-Hemos aceptado el
trabajo. Quiera Dios que no nos traiga disgusto. Muy caro es el cuero y muy
violento el carácter de ese señor -dijo Semión a Mijail. ¡Con tal que no nos
equivoquemos! Tu vista es mejor que la mía, tu pulso más firme. Aquí tienes
las medidas. Corta las botas, yo las coseré.
Mijail obedeció. Cogiendo
el cuero, lo desenrolló y se puso a cortar las botas. Matriona lo observaba; y,
como estaba acostumbrada al oficio, se dió cuenta de que Mijail cortaba de un
modo distinto a como se debía hacer.
Esto la sorprendió, pero
no dijo nada.
-Probablemente no ha
comprendido bien qué clase de botas ha encargado ese señor. Mijail sabe
perfectamente lo que hace; no debo meterme.
El muchacho preparó el
calzado y lo cosió a modo de sandalias. La mujer del zapatero se sorprendió aún
más que antes, y estuvo a punto de decírselo, pero no lo hizo. Llegó la hora
de comer. Al levantarse, Semión vió que Mijail, que nunca se equivocaba, había
hecho unas sandalias, en lugar de unas botas.
-Has estropeado el cuero -exclamó,
fuera de sí. ¿Qué le voy a decir a ese señor? ¿Dónde podré encontrar un cuero
igual? ¿Qué has hecho? ¡Ay! ¡Amigo mío; me has arruinado por completo, me has
arruinado! El señor me ha encargado unas botas; ¿y qué has hecho?
En aquel momento se
oyeron unos golpes fuertes en ja puerta de la casa.
Por la ventana, vieron al
criado del señor, que ataba el caballo a la argolla de la puerta. Semión abrió.
El criado venía muerto de cansancio.
-Buenas noches, maestro -exclamó,
jadeante.
-Buenas noches. ¿Qué
quieres?
-La señora me manda a
buscar las botas.
-¿Las botas?
-Sí. El señor no las
necesita para nada. Ya no va a llevar más botas. Ha muerto.
-¡Cómo!
-Ni siquiera volvió a
casa. Falleció por el camino. Cuando llegamos, abrí la portezuela del coche y
vi que estaba tendido en el fondo, completamente rígido. ¡Trabajo nos costó
sacarlo! La señora me ha dicho: "Ve a casa del zapatero para decirle que
haga unas sandalias de difunto, en lugar de las botas que le encargó al señor.
Que se dé prisa, para que te las puedas traer."
Tomando las sandalias y
los recortes de cuero que habían sobrado, Mijail lo envolvió todo y entregó el
paquete al criado.
-¡Adiós! ¡Que el Señor os
proteja!
Cuento popular
1.013. Tolstoi (Leon)
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