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miércoles, 19 de junio de 2013

Puede ser, pero non debe ser

En todo el pueblo, nadie le conocía por su verdadero nombre, sino con  el  remoque  de  "Pimienta".  Tanto  es  así,  que  hasta  el  mismo interesado dudaba de él, pues con ocasión de ir al Ayuntamiento a hacer  la  consiguiente  declaración  de  cosecha,  fueron  muchos  los testigos que habían escuchado el siguiente diálogo:
-¿Cómo se llama usted?
-Pimienta, pa servilu.
-Pero  bueno,  ¿eso  de  Pimienta,  será  apodo?  Le  pregunto  su verdadero nombre.
-Pimienta. Pregúntei sinón al cura.
-Vamos hombre; además, algún otro nombre tendrá.
-Home sí. El del salvoconducto. Mírelu, aquí la traigo.
De  esa  forma,  pudo  enterarse  el  oficial  del  Ayuntamiento,  del verdadero nombre de Pimienta.
Pasaba de los cuarenta años, por lo que no era ningún chiquillo; pero tampoco viejo, ya que, según el dicho popular, el corazón no envejece  y,  el  suyo,  estaba  exactamente  igual,  que  a  los  quince años.
Era labrador de mediana hacienda. No vivía mal, ni tampoco bien.
Pero vivía y, para él, era lo interesante.
Su mujer, no era ni guapa ni fea; pero habíale dada cuatro hijos, cumpliendo  por  tanto  su  misión,  como  la  mejor  de  las  mejores.
Reunía en sí, muchas cualidades que envidiarían las más hermosas: hacendosa, limpia, trabajadora -algo más de la cuenta- y, con cierto mal genio. Sacaba el cucho de la cuadra, limpiaba el ganado, pegaba a los chiquillos.... Eso era lo mejor.
Pero también, le contaba el dinero que llevaba a los viajes y a la vuelta volvía a recontarlo para saber lo que había gastado... Eso era lo peor.
Mas como no hay bien sin mal, "escayu" sin espinas, "nin prau que non dea yerba", Pimienta, estaba tan conforme. Deslizábasele la vida, sin preocupaciones de mayor índole, sin agobios, sin prisas y sin penas.
De  ahí  que,  aquel  buen  día,  -como  tantos  otros-  hallábase  sin ningún cuidado en la "vela" de un tonel, en compañía de una docena de  bebedores,  que  ponderaban  a  más  no  poder,  las  delicias  de  la sidra de Carreño, inigualable en Asturias, por su sabor, color, etc.
Cantores de la sidra "gratis", que, al otro día de "magullu", en Nava, no  se  ruborizarían  al  afirmar  que,  como  "Nava  pa  sidra,  ni Venezuela".
Dos  horas  largas,  llevarían  a  tente  tieso,  mirando  como  caía  el dorado  néctar  de  la  espicha,  saboreando  de  vez  en  vez  unos taquinos,  y  entonando  el  más  variado  repertorio  de  canciones indígenas, exóticas y hasta inter-planetarias. No hay ninguna duda, que la sidra tiene la virtud de avivar el ingenio, afinar las voces y acuciar la orina. Tres virtudes cardinales, que ningún bebedor ignora.
De  ahí  que,  una  espichada  de  buena  sidra,  es  lo  que  menos  se parece, a una velada mortuoria.
Que  aquella  sidra  era  buena,  nadie  podrá  dudarlo  después  de escuchar el siguiente diálogo:
-La sidra esti añu tien bon presentar. 
-¡Terrible!
-Sentenció Pimienta. 
-Lo quiés esta, tien granu.
-¡Terrible!
-Volvió a opinar el mismo. 
-Espalma y tien secante.
-Echa un vasu, Manín, a ver si lo arreparo
-Ordenó el ya citado.
-Me agrada por lo fino
-Comentó el Médico allí presente.
-Ye mejor que agua.
-Afirmó Pimienta. iMueya! ¡Mueya!
