Adquirí un perro de
muestra, para cazar faisanes. Se llamaba Milton.
Era alto, delgado, de pelaje gris con manchas, de largas orejas y muy fuerte e
inteligente. No se ha peleado con Bolita.
Ningún perro se ha peleado nunca con Bolita.
En cuanto enseña los dientes, todos se acobardan y se alejan. Una vez fuí a
cazar faisanes con Milton. De pronto,
Bolita vino, corriendo, detrás de mí.
Quise echarlo, pero no me hizo caso. Y ya estábamos muy lejos de casa para volver
con él hasta allí. Pensé que no me molestaría, y seguí camino adelante. Pero,
en cuanto Milton olfateó las huellas
de los faisanes en la hierba y comenzó a buscarlas, Bolita corrió, avanzando y metiendo sus narices por doquier.
Quería ser el primero en levantar a los faisanes. Percibía cierto olor en la
hierba y daba vueltas por todos lados; pero no tenía bastante buen olfato para
encontrar lis huellas por sí solo. Por eso miraba a Milton y corría en la misma dirección que éste. En cuanto Milton emprendía una pista, Bolita se le adelantaba. Yo lo llamaba y
le pegaba; pero era inútil. Cada vez que Milton
empezaba a buscar, Bolita,
adelantándose, le molestaba. Me dispuse a volver a casa, creyendo que la
cacería había fracasado; pero Milton
se las ingenió para engañar a Bolita.
He aquí lo que hizo: en cuanto Bolita echaba a correr delante, Milton abandonaba la pista y se volvía
hacia otro lado fingiendo olfatear. Bolita
corría al lugar en que estaba Milton
y éste, volviéndose hacia mí, meneaba la cola y seguía la pista verdadera. Bolita acudía de nuevo junto a Milton y echaba a correr delante de él;
entonces éste daba unos cuantos pasos hacia un lado para engañarlo; y, después,
seguía adelante. Así fué como consiguió que no nos estropeara la cacería.
Cuento para niños
1.013. Tolstoi (Leon)
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