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martes, 24 de diciembre de 2013

Historia de ivan el imbecil - Cap. VIII

Iván seguía en su casa manteniendo a sus padres. Labraba los campos, ayu­dado por su hermana la muda.
Un día enfermó el perro viejo de Iván. Pidió pan a su hermana la muda, lo guardó en la gorra y fué a echárselo al can. Pero la gorra tenía un agujero y, junto con el pan, cayó una punta de raíz. El perro se la tragó con el pan e inmediatamente se puso en pie y em­pezó a ladrar, meneando el rabo. Se ha­bía curado radicalmente.
Los padres de Iván, que habían presenciado esto, quedaron pasmados de asombro.
-¿Cómo se ha curado el perro? -pre­guntaron.
-Tenía dos raíces que curan todas las enfermedades y el perro se ha co­mido una -respondió Iván.
Poco después, sucedió que la hija del zar cayó enferma y éste mandó pregonar por los pueblos y ciudades de su reino que daría una magnífica recompensa a quien la curase. Si fuese soltero el que lo consiguiese, se la daría por esposa. El pregón llegó también a la aldea de Iván el Imbécil.
-¿Has oído lo que ha anunciado el zar? -le dijeron sus padres. Nos di­jiste que te queda una raíz. Vete, pues, a curar a la hija de zar y serás dichoso para el, resto de tu vida.
-Bueno -accedió Iván.
Preparó sus cosas para el viaje y se vistió con sus mejores ropas. Pero al ir a cruzar el umbral de su casa vió a una mendiga que tenía un brazo lisiado.
-He oído decir que curas todas las enfermedades. Cúrame el brazo, por fa­vor. No puedo vestirme sola.
-Bueno -dijo Iván.
Dió la raíz a la pobre mujer, dicién­dole que la tragase. Esta obedeció y que­dó curada. Acto seguido pudo mover el brazo.
Los padres de Iván el imbécil salie­ron a despedirlo. Al enterarse de que había dado la última raíz a una pobre mujer y que ya no tenía con qué cu­rar a la zarevna, lo reprendieron se­veramente.
-¡Mira que haberte apiadado de una mendiga! ¡Y no tener compasión de la hija del zar!
Pero Iván se compadeció también de la zarevna. Enganchó un caballo, puso paja en el carro y subió al pescante.
-¿Adónde vas, majadero?
-A curar a la hija del zar.
-Ya no tienes con qué...
-Eso no importa.
Iván el Imbécil acució al caballo, dán­dole un latigazo.
Cuando llegó a la corte y apenas hubo subido la escalinata de palacio, la za­revna se sintió curada.
El zar no cabía en sí de gozo. Man­dó llamar a Iván, le dió trajes suntuosos y le dijo:
-Vas a ser mi yerno.
-Bueno -accedió Iván.
Y así fué como se casó Iván el Im­bécil con la zarevna. Poco después falle­ció el zar e Iván le sucedió en el trono.
Así, pues, los tres hermanos llegaron a ser zares.

Cuento popular

1.013. Tolstoi (Leon)

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