Cuando los dos hermanos
tuvieron las isbas dispuestas, cada
cual se instaló en la suya. Iván el
Imbécil, que había terminado las faenas del campo, preparó cerveza y los
invitó a festejar aquel acontecimiento.
Los dos hermanos se
negaron.
-¡Como si no supiéramos
lo que es una fiesta de mujik!
Iván obsequió a los
campesinos y a sus mujeres y él también hizo honor a la bebida. Hasta llegó a
ponerse un poco alegre y salió a la calle, para ver bailar a las muchachas.
Se acercó a ellas y las
invitó a cantar alabanzas.
-Os voy a dar una cosa
que no habéis visto en vuestra vida -les dijo.
Las mozas se echaron a
reír y le cantaron alabanzas. Cuando hubieron terminado, le dijeron:
-Venga, danos eso.
-Voy a traerlo en
seguida.
Iván cogió una criba y se
encaminó al bosque.
-¡Qué imbécil! -comentaron
las muchachas.
Luego, nadie se acordó
más de él. Pero de pronto lo vieron llegar presurosamente, con la criba llena.
-¿Queréis?
-Desde luego.
Iván tomó un puñado de
oro y se lo arrojó a las muchachas.
-Pero ¡padrecito! -exclamaron
éstas, lanzándose a recogerlo.
Acudieron también varios mujiks y se arrebataron unos a otros las
monedas de oro. Estuvieron a punto de aplastar a una pobre vieja. Iván se
desternillaba de risa.
-¡Estúpidos! ¿Por qué
atropelláis a una pobre vieja? ¡Tened más cuidado! Os daré más.
Y volvió a echar oro a
puñados. La gente acudía en masa. Iván había vaciado la criba; pero la gente
le pedía más. Entonces dijo:
-¡No; se acabó! Otra vez
os daré más. Ahora vamos a bailar y a cantar.
Las muchachas entonaron
unas canciones; pero Iván el Imbécil
exclamó:
-Vuestras canciones no
son bonitas.
-¿Conocéis algunas que lo
sean más?
-En seguida las oiréis.
Iván el Imbécil se dirigió a la era. Cogió una gavilla y sacudió las
espigas contra el suelo diciendo: "Mi esclavo ordena que dejes de ser
gavilla y que se transforme en soldado cada una de tus espigas", tal y
como le había enseñado el diablillo:
Se deshizo la gavilla y
las espigas se convirtieron en soldados. Acto seguido, redoblaron los tambores
y resonaron las trompetas. Iván les mandó dejar de tocar y desfilar con él por
las calles. Pero cuando los soldados hubieron acabado sus canciones, Iván los
llevó a la era sin permitir que nadie lo siguiera. Allí convirtió de nuevo a
los soldados en espigas. Luego, volvió a su casa y fué a descansar.
Cuento popular
1.013. Tolstoi (Leon)
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