Los animales estaban discutiendo
una vez quién era más veloz en la carrera.
Dijo el lobo:
-Yo soy el más veloz. Cuando corro,
sólo veo pasar las matas por mi lado a toda velocidad y oigo el viento silbar
en mis oídos.
-¡Quia, hombre! -objetó el oso. El
más veloz soy yo.
Cuando corro, muevo las patas tan
aprisa que ni siquiera las veo. La liebre se quedó mirándolos a todos.
-No sé a qué viene tanta discusión
-dijo. El animal más veloz, desde luego, soy yo. Cuando corro, voy a tal
velocidad que ni veo nada ni oigo nada.
Siguieron discutiendo mucho rato
hasta que decidieron organizar una carrera. Se alinearon y se lanzaron a correr
hasta un monte que había a lo lejos. La liebre llegó hasta la meta, dio media
vuelta y emprendió a toda prisa el regreso.
La liebre volvió muy pronto al
punto de partida y allí se sentó a esperar a sus compañeros.
El lobo volvió al atardecer; la
zorra, ya entrada la noche y el oso, jadeando, al día siguiente.
Conque entre todos decidieron que
la liebre era la más veloz y cada cual se marchó a sus ocupaciones.
Llena de alegría, la liebre empezó
a pegar volteretas y a cantar:
-Soy la más veloz. Nadie corre como
yo...
Un ratón que la vio sintió envidia.
Fue hacia la liebre, la saludó y dijo:
-En eso de que tú eres la más
veloz, se han equivocado.
-¿Qué es eso de que se han equivocado?
-protestó la liebre.
Hemos echado una carrera y yo he vuelto antes que ninguno.
¡Los he vencido a todos!
-Porque no me llamasteis a mí.
-Si quieres, hacemos la prueba tú y
yo -propuso la liebre.
-¿Cómo corres tú? -preguntó el
ratón.
-Muy deprisa -contestó la liebre. Como que,
cuando echo a correr, ya no veo ni oigo nada. iFijate si seré veloz!
Quedaron en echar una carrera. El
ratón corrió un poquito, se acurrucó junto a una pella de tierra y ya no se lo
veía.
La liebre seguía a todo correr, sin
ver nada, sin oír nada... Llegó hasta el monte, dio media vuelta, ¡y a correr
con todas sus fuerzas! Cuando regresó al lugar de partida, allí estaba el ratón
en un altozano, dándose aire con las patas.
-Hace mucho calor para organizar
carreras en un día así -dijo.
La liebre, muy sorprendida de que
el ratón la hubiera ganado, propuso:
-¿Probamos otra vez?
Probaron otra vez: el ratón hasta
la primera pella de tierra y la liebre hasta el monte.
Y así tres veces: la liebre ida y
vuelta al monte y el ratón hasta la primera pella de tierra.
Siempre que volvía la liebre,
rendida, con la lengua fuera y los ojos desorbitados, casi sin aliento, se
encontraba al ratón en el altozano, riendo a todo reír.
-¡Vaya un vencedor! Ni siquiera
puede ganar a un ratón. Después de reírse así un buen rato, le dijo a la
liebre:
-Voy a contarles a los demás
animales cómo te he ganado. Nos reiremos todos juntos.
La liebre estaba toda avergonzada.
Agachó las orejas y se escondió entre la hierba.
El ratón se marchó tan campante.
Desde entonces, la liebre agacha
las orejas en cuanto oye el menor ruido: piensa que los otros animales están
riéndose de ella.
1.098.1 Naguishkin (Dmitri D.) - 074
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