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sábado, 22 de junio de 2013

El abedul y los tres halcones

Un soldado había acabado el servicio y volvía a su tierra con la licencia absoluta. Iba caminando, cuando se topó con el demonio.
-¡Alto, soldado! ¿A dónde vas?
-A mi tierra.
-¿Y para qué, si no tienes allí a nadie? Mejor será que te quedes a trabajar para mí. Te pagaré muy bien.
-¿Y en qué consiste el trabajo?
-Muy sencillo. Necesito hacer un viaje más allá de los mares azules, a la boda de mi hija. Pero tengo tres halcones en casa, y tú te quedarás al cuidado de ellos hasta mi regreso.
El soldado aceptó. «Sin dinero -pensó, no se va a ninguna parte. Haciendo lo que el demonio me propone, algo ganaré...»
Entonces el demonio lo llevó a su casa y se marchó más allá de los mares azules. El soldado anduvo recorriendo los aposentos hasta que, aburrido, salió al jardín. En el jardín había un abedul, que le dijo de pronto con palabra humana:
-Soldado: acércate a tal aldea y dile al sacerdote que te dé lo que ha visto esta noche en sueños.
El soldado fue adonde le habían mandado y el sacerdote le dio en seguida un libro.
-Toma. Llévatelo.
El soldado regresó con el libro, y le dijo el abedul:
-Gracias, bravo soldado. Ahora, ponte aquí al lado y lee.
Empezó el soldado a leer, leyó toda la noche y, según leía, una hermosa doncella fue saliendo del abedul hasta la altura del pecho. A la segunda noche que leyó, la hermosa doncella salió del abedul hasta la cintura y, a la tercera noche, la hermosa doncella salió entera del abedul. Le dio un beso al soldado y dijo:
-Soy hija de un zar. Los demonios me robaron y me convirtieron en abedul. Y los tres halcones son mis hermanos, que intentaron salvarme, pero también los apresaron a ellos.
No había hecho más que pronunciar estas palabras la zarevna, cuando acudieron los tres halcones, pegaron contra la tierra húmeda y se convirtieron en apuestos mancebos.
Los tres hermanos y la hermana volvieron entonces a casa de sus padres y pidieron al soldado que los acompañara.
El zar y su esposa se llevaron una gran alegría al verlos, recompensaron generosamente al soldado, le dieron a la zarevna por esposa y les dijeron que se quedaran a vivir allí.

Cuento popular ruso

1.001. Afanasiev (Aleksandr Nikolaevich)


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