El viejo diablo estaba muy disgustado porque los tres hermanos no habían reñido al hacer las particiones y se habían separado siendo buenos amigos. Llamó entonces a tres diablillos, y les dijo:
-Escuchad; hay tres hermanos, Semión el Guerrero, Taras el Panzudo e Iván el Imbécil. Convendría que riñesen; pero viven en la más perfecta armonía... Es Iván el Imbécil quien ha echado a perder las cosas. Debéis ir a cogerlos y lograr que se peleen, hasta el punto de que se salten los ojos. ¿Sois capaces de hacerlo?
-Sí -contestaron los diablillos.
-¿Cómo lo conseguiréis?
-Empezaremos por arruinarlos, para que no tengan qué comer; luego, los reuniremos y se enemistarán.
-¡Muy bien! -exclamó el diablo. Veo que habéis comprendido de lo que se trata. Marchaos y no volváis hasta que hayáis enemistado a los tres hermanos. De lo contrario, os despellejaré.
Los diablillos se fueron a su lodazal, donde discutieron sobre lo que tenían que hacer. La discusión duró mucho. Cada cual quería reservarse la tarea más fácil. Acabaron por echar a suertes, para ver lo que correspondería a cada cual, conviniendo, al fin, que si uno acabara su obra antes que los demás, debería acudir en ayuda de sus compañeros. Después de sortear, fijaron el día en que se reunirían de nuevo, para saber quién había terminado su trabajo y a quién tendrían que ayudar.
Llegó el día convenido y, según habían quedado, los tres diablillos se reunieron en el lodazal. Se pusieron a discutir sus asuntos. Primeramente, se habló de Semión.
-Mi tarea va bien encauzada. Mañana irá Semión a casa de su padre.
Los otros dos diablillos preguntaron a su compañero cómo se las había arreglado.
-Lo primero que hice fué infundir a Semión tanto valor, que llegó a prometer al zar que conquistaría el mundo entero. Entonces, el zar lo nombró general en jefe de su ejército y lo envió a luchar contra el soberano de la In dia. Los ejércitos se encontraban ya uno frente a otro. Aquella noche humedecí la pólvora en el campamento de Semión y luego fui al campamento del soberano indio y le hice soldados de paja. Al ver que por doquier avanzaban soldados de paja, las tropas de Semión tuvieron miedo. Entonces, éste ordenó que se hiciera fuego; pero ni los cañones ni los fusiles dispararon. Esto hundió a Semión. Le han quitado sus bienes y se disponen a fusilarlo mañana. Ya me falta poco que hacer: sólo he de sacarlo de la cárcel para que vaya a su casa. Mañana quedará todo listo. Decidme a cuál de vosotros debo ayudar.
El segundo diablillo habló de Taras.
-Mi asunto va por buen camino. No necesito ninguna ayuda. Antes que transcurran ocho días la situación de Taras cambiará por completo. En primer lugar, tuve buen cuidado de que le engordara bien su barriga y de que aumentara su deseo de obtener ganancias. Su codicia llegó hasta tal punto, que deseaba adquirir cuanto veía. Ha logrado muchas cosas ya, con su dinero, y aún sigue comprando. Pero ahora ya con dinero que ha tomado a préstamo. Es tal la carga que lleva a cuestas y está tan enredado, que no será capaz de desenredarse. Sus créditos vencen dentro de ocho. días y he transformado sus mercancías en estiércol. No podrá pagar y tendrá que ir a casa de su padre.
Preguntaron al tercer diablillo qué tal le iba en su empresa.
-¿Qué queréis que os diga? Mi asunto no marcha bien. Empecé por escupir dentro del barril de kvas de Iván para que le doliese el vientre. Fui a sus tierras y las endurecí, hasta dejarlas más duras que las piedras, para que no pudiese trabajar. Me imaginé que no podría labrarlas; pero él, el imbécil, ha llegado con su arado y se ha puesto a desmenuzar los terrones. Lo hacía con todas las fuerzas de su alma y no cejaba en su empeño. Entonces, le rompí el arado. Fué a su casa y, cogiendo otro nuevo, volvió a labrar. Me introduje en la tierra y procuré sujetarle la reja; pero no pude detenerla. Iván el Imbécil empujaba el arado sin cesar; y, como la reja está aguzada, me ensangrenté las manos. Ha labrado casi todo el campo... Sólo le queda una franja. Venid, hermanos, a ayudarme, pues si no conseguimos vencerle, nuestros esfuerzos serán inútiles. Si Iván el Imbécil continúa trabajando, ninguno de ellos conocerá la miseria, porque mantendrá a los demás.
El diablillo de Semión el Guerrero prometió que volvería al día siguiente. Después de esto se separaron.
Cuento popular
1.013. Tolstoi (Leon)
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