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martes, 24 de diciembre de 2013

Historia de ivan el imbecil - Cap. III

Iván el Imbécil había labrado todo el campo salvo una franja, y fué a termi­nar su faena. Le dolía el vientre, pero tenía que labrar. Después de limpiar el arado y de darle la vuelta, empezó un surco. Pero apenas había introducido la reja en la tierra, sintió que se le había atascado en una raíz. Era el diablillo quien la retenía.
«¡Qué raro! -pensó Iván. No había por aquí ni la más pequeña raíz, y ahora sale una."
Metiendo la mano en el surco, son­deó hasta dar con algo blando que asió y arrojó de allí. Era una cosa negra como una raíz, pero se movía.
-¡Vaya! Un diablillo vivo. ¡Qué bi­cho tan asqueroso!
Al decir esto, hizo ademán de rom­perle la cabeza contra el suelo.
-No me aplastes y haré cuanto me pidas -exclamó el diablillo.
-¿Qué podrías hacer por mí?
-Todo lo que quieras. No tienes más que pedir.
Iván el Imbécil se rascó la cabeza.
-Me duele el vientre. ¿Podrías cu­rarme?
-Desde luego.
-Pues hazlo.
El diablo se volvió hacia el, surco, cavó con las garras, extrajo una raíz de tres puntas que tendió a Iván.
-Ten; Basta tragar una de esas pun­tas para que desaparezca todo mal.
Arrancando una de ellas, Iván se la tragó. Y acto seguido sintió que se le había pasado el dolor.
-Suéltame -se apresuró a rogar el diablillo. Me hundiré en la tierra y ya no me pasearé más por encima de ella.
-Bueno, vete con Dios.
En cuanto Iván pronunció la palabra Dios, el diablillo se hundió en la tierra, como una piedra en el agua, y sólo quedó un agujero.
Iván guardó en la gorra las otras dos puntas de la raíz y reanudó su faena. Una vez terminado el surco, dió la vuelta al arado y regresó a su casa.
Desenganchó los animales y entró en la isba. Allí estaba Semión el Guerrero, su hermano mayor, con su mujer, sen­tados ante la mesa, esperando la co­mida. Le habían quitado sus bienes y a duras penas había logrado huir de la cárcel, para refugiarse en casa de sus padres.
-He venido a vivir contigo. Tendrás que mantenernos a mi mujer y a mí hasta que encuentre medios para salir adelante -dijo, en cuanto vió a Iván.
-Bueno; podéis vivir en paz aquí.
Cuando Iván el Imbécil fué a sentarse en uno de los bancos, la mujer de su hermano, molesta por el mal olor que despedía, dijo a Semión:
-No puedo comer con un mujik que apesta.
Semión el Guerrero se dirigió a su hermano:
-Mi mujer dice que hueles mal. Es mejor que comas en el zaguán.
-Bueno, precisamente anochece y es hora de echar pienso a la yegua.
E Iván el Imbécil, cogiendo su caf­tán y una rebanada de pan, fué a ver si todo había quedado en orden.

Cuento popular

1.013. Tolstoi (Leon)

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