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martes, 24 de diciembre de 2013

Mijail, el aprendiz de zapatero - Cap. VII

-Hemos aceptado el trabajo. Quiera Dios que no nos traiga disgusto. Muy caro es el cuero y muy violento el ca­rácter de ese señor -dijo Semión a Mi­jail. ¡Con tal que no nos equivoque­mos! Tu vista es mejor que la mía, tu pulso más firme. Aquí tienes las medidas. Corta las botas, yo las coseré.
Mijail obedeció. Cogiendo el cuero, lo desenrolló y se puso a cortar las botas. Matriona lo observaba; y, como estaba acostumbrada al oficio, se dió cuenta de que Mijail cortaba de un modo distinto a como se debía hacer.
Esto la sorprendió, pero no dijo nada.
-Probablemente no ha comprendido bien qué clase de botas ha encargado ese señor. Mijail sabe perfectamente lo que hace; no debo meterme.
El muchacho preparó el calzado y lo cosió a modo de sandalias. La mujer del zapatero se sorprendió aún más que an­tes, y estuvo a punto de decírselo, pero no lo hizo. Llegó la hora de comer. Al levantarse, Semión vió que Mijail, que nunca se equivocaba, había hecho unas sandalias, en lugar de unas botas.
-Has estropeado el cuero -exclamó, fuera de sí. ¿Qué le voy a decir a ese señor? ¿Dónde podré encontrar un cuero igual? ¿Qué has hecho? ¡Ay! ¡Amigo mío; me has arruinado por completo, me has arruinado! El señor me ha en­cargado unas botas; ¿y qué has hecho?
En aquel momento se oyeron unos golpes fuertes en ja puerta de la casa.
Por la ventana, vieron al criado del señor, que ataba el caballo a la argolla de la puerta. Semión abrió. El criado ve­nía muerto de cansancio.
-Buenas noches, maestro -exclamó, jadeante.
-Buenas noches. ¿Qué quieres?
-La señora me manda a buscar las botas.
-¿Las botas?
-Sí. El señor no las necesita para nada. Ya no va a llevar más botas. Ha muerto.
-¡Cómo!
-Ni siquiera volvió a casa. Falleció por el camino. Cuando llegamos, abrí la portezuela del coche y vi que estaba ten­dido en el fondo, completamente rígido. ¡Trabajo nos costó sacarlo! La señora me ha dicho: "Ve a casa del zapatero para decirle que haga unas sandalias de difunto, en lugar de las botas que le encargó al señor. Que se dé prisa, para que te las puedas traer."
Tomando las sandalias y los recortes de cuero que habían sobrado, Mijail lo envolvió todo y entregó el paquete al criado.
-¡Adiós! ¡Que el Señor os proteja!

Cuento popular

1.013. Tolstoi (Leon)

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