
matado a un caminante y he escondido el cadáver entre unos matorrales. Ten
mucho cuidado y no se lo cuentes a nadie, mujer.
Pero
luego le entró un comecome que le tenía en vilo.
-Mira que
si se va de la lengua... -se decía-. Porque ya se sabe lo que son las
mujeres... Pelo largo y seso corto. Me puede buscar la perdición.
Corrió al
campo, arrastró el cuerpo del judío hasta otro sitio, lo enterró en lo más
tupido del bosque y en su lugar dejó un carnero degollado entre los matorrales.
Luego compró una medida grande de peras y las prendió en las ramas de un olmo.
Ese olmo estaba, precisamente, junto al camino que conducía a la mansión de los
señores.
Pasó un
día, y la mujer callada. Pasó otro día, y lo mismo. Pero al tercero la enredó
el demonio. Como el marido faltaba a menudo de casa, la mujer se había echado
de amigo a un buen mozo. El marido se enteró y la emprendió a golpes con ella.
-¡Bandido!
-gritaba la mujer. ¿Te parece poco haber matado y robado a un hombre? ¡Ahora
también quieres terminar conmigo a palos! Vamos a casa del barin, asesino, y le
contaré todo lo que has hecho...
Fueron a
hablar con el barin. Por el camino dijo el marido:
-Espera,
mujer. Mira las peras que han crecido en ese olmo. ¿Las cogemos?
-¡Venga!
Recogieron
un saco entero, lo llevaron a su casa y otra vez se pusieron en camino.
Llegaron a casa del barin y la mujer empezó:
-iBátiushka!
Te pido defensa y protección contra este malvado. Ha matado a un hombre, le ha
robado el dinero que llevaba encima y ha escondido el cadáver entre unos
matorrales.
-¿Estás
loca? Todo eso es mentira. No crea usted lo que dice: hace tiempo que anda mal
de la cabeza. Yo he matado un carnero y a ella le pareció que era una persona.
El barin
fue a cerciorarse por sus propios ojos. Miró entre los matorrales, y allí
estaba el carnero degollado.
-¿A qué
vienen esas insidias, estúpida mujer?
-No son
insidias, barin -insistió ella. Digo la pura verdad. Seguro que el bribón ha
escondido el cadáver en otro sitio y ha puesto ese carnero en su lugar.
-Confiesa
la verdad -exigió el barin al campesino.
-¿Qué voy
a confesar, si no tengo arte ni parte en lo que ella dice? ¿Quién hace caso de
esta mujer? ¡Miente por mentir! ¿También hay que creerla si se le ocurre decir
que crecen peras en un olmo?
-¡Pues
claro que crecen! Hoy mismo hemos recogido un saco entero del olmo ese...
-¡Largo
de aquí, pánfila! -gritó el barin. Has perdido enteramente la chaveta.
La mujer
tuvo que marcharse como había llegado. Luego, en casa, el marido agarró otra
vez el látigo y la sacudió bien sacudida. Como que la espalda y los lomos le
dolieron una semana entera.
Cuento popular ruso
1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)
[1] Kópek: Centésima parte de la unidad monetaria rusa, que es el
rublo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario