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martes, 24 de diciembre de 2013

Historia de ivan el imbecil - Cap. V

Una vez cumplido su cometido, el diablillo de Taras fué a reunirse con sus compañeros, para vencer a Iván, tal como habían convenido. Llegó al cam­po de Iván el Imbécil, y rebuscó por doquier; pero no encontró a sus com­pañeros. Sólo vió in agujero. Entonces, fué al prado, donde encontró un rabo, a orillas del lodazal y, entre las gavillas, un segundo agujero.
"¿Les habrá ocurrido algo malo a mis compañeros? -se preguntó. Tendré que sustituirlos en la lucha con Iván."
Y se marchó en busca de éste. Iván el Imbécil había terminado ya su traba­jo en los campos, y estaba talando ár­boles en el bosque.
Encontrándose estrechos en la casa, sus hermanos le habían mandado que les construyera una isba nueva.
El diablillo se fué, pues, al bosque; penetrando entre las ramas de los ár­boles se dispuso a molestar a Iván el Imbécil en su tarea.
Iván taló un árbol, de modo que ca­yera en un lugar despejado, para poder hacerlo rodar después. Pero el árbol cayó mal, enganchándose en las ramas más cercanas. Entonces, Iván cogió una pértiga y trató de desenredar las ramas, lo que consiguió después de muchos trabajos; y, al fin, el árbol cayó al suelo.
Taló entonces otro árbol, y le sucedió exactamente igual.
Se cansaba terriblemente y sólo a fuerza de grandes trabajos conseguía de­rribar los árboles. Había pensado talar los cincuenta árboles jóvenes; y aún no había derribado diez cuando le sorpren­dió la noche.
Estaba extenuado. Pero no dejaba de trabajar. Abatió otro árbol más; pero fué tal el dolor que sintió en la espalda, que no pudo continuar en pie. Arrojando el hacha, se sentó para descansar un poco.
Viendo que Iván se sentaba, el dia­blillo experimentó una gran alegría. "¡Magnífico! Ahora abandonará su tra­bajo -pensó. Yo también voy a des­cansar un poco."
Muy satisfecho, se instaló a horcaja­das en una rama. Pero Iván no tardó en levantarse y, tomando el hacha, la blandió y la dirigió, con todo su ímpe­tu, contra el árbol. Este se tambaleó, desplomándose con gran estrépito.
El diablillo no tuvo tiempo para re­tirar las piernas, y al romperse la rama, le cogió una pata. Iván fué a coger esa rama y quedó muy extrañado al ver al diablillo vivo.
-¡Asqueroso bicho! ¿Otra vez aquí?
-Soy otro. He vivido en casa de tu hermano Taras.         
-Seas quien fueres, correrás la misma suerte.     
Y, blandiendo el hacha, Iván se dis­puso a descargarla sobre el diablillo.
-No me mates -suplicó éste. Haré por ti lo que quieras.
-¿Y qué puedes hacer?
-Fabricarte todo el oro que desees.
-Pues bien, hazlo.
-Toma unas hojas de encina, fróta­las entre las manos y caerá oro al suelo -declaró el diablillo.
Iván el Imbécil tomó unas hojas, las frotó y cayó oro al suelo.
-Esto está muy bien para que jue­guen los niños.
-Bien; entonces diablillo.
-De acuerdo.
Al decir esto Iván soltó al diablillo.
-Vete con Dios.
Mas apenas hubo pronunciado la pa­labra Dios, el diablillo se hundió en la tierra como una piedra en el agua. Sólo quedó un agujero.

Cuento popular

1.013. Tolstoi (Leon)

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