Tras de cuales opiniones, se cambió de tema. Hablóse de la novia del hijo de Falo el Zuecu, que no le convenía porque no poseía más que una vaca. De la bomba atómica, de la radio, de fútbol, de toros y hasta de carreras de caballos. Luego, se pasó a arreglar a España, que no tenía arreglo hasta que se cruzara toda ella con canales y, se llevase el agua del mar Cantábrico, para regadío.
-Non  toy  conforme  -interpeló  Pimienta. 
-El  poblema  d'España, non  ye  d'agua.  Ye  de  coltura.  Eso mesmo,  de  coltura.  Gástase demasiao dineru en libros. Non hay más que dir a Xixón o a Uvieu y vereyes tós los escaparates llenos d' ellos. ¿Non y'ello sirno de una incoltura grandi? Por que decime ¿Si tou el pueblu sopiera ler, pa qué se quieren los libros? En sabiendo, ya non fayen falta. Además, tan muy caros. El otru día sin dir más allá, compré yo una noveluca y costóme cinco pesos, encima de non valir pa ná, porque yo quería aprender a ler en ella y non la entendí. Pero eso non importa; sin ler, pásáse. Pero en cambiu, fuí a casa el "Ferreru" a tomar una botelluca y, costóme cuatro cincuenta pesetes. Una barbaridá; porque eso ye artículo de primera necesidá. Sede, tós la tenemos. Desde el ricu al probe, del que sabe ler al que non sabe, desde el Obispu, al cura...
-Puede beberse agua, que Dios lo da de balde.
-Interrumpió D. Nicasio
Nicasio, el médico.
-Por algo usté non falla a una espicha. 
-Mordad, irrumpió Pimienta.
-Hombre, me gusta el ambiente de lagar, donde siempre hay la buena compañía de los amigos.
-Y la bona sidra cayendo a chorro. 
-Volvió a decir el paisano.
Además, el agua des que fó el mal de moda, ¡pal gatu! Y des que usté mesmu dixo que el tifus se propaga con el agua, ¡miau! Aparte claro  tá,  qu' el  agua  cuando  abrasa  los  caminos,  ¿qué  fará  les gargantes que no son de piedra?
-Bueno  Pimienta.  No  exagere  usted  las  cosas  ni  las  saque  de quicio. He comentado en una ocasión con usted y lo sostengo, que existen algunos microbios nocivos para la salud que encuentran su mejor ambiente en el agua. En ella crecen, procrean y se propagan, multiplicándose de tal modo que, en una sola gota de agua, pasan al cuerpo humano, millones y millones de ellos...
-Eso non pué ser.
-Replicó Pimienta.
-¿Cómo qué no puede ser?
­Interrumpió D.Nicasio.
-Bueno.
-Rectificó aquél.
-Puede ser. Pero non debe ser.
-¿Por  qué  no  debe  ser?  Explíquese. 
-Ordenó  el  doctor  un  tanto picado.
-Por que non ¡barájoles!
-Afirmó Pimienta, a quien la sidra había hecho un tanto enérgico. ¡Hay coses que pueden ser y non deben ser!
-Bien amigo.
-En tono conciliador habló el médico.
-La sidra nos pone a todos un tanto locuaces y es disculpable que, se hable algo más de la cuenta. Yo creo que está usted un poco...
-Cá. Non señor. Toy como si non lo aprobara...
-Entonces, tenga la bondad de decirme amigo, ¿qué cosa puede ser y no debe ser?
A  lo  que  Pimienta,  con  toda  la  sorna  y  malicia  del  mundo, recalcando palabra por palabra, contestó:
-Pues una cosa que puede ser y non debe ser, YE FONEI A LISTE UNA ALBARDA: PUEDE SER, PERO NON DEBE SER.
Y  entre  carcajadas  del  auditorio,  bebió  Pimienta,  el  cincuentavo culín.

Cuento asturian

1.017. Busto (Mariano)
   

   

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