Una
mujer, que era muy decidida, le preguntó a su marido cuando volvió de la
asamblea:
-¿Qué
habéis estado haciendo?
-¿Qué
íbamos a hacer? Elegir al alcalde.
-¿Y a
quién habéis elegido?
-A nadie
todavía.
-Elegidme
a mí -dijo la mujer.
Conque el
marido, que quería darle una lección porque tenía muy mal genio, volvió a la
asamblea y así se lo dijo a los demás. Y la eligieron a ella alcaldesa. La
mujer se puso en seguida a mangonear, a juzgar... Bebía vino con los hombres,
se dejaba sobornar...
Llegó la
fecha de cobrar los impuestos y ella no acertó a recaudarlos a tiempo. Vino un
cosaco a llevarse el dinero, preguntó por el alcalde, pero la mujer corrió a
esconderse en su casa en cuanto se enteró.
-¿Dónde
me metería yo para que no me encuentre? -preguntó al marido. Mira, maridito:
átame dentro de un saco y ponlo donde están aquellos otros llenos de grano.
El marido
metió a la alcaldesa en un saco y lo dejó entre unos cinco sacos de trigo que había
allí. Llegó el cosaco y dijo:
-Conque
se ha escondido el alcalde, ¿eh?
Y la
emprendió a latigazos con el saco. La mujer se puso a gritar:
-¡Ay, que
yo no quiero ser alcaldesa! ¡Ay, que yo no quiero ser alcaldesa!
El cosaco
se marchó cuando se cansó de pegar latigazos.
A la
mujer se le quitaron las ganas de ser alcaldesa y, desde entonces, se mostró
muy sumisa con su marido.
Cuento popular ruso
1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)
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