Iván seguía en su casa
manteniendo a sus padres. Labraba los campos, ayudado por su hermana la muda.
Un día enfermó el perro
viejo de Iván. Pidió pan a su hermana la muda, lo guardó en la gorra y fué a
echárselo al can. Pero la gorra tenía un agujero y, junto con el pan, cayó una
punta de raíz. El perro se la tragó con el pan e inmediatamente se puso en pie
y empezó a ladrar, meneando el rabo. Se había curado radicalmente.
Los padres de Iván, que
habían presenciado esto, quedaron pasmados de asombro.
-¿Cómo se ha curado el
perro? -preguntaron.
-Tenía dos raíces que
curan todas las enfermedades y el perro se ha comido una -respondió Iván.
Poco después, sucedió que
la hija del zar cayó enferma y éste mandó pregonar por los pueblos y ciudades
de su reino que daría una magnífica recompensa a quien la curase. Si fuese
soltero el que lo consiguiese, se la daría por esposa. El pregón llegó también
a la aldea de Iván el Imbécil.
-¿Has oído lo que ha
anunciado el zar? -le dijeron sus padres. Nos dijiste que te queda una raíz.
Vete, pues, a curar a la hija de zar y serás dichoso para el, resto de tu vida.
-Bueno -accedió Iván.
Preparó sus cosas para el
viaje y se vistió con sus mejores ropas. Pero al ir a cruzar el umbral de su
casa vió a una mendiga que tenía un brazo lisiado.
-He oído decir que curas
todas las enfermedades. Cúrame el brazo, por favor. No puedo vestirme sola.
-Bueno -dijo Iván.
Dió la raíz a la pobre
mujer, diciéndole que la tragase. Esta obedeció y quedó curada. Acto seguido
pudo mover el brazo.
Los padres de Iván el
imbécil salieron a despedirlo. Al enterarse de que había dado la última raíz a
una pobre mujer y que ya no tenía con qué curar a la zarevna, lo reprendieron
severamente.
-¡Mira que haberte
apiadado de una mendiga! ¡Y no tener compasión de la hija del zar!
Pero Iván se compadeció
también de la zarevna. Enganchó un caballo, puso paja en el carro y subió al
pescante.
-¿Adónde vas, majadero?
-A curar a la hija del
zar.
-Ya no tienes con qué...
-Eso no importa.
Iván el Imbécil acució al caballo, dándole un latigazo.
Cuando llegó a la corte y
apenas hubo subido la escalinata de palacio, la zarevna se sintió curada.
El zar no cabía en sí de
gozo. Mandó llamar a Iván, le dió trajes suntuosos y le dijo:
-Vas a ser mi yerno.
-Bueno -accedió Iván.
Y así fué como se casó
Iván el Imbécil con la zarevna. Poco
después falleció el zar e Iván le sucedió en el trono.
Así, pues, los tres
hermanos llegaron a ser zares.
Cuento popular
1.013. Tolstoi (Leon)
No hay comentarios:
Publicar un comentario