En todo el pueblo, nadie le conocía
por su verdadero nombre, sino con
el remoque de
"Pimienta". Tanto es
así, que hasta
el mismo interesado dudaba de él,
pues con ocasión de ir al Ayuntamiento a hacer
la consiguiente declaración
de cosecha, fueron
muchos los testigos que habían
escuchado el siguiente diálogo:
-¿Cómo se llama usted?
-Pimienta, pa servilu.
-Pero bueno,
¿eso de Pimienta,
será apodo? Le
pregunto su verdadero nombre.
-Pimienta. Pregúntei sinón al cura.
-Vamos hombre; además, algún otro
nombre tendrá.
-Home sí. El del salvoconducto.
Mírelu, aquí la traigo.
De
esa forma, pudo
enterarse el oficial
del Ayuntamiento, del verdadero nombre de Pimienta.
Pasaba de los cuarenta años, por lo
que no era ningún chiquillo; pero tampoco viejo, ya que, según el dicho
popular, el corazón no envejece y, el
suyo, estaba exactamente
igual, que a
los quince años.
Era labrador de mediana hacienda.
No vivía mal, ni tampoco bien.
Pero vivía y, para él, era lo
interesante.
Su mujer, no era ni guapa ni fea;
pero habíale dada cuatro hijos, cumpliendo
por tanto su
misión, como la
mejor de las
mejores.
Reunía en sí, muchas cualidades que
envidiarían las más hermosas: hacendosa, limpia, trabajadora -algo más de la
cuenta- y, con cierto mal genio. Sacaba el cucho de la cuadra, limpiaba el
ganado, pegaba a los chiquillos.... Eso era lo mejor.
Pero también, le contaba el dinero
que llevaba a los viajes y a la vuelta volvía a recontarlo para saber lo que
había gastado... Eso era lo peor.
Mas como no hay bien sin mal,
"escayu" sin espinas, "nin prau que non dea yerba",
Pimienta, estaba tan conforme. Deslizábasele la vida, sin preocupaciones de
mayor índole, sin agobios, sin prisas y sin penas.
De
ahí que, aquel
buen día, -como
tantos otros- hallábase
sin ningún cuidado en la "vela" de un tonel, en compañía de
una docena de bebedores, que
ponderaban a más
no poder, las
delicias de la sidra de Carreño, inigualable en Asturias,
por su sabor, color, etc.
Cantores de la sidra
"gratis", que, al otro día de "magullu", en Nava, no se
ruborizarían al afirmar
que, como "Nava
pa sidra, ni Venezuela".
Dos
horas largas, llevarían
a tente tieso,
mirando como caía
el dorado néctar de
la espicha, saboreando
de vez en
vez unos taquinos, y
entonando el más
variado repertorio de
canciones indígenas, exóticas y hasta inter-planetarias. No hay ninguna
duda, que la sidra tiene la virtud de avivar el ingenio, afinar las voces y
acuciar la orina. Tres virtudes cardinales, que ningún bebedor ignora.
De
ahí que, una
espichada de buena
sidra, es lo
que menos se parece, a una velada mortuoria.
Que
aquella sidra era
buena, nadie podrá
dudarlo después de escuchar el siguiente diálogo:
-La sidra esti añu tien bon
presentar.
-¡Terrible!
-Sentenció Pimienta.
-Lo quiés esta, tien granu.
-¡Terrible!
-Volvió a opinar el mismo.
-Espalma y tien secante.
-Echa un vasu, Manín, a ver si lo
arreparo
-Ordenó el ya citado.
-Me agrada por lo fino
-Comentó el Médico allí presente.
-Ye mejor que agua.
-Afirmó Pimienta. iMueya! ¡Mueya!
Tras de cuales opiniones, se cambió
de tema. Hablóse de la novia del hijo de Falo el Zuecu, que no le convenía
porque no poseía más que una vaca. De la bomba atómica, de la radio, de fútbol,
de toros y hasta de carreras de caballos. Luego, se pasó a arreglar a España,
que no tenía arreglo hasta que se cruzara toda ella con canales y, se llevase
el agua del mar Cantábrico, para regadío.
-Non toy
conforme -interpeló Pimienta.
-El
poblema d'España, non ye d'agua. Ye
de coltura. Eso mesmo,
de coltura. Gástase demasiao dineru en libros. Non hay más
que dir a Xixón o a Uvieu y vereyes tós los escaparates llenos d' ellos. ¿Non
y'ello sirno de una incoltura grandi? Por que decime ¿Si tou el pueblu sopiera
ler, pa qué se quieren los libros? En sabiendo, ya non fayen falta. Además, tan
muy caros. El otru día sin dir más allá, compré yo una noveluca y costóme cinco
pesos, encima de non valir pa ná, porque yo quería aprender a ler en ella y non
la entendí. Pero eso non importa; sin ler, pásáse. Pero en cambiu, fuí a casa
el "Ferreru" a tomar una botelluca y, costóme cuatro cincuenta
pesetes. Una barbaridá; porque eso ye artículo de primera necesidá. Sede, tós
la tenemos. Desde el ricu al probe, del que sabe ler al que non sabe, desde el
Obispu, al cura...
-Puede beberse agua, que Dios lo da
de balde.
-Interrumpió D. Nicasio
Nicasio, el médico.
-Por algo usté non falla a una
espicha.
-Mordad, irrumpió Pimienta.
-Hombre, me gusta el ambiente de
lagar, donde siempre hay la buena compañía de los amigos.
-Y la bona sidra cayendo a
chorro.
-Volvió a decir el paisano.
Además, el agua des que fó el mal
de moda, ¡pal gatu! Y des que usté mesmu dixo que el tifus se propaga con el
agua, ¡miau! Aparte claro tá, qu' el
agua cuando abrasa
los caminos, ¿qué
fará les gargantes que no son de
piedra?
-Bueno Pimienta.
No exagere usted
las cosas ni
las saque de quicio. He comentado en una ocasión con
usted y lo sostengo, que existen algunos microbios nocivos para la salud que
encuentran su mejor ambiente en el agua. En ella crecen, procrean y se
propagan, multiplicándose de tal modo que, en una sola gota de agua, pasan al
cuerpo humano, millones y millones de ellos...
-Eso non pué ser.
-Replicó Pimienta.
-¿Cómo qué no puede ser?
Interrumpió D.Nicasio.
-Bueno.
-Rectificó aquél.
-Puede ser. Pero non debe ser.
-¿Por qué
no debe ser?
Explíquese.
-Ordenó el
doctor un tanto picado.
-Por que non ¡barájoles!
-Afirmó Pimienta, a quien la sidra
había hecho un tanto enérgico. ¡Hay coses que pueden ser y non deben ser!
-Bien amigo.
-En tono conciliador habló el
médico.
-La sidra nos pone a todos un tanto
locuaces y es disculpable que, se hable algo más de la cuenta. Yo creo que está
usted un poco...
-Cá. Non señor. Toy como si non lo
aprobara...
-Entonces, tenga la bondad de
decirme amigo, ¿qué cosa puede ser y no debe ser?
A
lo que Pimienta,
con toda la
sorna y malicia
del mundo, recalcando palabra por
palabra, contestó:
-Pues una cosa que puede ser y non
debe ser, YE FONEI A LISTE UNA ALBARDA: PUEDE SER, PERO NON DEBE SER.
Y
entre carcajadas del
auditorio, bebió Pimienta,
el cincuentavo culín.
Cuento asturian
1.017. Busto (Mariano)
No hay comentarios:
Publicar un comentario