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martes, 24 de diciembre de 2013

Historia de ivan el imbecil - Cap. VI

Cuando los dos hermanos tuvieron las isbas dispuestas, cada cual se instaló en la suya. Iván el Imbécil, que había ter­minado las faenas del campo, preparó cerveza y los invitó a festejar aquel acon­tecimiento.
Los dos hermanos se negaron.
-¡Como si no supiéramos lo que es una fiesta de mujik!
Iván obsequió a los campesinos y a sus mujeres y él también hizo honor a la bebida. Hasta llegó a ponerse un poco alegre y salió a la calle, para ver bailar a las muchachas.
Se acercó a ellas y las invitó a cantar alabanzas.
-Os voy a dar una cosa que no habéis visto en vuestra vida -les dijo.
Las mozas se echaron a reír y le can­taron alabanzas. Cuando hubieron ter­minado, le dijeron:
-Venga, danos eso.
-Voy a traerlo en seguida.
Iván cogió una criba y se encaminó al bosque.
-¡Qué imbécil! -comentaron las mu­chachas.
Luego, nadie se acordó más de él. Pero de pronto lo vieron llegar presu­rosamente, con la criba llena.
-¿Queréis?
-Desde luego.
Iván tomó un puñado de oro y se lo arrojó a las muchachas.
-Pero ¡padrecito! -exclamaron éstas, lanzándose a recogerlo.
Acudieron también varios mujiks y se arrebataron unos a otros las monedas de oro. Estuvieron a punto de aplastar a una pobre vieja. Iván se desternillaba de risa.
-¡Estúpidos! ¿Por qué atropelláis a una pobre vieja? ¡Tened más cuidado! Os daré más.
Y volvió a echar oro a puñados. La gente acudía en masa. Iván había vacia­do la criba; pero la gente le pedía más. Entonces dijo:
-¡No; se acabó! Otra vez os daré más. Ahora vamos a bailar y a cantar.
Las muchachas entonaron unas cancio­nes; pero Iván el Imbécil exclamó:
-Vuestras canciones no son bonitas.
-¿Conocéis algunas que lo sean más?
-En seguida las oiréis.
Iván el Imbécil se dirigió a la era. Cogió una gavilla y sacudió las espigas contra el suelo diciendo: "Mi esclavo ordena que dejes de ser gavilla y que se transforme en soldado cada una de tus espigas", tal y como le había ense­ñado el diablillo:

Se deshizo la gavilla y las espigas se convirtieron en soldados. Acto seguido, redoblaron los tambores y resonaron las trompetas. Iván les mandó dejar de to­car y desfilar con él por las calles. Pero cuando los soldados hubieron acabado sus canciones, Iván los llevó a la era sin permitir que nadie lo siguiera. Allí convirtió de nuevo a los soldados en es­pigas. Luego, volvió a su casa y fué a descansar.

Cuento popular

1.013. Tolstoi (Leon)

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