Unos niños nanayos fueron a patinar
sobre el hielo un día de invierno.
Primero jugaron y patinaron. Luego
se pelearon.
Uno de los niños, Nameká, venció al
otro, que se llamaba Kurbú. Le venció y empezó a presumir:
-¡Yo soy aquí el más fuerte! ¡Todos
debéis saludarme!
En esto resbaló Nameká, se cayó y
se partió la cabeza.
-Ya ves cómo no eres el más fuerte
-le dijo Kurbú, puesto que el hielo te ha vencido. Mira cómo sangras. Nameká le
preguntó al hielo:
-Oye, hielo, ¿hay alguien más
fuerte que tú?
-Sí que lo hay -contestó el hielo.
El sol es más fuerte que yo. En cuanto brilla con fuerza, yo me derrito. Hay
que saludar al sol.
Fueron los chicos a ver al sol.
Anduvieron mucho tiempo, hasta que al fin llegaron.
Namaká le dijo al sol:
-¡Oye, padre! Yo he vencido a
Kurbú, el hielo me ha vencido a mí y tú derrites el hielo. De manera que tú
eres más fuerte que nosotros. He venido a saludarte.
El sol se quedó pensando.
-La nube es más fuerte que yo -le
dijo por fin a Nameká, porque cuando cubre la tierra lo enfría todo y yo no
puedo atravesarla con mis rayos.
Fueron los chicos a ver a la nube. Subieron a
una montaña muy alta. En torno, todo era niebla, humedad y frío. Mientras
llegaron hasta la nube se calaron de agua y quedaron recubiertos con una capa
de hielo.
Le dijo Nameká a la nube:
-¡Escucha, madre! Yo soy más fuerte
que Kurbú, el hielo es más fuerte que yo, el sol es más fuerte que el hielo y
tú eres más fuerte que el sol. Conque tú eres la más fuerte de todos. He venido
a saludarte.
Iba a contestar la nube, cuando
sopló el viento, silbando, arremolinándose, y disipó la nube.
Poco antes hacía frío, había
humedad y no se veía nada a dos pasos. Y de pronto hacía calor, había luz,
apareció el arco iris, brilló el sol y pudo verse como sobre la palma de la
mano todo el Amur, desde su nacimiento hasta las marismas.
Le gritó entonces Nameká al viento:
-¡Oye, viento! Yo he vencido a
Kurbú, el hielo me ha partido la cabeza, el sol ha derretido el hielo, la nube
tapa el sol y tú has desbaratado la
nube. De modo que tú eres el más fuerte de todos. Por eso te
saludo.
Y Nameká se inclinó.
Pero Kurbú le preguntó al viento:
-¿Puedes tú cambiar de sitio una
montaña?
El viento se puso a soplar, pero
por mucho que hinchaba los carrillos, la montaña seguía donde siempre. Sólo
volaron algunos granos de arena de su cumbre.
-¡Huy! -observó Nameká. ¡Mucho
tiempo ibas a necesitar para cambiar de sitio una montaña de esa manera! Conque
resulta que la montaña es más fuerte que tú.
Los niños se inclinaron ante la
montaña.
-iMontaña, oye, montaña! -dijo
entonces Nameká. ¿Eres tú la más fuerte de todos en el mundo?
La montaña carraspeó, se quedó
pensando.
-No -contestó. El árbol es más
fuerte que yo. Crece sobre mis espaldas y me desgarra con sus raíces. Pero
también me protege del viento.
Nameká saludó al árbol.
-¡Eh, árbol, escucha! Yo he vencido
a Kurbú, el hielo me ha vencido a mí, el sol ha vencido al hielo, la nube ha
vencido al sol,
El más fuerte
el viento ha vencido a la nube, la
montaña ha vencido al viento y tú vences a la montaña. Entonces ,
¿eres tú el más fuerte de todos? El árbol hizo susurrar sus hojas.
-¡Sí! -dijo. Yo soy el más fuerte
de todos.
-¡Mentira! -contestó Nameká.
Agarró un hacha y cortó el árbol.
Entonces, todos se inclinaron ante
Mameká: la montaña, el viento, la nube, el sol, el hielo... todos.
De entonces viene el considerar que
el hombre es el más fuerte de todos en el mundo.
1.098.1 Naguishkin (Dmitri D.) - 074
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